La Piloto, biblioteca admirable
Por: Gustavo Páez Escobar
Gloria Inés Palomino Londoño, directora de la Biblioteca Pública Piloto se Medellín, se ha convertido en pieza fundamental del organismo. En tal forma se encuentra vinculado su nombre al centro cultural, que no es fácil pensar en él sin asociar la presencia dinámica de quien lucha por su progreso desde hace largos años y además lo hace de manera discreta, pero con plausibles resultados. Es la fabricante silenciosa de uno de los logros más elocuentes de la cultura nacional.
Hace cinco años quedé maravillado con esta obra monumental. Conforme su directora me enseñaba la sede principal, en medio de 140.000 libros que conforman su patrimonio más preciado –fuera del impresionante acopio de periódicos, mapas y obras de arte–, aparecía ante mis ojos el panorama de la Medellín vilipendiada entonces por los narcotraficantes.
En las comunas se levantaban bibliotecas satélites colmadas de esperanzas para los habitantes de esos barrios marginados. Dos vagones detenidos en el barrio Florencia se mantenían llenos de pequeños lectores que habían hecho del libro su alimento cotidiano.
Lo que más me llamó la atención fue el caso de la biblioteca fundada en Moravia, uno de los barrios más pobres y erigido sobre antiguo basurero público. Los adolescentes de aquella triste ladera se dedicaban en sus horas libres a buscar chatarra por toda la ciudad, que luego vendían para adquirir nuevos libros para su propia biblioteca. Las cajas viajeras, que sólo existen en Antioquia, recorrían los más apartados municipios del antiguo Caldas, con su carga de lecturas infantiles y erudición para todas las edades, como fórmula maestra para culturizar al pueblo.
Hablo en pasado, porque eso fue lo que vi entonces. Hoy, la actividad y sus resultados son mucho más sorprendentes. El acervo de libros crece todos los días, los programas culturales se multiplican, el pueblo recibe superiores beneficios.
La Sala Antioquia, fundada hace diez años con 1.500 libros, tendrá diez veces más esa cifra. Allí se recoge la obra de los escritores paisas, y es importante destacar el hecho de que han ingresado libros novedosos de muy difícil consecución, verdaderos incunables de la cultura paisa.
Dentro de este empeño fue adquirida la biblioteca de Adel López Gómez, con sus archivos y correspondencia. Y se publicó, en justo homenaje a su memoria, su novela inédita Allá en el golfo, escrita en el año 1948 como consecuencia de su radicación en 1939 en las selvas de Urabá.
Poco es el dinero que se dedica en Colombia para fomentar la vida del libro y apoyar a sus autores. La cultura es la pobre cenicienta de los gobiernos. En contravía de la inercia oficial, esta mujer valerosa que se llama Gloria Inés Palomino busca recursos donde no los hay. Contra viento y marea sostiene en sus predios el departamento editorial, dependencia osada y utópica –en un país tan carente de patrones culturales– que se da el lujo de poner en circulación títulos continuos como constancia de que la cultura no ha muerto.
La Crónica del Quindío, Armenia, 7-VIII-1995.