Inicio > Revistas > Aleph N° 100

Aleph N° 100

viernes, 16 de diciembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

He escrito varias veces sobre Aleph. Comencé a hacerlo desde los días ya lejanos de mi ancha estadía en el Quindío. Luego me vine a Bogotá y la revista me siguió los pasos. Cualquier día me encontré en la capital con Carlos Enrique Ruiz. Lo re­cuerdo muy bien: fue en una feria inter­nacional del libro, siendo él director de la Biblioteca Nacional. Allí se le rendía un homenaje por su fecunda labor cultu­ral.

Por algún tiempo, la revista dejó de llegarme. Cuando reparé en el vacío, me consideré borrado del reparto. Le hice un sutil comentario a su leja­no director (lejano, por haberse vuelto otra vez a su Manizales de siempre) y él me respondió que mi nombre continuaba figurando en la lista de los elegidos.

Recibo hoy un sobre de correo y me encuentro con una sorpresa luminosa: la edición número 100. La pregunta me brota al instante: ¿Cuándo y cómo llegaron a esa cumbre? El 100 es una cifra cabalística, como lo es Aleph. Cuando alguien o algo se vuelve centenario, puede cantar victoria. De aquí en adelante tendremos un Aleph adulto, probado en mil batallas, aunque sin licencia para jubilarse. Seguirá adelante, sin tregua ni reposo, como lo que ha sido siempre, aunque ahora con el sabor de la edad dorada. Lo leeremos mejor sabién­dolo veterano.

Esta veteranía del espíritu que con­quista Carlos Enrique Ruiz –con su álter ego – resulta en verdad envidiable. Cuando en 1966 fundó Aleph, no se imaginó que iba a llegar tan lejos.

Aquella débil gaceta inicial, bautizada con un nombre extraño, significaba para muchos una fugaz aventura. Tímida aventura de provin­cia que, como tantas, no resistiría el furor de las tempestades. Pero lo resistió.

Abro el número victorioso y me sorprendo con su volumen y su contenido: son 314 páginas –respetable peso editorial– y un festín de grandes artistas: Germán Arciniegas, Danilo Cruz Vélez, Rafael Gutiérrez Girardot, Dora Castellanos, Carlos Martín, Fernando Charry Lara, Maruja Vieira, Eduardo García Aguilar, Fernan­do Savater, Rubén Sierra Mejía, Guiomar Cues­ta…

Y muchos más, nacionales y extranjeros. Toda una celebración de los hombres de letras, acom­pañados de las musas de la poesía, alrededor de un hecho insólito: los 30 años de la revista, con 100 velas a su alrededor. Un milagro de supervi­vencia. El ámbito de la provincia sirve de escena­rio al magno suceso, con Manizales al fondo. Eso ha sido Aleph: un eco de la provincia colombiana. Este número 100 trae en su portada la estampa imperecedera de don Quijote, con su inmortal rocín al lado y la lanza ganadora de mil batallas. Don Quijote nunca muere, y esto lo sabe muy bien Carlos Enrique.

Ha sido Aleph promotora infatigable de los va­lores regionales. Su director es el gran difusor de la comarca generadora de la cultura nacio­nal. Sabe él que lo terrígeno, lo vernáculo, es la mejor expresión de la patria. La nación no existe sin la provincia. Manizales puede jactarse de esta publicación que ha recogido y difundido, a lo lar­go de 30 años, esa filosofía.

El Espectador, Bogotá, 17-V-1997.

 

 

 

Categories: Revistas Tags:
Comentarios cerrados.