Manual de Redacción
Por: Gustavo Páez Escobar
Al Manual de Redacción implantado por El Tiempo, aparte del sentido práctico y pedagógico que posee, hay que abonarle la sencillez y claridad con que fue elaborado para que sirva de herramienta de trabajo a los redactores, y de cartilla de estudio al público en general. No solo se define el estilo del periódico en diversos usos del idioma y se precisan normas de obligatorio cumplimiento, sino que se sientan pautas sobre la ética profesional del periodista frente a la comunidad.
Deseo formularle a la obra algunas observaciones, como aporte para la controversia constructiva. El señor Fernando Ávila analizaba hace poco el caso de los «micos» que se cuelan en el Diccionario de la Real Academia Española. Caso concreto: cross, con doble ese (cuando esta letra repetida se eliminó del español hace dos siglos). El Manual registra las palabras ciclocross, motocross y similares, grafía que debe corregirse en futuras ediciones: cros, bicicrós, ciclocrós, motocrós (las tres últimas con tilde en la o final).
El vocablo directiva significa, según el Diccionario Mayor, «mesa o junta de gobierno de una corporación, sociedad, etc». En las empresas, por lo tanto, no hay sino una directiva. En El Tiempo he contado 25, cuando se dice, por ejemplo: «Con autorización expresa de las directivas del periódico», «lo pasará con su visto bueno a las directivas de la Redacción». En cambio, no he hallado a los directivos, que son las personas encargadas de administrar la entidad.
Se cita el término latino júnior –ya ingresado a nuestro idioma–, pero se omite marcarle tilde en la u, por tratarse de palabra llana no terminada en n o s. Es importante anotar que su plural es júniors (y como segunda opción júniores: Diccionario de Dudas, de Manuel Seco). Se dice que thesaurus no debe usarse jamás, sino tesauro. Habría que exceptuar el caso de la revista Thesaurus, del Instituto Caro y Cuervo. Respecto a whisky, se dice que es la palabra que debe emplearse, y no güisqui, también aceptada por la Academia. Sería conveniente indicar el plural, que se presenta para equívocos: whiskys (los mismo que el plural de brandy es bradys).
Entre los principios que establece El Tiempo para sus periodistas está la prohibición de aceptar regalos o dádivas de una fuente informativa. Excelente norma Y a quienes se dedican a la crítica literaria se les indica que los libros que reciban deben ser entregados a la Biblioteca Eduardo Santos. Esto suena exagerado y parece contradecir el consejo que se da más adelante cuando se dice que el periodista «debe leer todo lo que pueda conseguir y todo lo que caiga en sus manos».
Creo que un libro regalado no soborna a nadie, ni por más dedicatoria excedida que lleve (que suele producir efecto negativo). El libro es insuperable como elemento culturizador. Véase, en concordancia con este concepto, cómo remata el acápite anterior del Manual: «Un periodista ignorante jamás tendrá éxito en su profesión».
Prensa Nueva Cultural, Ibagué, septiembre de 1996