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La máquina del poeta

miércoles, 11 de enero de 2012

Por: Gustavo Páez Escobar

Tal vez a pocas personas interese saber que la máquina de escribir de Germán Pardo García, muerto en Méjico hace cuatro años, fue rescatada para el museo que lleva su nombre en la población de Choachí. Muchos ignorarán la noticia. Por fortuna, quedan lectores sensibles (la honrosa minoría selecta) que se preocupan por los sucesos de la cultura.

Cuando el espacio aéreo está fletado por los negocios florecientes de la droga, transportar de Méjico a Colombia un artefacto anticuado e inútil, que ya no escribe poesía, suena a quijotada. Sin embargo, es un hecho destacable. Quienes amamos los símbolos del talento sabemos lo que representa esta herramienta de trabajo que forjó, entre tecleos silenciosos, una de las obras más valiosas de la literatura americana.

En mi viaje a Méjico, pocos años antes de su muerte, que­dé maravillado al descubrir en su sencillo  apartamento la parvedad de sus bie­nes materiales y la majestad de sus emblemas.

En un mueble, la bandera de Colombia. Y colgados en la pared, los retratos de Einstein, César y Jack Dempsey, a quienes él cali­ficó como «el hombre más grande que ha dado la huma­nidad en cuanto al pensa­miento», «el gigante de la ac­ción» y «el gigante de la fuer­za».

Me imaginaba al poeta ro­deado de un mar de libros, y solo hallé dos: un diccionario de griego y un ejemplar de Apolo Pankrátor, obra que re­coge su producción en 60 años de poesía (1915-1975). Cerca de estos libros reposaba su máquina de escribir como trofeo épico con la que había escrito miles de poemas y ha­bía ganado la batalla del espí­ritu.

La preciosa corresponden­cia que mantuvo Germán Par­do García con escritores co­lombianos y de diferentes paí­ses vio la luz en aquella im­prenta elemental, hoy silencia­da para siempre. Al desapa­recer el amo, la máquin, huérfana de afecto, se entu­meció como elemento iner­te.

Hoy se recupera gracias a la mediación del escritor co­lombiano Aristomeno Porras, resi­dente en Méjico, que me la remitió para entregarla a la Casa de la Cultura de Choachí. Quedará en la tierra donde el poeta del cosmos tomó el aliento para su poesía monu­mental. El alma del Pardo García vivirá en el páramo que templó su espíritu para el do­lor y la grandeza, y reposará en el utensilio alegó­rico de sus combates de escri­tor. Está máquina tiene algo de fantasmal por su conviven­cia con el ermitaño de Río Támesis.

El alcalde de Choachí, Héctor Darío Cruz, es el cla­vero de la reliquia. Al recibir­la, me manifiesta lo siguiente: «Expreso mis agradecimientos por la asignación de la máqui­na que perteneció al poeta Germán Pardo García, como también por su gentil dona­ción del libro Biografía de una angustia, elementos que en­traron a ser parte del patrimo­nio cultural del municipio y que darán a las próximas ge­neraciones la oportunidad de conocer estos valores”.

La Crónica del Quindío, Armenia, 13-VIII-1995.
Prensa Nueva Cultural, Ibagué, agosto de 1995.

 

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