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¡Pobres academias!

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Enrique Medina Flórez, se­cretario de la Academia Boyacense de Historia, me escribe: «Como  usted  ha tenido conocimiento, desde hace varios años nuestra institución no ha recibido recursos financieros para su sostenimiento, por lo cual algunas entidades han colaborado para la edición de las obras que en los últimos años ha editado nuestra academia, destacando en especial el auspicio del municipio de Chiquinquirá en su serie de autores chiquinquireños».

Como lo comentaba en El Tiempo Germán Arciniegas, presidente de la Academia Colombiana de Histo­ria, estos organismos, por falta de apoyo oficial, se encuentran a pun­to de clausurarse. Nunca se había vivido en Colombia una situación tan vergonzosa. Ya se ve, por la anotación de Medina Flórez, que el estado de penuria afecta no sólo a las dos instituciones superiores de Colombia –de Historia y de la Lengua– sino a la totalidad de las academias del país. Y también a los museos, casas de cultura y entidades afines.

Respecto a la Academia Boyacense de Historia, a la que un día ingresé por obligante invitación de Vicente Landínez Castro, uno de los escritores más destacados del de­partamento, hace poco me comen­taba alguien que ya carecían de recursos hasta para atender los gastos de la correspondencia y el aseo. Si a tales extremos se ha llegado, debe entenderse que la edición de libros en Boyacá, con el patrocinio oficial, es una utopía.

Sorprende, sin embargo, que mien­tras la Gobernación deja de entre­gar a su ilustre Academia los giros que en otros tiempos eran corrien­tes, el municipio de Chiquinquirá sí disponga de partidas para sostener su serie bibliográfica. Contrasen­tidos de la cosa pública, que nadie comprende. Hoy se atribuye dicha falla a la prohibición de otorgar auxilios oficiales. Esta norma, cuyo espíritu es reprimir la corrupción de los políticos, y que gobernantes y legisladores se hallan en mora de aclarar o de modificar, está asesi­nando la cultura nacional. ¡Y el Gobierno tranquilo, como si el país inculto no marchara camino de la disolución y la barbarie!

Por la misma causa de la pobreza vergonzante, hoy se hallan suspendidos, o circulan con retar­dos penosos, la mayoría de boletines, revistas o informativos  de estas organizaciones. En Boyacá, el últi­mo número del Repertorio Boyacense (fundado en 1912) fue el corres­pondiente al mes de junio de 1991. La Academia Colombiana de la Lengua no publica su boletín desde septiembre de 1991. El último nú­mero de Thesaurus, el prestigioso boletín del Instituto Caro y Cuervo, fue el de diciembre de 1990. Noti­cias Culturales (de la misma institu­ción) registra un atraso de 14 me­ses. La única excepción de la regla, que conozca el cronista, es la del Boletín de Historia y Antigüedades, órgano de la Academia Colombiana de Historia, que va casi al día en sus ediciones trimestrales. Ojalá Antonio Cacua Prada, su director, nos cuente la fórmula para este milagro.

* * *

En público le contesto al amigo Enrique Medina Flórez, ante estas circunstancias lastimosas, que de­be entender mi actitud de retirar el libro Cita con Boyacá, solicitado hace varios años por la misma Academia para su publicación, y que por falta de recursos yace en el cajón de las tristezas. Con él pensa­ba rendirle homenaje a mi departamento, pero el combustible se apagó. Mientras tanto, hagamos un réquiem por la cultura muerta.

El Espectador, Bogotá, 21-VIII-1993

 

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