¡Pobres academias!
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Enrique Medina Flórez, secretario de la Academia Boyacense de Historia, me escribe: «Como usted ha tenido conocimiento, desde hace varios años nuestra institución no ha recibido recursos financieros para su sostenimiento, por lo cual algunas entidades han colaborado para la edición de las obras que en los últimos años ha editado nuestra academia, destacando en especial el auspicio del municipio de Chiquinquirá en su serie de autores chiquinquireños».
Como lo comentaba en El Tiempo Germán Arciniegas, presidente de la Academia Colombiana de Historia, estos organismos, por falta de apoyo oficial, se encuentran a punto de clausurarse. Nunca se había vivido en Colombia una situación tan vergonzosa. Ya se ve, por la anotación de Medina Flórez, que el estado de penuria afecta no sólo a las dos instituciones superiores de Colombia –de Historia y de la Lengua– sino a la totalidad de las academias del país. Y también a los museos, casas de cultura y entidades afines.
Respecto a la Academia Boyacense de Historia, a la que un día ingresé por obligante invitación de Vicente Landínez Castro, uno de los escritores más destacados del departamento, hace poco me comentaba alguien que ya carecían de recursos hasta para atender los gastos de la correspondencia y el aseo. Si a tales extremos se ha llegado, debe entenderse que la edición de libros en Boyacá, con el patrocinio oficial, es una utopía.
Sorprende, sin embargo, que mientras la Gobernación deja de entregar a su ilustre Academia los giros que en otros tiempos eran corrientes, el municipio de Chiquinquirá sí disponga de partidas para sostener su serie bibliográfica. Contrasentidos de la cosa pública, que nadie comprende. Hoy se atribuye dicha falla a la prohibición de otorgar auxilios oficiales. Esta norma, cuyo espíritu es reprimir la corrupción de los políticos, y que gobernantes y legisladores se hallan en mora de aclarar o de modificar, está asesinando la cultura nacional. ¡Y el Gobierno tranquilo, como si el país inculto no marchara camino de la disolución y la barbarie!
Por la misma causa de la pobreza vergonzante, hoy se hallan suspendidos, o circulan con retardos penosos, la mayoría de boletines, revistas o informativos de estas organizaciones. En Boyacá, el último número del Repertorio Boyacense (fundado en 1912) fue el correspondiente al mes de junio de 1991. La Academia Colombiana de la Lengua no publica su boletín desde septiembre de 1991. El último número de Thesaurus, el prestigioso boletín del Instituto Caro y Cuervo, fue el de diciembre de 1990. Noticias Culturales (de la misma institución) registra un atraso de 14 meses. La única excepción de la regla, que conozca el cronista, es la del Boletín de Historia y Antigüedades, órgano de la Academia Colombiana de Historia, que va casi al día en sus ediciones trimestrales. Ojalá Antonio Cacua Prada, su director, nos cuente la fórmula para este milagro.
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En público le contesto al amigo Enrique Medina Flórez, ante estas circunstancias lastimosas, que debe entender mi actitud de retirar el libro Cita con Boyacá, solicitado hace varios años por la misma Academia para su publicación, y que por falta de recursos yace en el cajón de las tristezas. Con él pensaba rendirle homenaje a mi departamento, pero el combustible se apagó. Mientras tanto, hagamos un réquiem por la cultura muerta.
El Espectador, Bogotá, 21-VIII-1993