Civismo
Por: Gustavo Páez Escobar
Resulta preocupante el siguiente comentario del doctor Álvaro Patiño Pulido, aparecido en La Crónica: «Nos está viendo mejor la gente de afuera que la gente de adentro. No es la ciudad linda, tenemos problemas por la falta de civismo con que estamos viviendo». Esto, puesto en boca del Alcalde de la ciudad, es una dura crítica al comportamiento de los armenios en la hora presente.
Para mí, que viví en Armenia por espacio de 15 años, el civismo fue siempre una de las virtudes notables de la población, lo que permitió el avance significativo que alcanzó la ciudad tanto en el orden estético (una de las urbes más hermosas del país por el esmero de sus parques y avenidas) como en el compromiso de los habitantes con el progreso local.
Testigo soy de las permanentes campañas por el embellecimiento de la ciudad adelantadas por la Sociedad de Mejoras Públicas, entidad que presidió durante largos años el doctor Fabio Arias Vélez, paradigma del civismo, y de cuya junta directiva hacían parte damas tan emprendedoras como Nydia de Ramírez, Pastorita Giraldo de Garay, Eunice Restrepo Arias y Lía Giraldo Soto.
Este adalid del progreso que fue Fabio Arias Vélez dejó huella imperecedera en no pocas realizaciones de la vida capitalina, y hoy su ausencia se hace sentir cuando es el propio Alcalde quien se lamenta de la falta de mayor colaboración ciudadana en el resurgimiento de la ciudad arrasada por el cataclismo.
En mi última visita a Armenia, con motivo de la presentación de mi novela La noche de Zamira en la Universidad del Quindío, cuyos destinos estuvieron en dos oportunidades bajo el brillante desempeño de Arias Vélez, resalté con las siguientes palabras su espíritu de lucha y sus indudables logros cívicos, que hoy le reconoce la ciudadanía en pleno:
«Me constan las batallas valerosas y decisivas que Arias Vélez tuvo que librar para sortear agudas crisis económicas que frenaban la marcha de la entidad, y también sé que gracias a su esfuerzo y tenacidad, acierto administrativo y voluntad de servicio, y por encima de todo su amor por el Quindío, la Universidad registró bajo su liderazgo dos de las etapas de mayor desarrollo que haya tenido.
«Como gerente del Banco Popular durante 15 años fui aliado permanente de la Universidad, y sobre todo de Fabio, cuyas dotes cívicas se hicieron sentir, de manera sobresaliente, en diversas obras de beneficio común, entre ellas, la Universidad del Quindío y la Sociedad de Mejoras Publicas».
La marcha dinámica que llevaba la ciudad, y que fue el resultado de muchos años de trabajo, se ha visto afectada por la furia de la naturaleza, que en gran parte de la urbe no dejó piedra sobre piedra. La reconstrucción no es tarea de poca monta, sino, por el contrario, labor titánica que demandará no poco tiempo y gigantes esfuerzos oficiales y comunitarios. Es aquí donde se pone a prueba la capacidad de civismo que extraña hoy el Alcalde local.
Bien sé que los quindianos han respondido siempre a los retos de cada hora y de cada llamado que se hace hacia el progreso regional. Lo harán en este momento, cuando de lo que se trata es de redimir a Armenia de su penosa adversidad. Por la televisión, desde lejos, como es mi caso, hemos visto en todo el país la lección admirable de los líderes espontáneos que han surgido en los cambuches y en los barrios desolados, con la bandera cívica que busca superar la calamidad apabullante propinada por el terremoto.
Pero el alcalde se queja de falta de civismo. Valdría la pena que ampliara su crítica y les precisara a sus paisanos en qué aspectos están fallando.
La Crónica del Quindío, Armenia, 4-X-1999.