Marulanda
Por: Gustavo Páez Escobar
Josué López Jaramillo, que ejerció durante varios años la gerencia del Banco de la República en Armenia, fue el primer ingeniero agrónomo que recibió ese título entre la gente de Marulanda, su pueblo nativo. De allí mismo son oriundos Alfonso Bedoya Flórez y su hermano Hernando, los primeros graduados en medicina y farmacología, que también sobresalieron al servicio de la sociedad quindiana.
López Jaramillo adelantó estudios de posgrado en Estados Unidos, Israel y Francia, y luego ocupó importantes posiciones en el sector oficial antes de su vinculación con el Banco de la República. Ha expresado sus inquietudes intelectuales en periódicos y revistas, y en Armenia, en razón del apoyo brindado a la cultura regional, se le otorgó el título de miembro honorario de la Sociedad de Escritores del Quindío.
Retirado de la vida laboral, su mayor preocupación son la lectura y la escritura. A su terruño nativo ha regresado con la memoria y por la vía de los afectos a plasmar sus recuerdos en un libro emotivo y enaltecedor, que entra a enriquecer la microhistoria caldense y que ha titulado Mi Marulanda inolvidable.
Hace varios años el diario El Espectador publicó una serie de crónicas que, al ahondar en el alma de la provincia, señalaron a Marulanda como uno de los diez pueblos olvidados de Colombia. Conoció entonces el país los extremos de la pobreza, el abandono y las carencias de las regiones más silenciosas y más apartadas de su geografía, y al mismo tiempo destacó el recio espíritu y las nobles virtudes de sus habitantes, para proclamar el sentido de patria como un patrimonio general.
Ahora, el hijo notable de aquella población dormida en el filo glacial de la cordillera, que ha transitado por los caminos del mundo y ha cosechado honores y experiencias diversas, no se olvida de su patria chica y le rinde emocionado tributo a través de las páginas de este libro.
Fundado en 1877 por el general Cosme Marulanda, el pueblo está situado a 129 kilómetros de Manizales y es el más alto sobre el nivel del mar y el de menor población del departamento. Allí tienen lugar en el mes de octubre las “Fiestas de la lana”, suceso muy celebrado en la región. La mayor tradición de Marulanda está representada en la lana, producto casi religioso alrededor del cual se mueve buena parte de la economía local y que cuenta, desde la década del treinta, con una sólida cooperativa ovina.
El autor de la obra, que hace gala de una memoria privilegiada, matiza sus añoranzas con sabrosas anécdotas y ágiles pincelazos sobre el entorno de su pueblo y el alma de su gente. Son páginas de recordación y encanto, elaboradas con gracia y sentimiento, que reviven un género literario olvidado, como Marulanda: el cuadro de costumbres. Este lindo municipio –con su escritor de cabecera– dibuja a la aldea de antaño, lejana y romántica, que hoy subsiste lejos del infierno de las ciudades.
La Patria, Manizales, 16-X-1999.
La Crónica del Quindío, Armenia, 18-X-1999.