Pro Boyacá
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
El homenaje que la Corporación para el Progreso y Desarrollo de Boyacá rindió a los tres almirantes boyacenses que ejercen las más altas jerarquías de la Armada Nacional, resultó cálida demostración de amor por la tierra. El acto contó con la coordinación de Carlos Eduardo Vargas Rubiano, el boyacense que más trabaja por el progreso de la comarca y más se preocupa por redimirla de los vicios políticos y hacerla sobresalir en el panorama de la nación.
Al margen de partidismos atrofiantes –morbo que no deja avanzar a Boyacá –, en el ambiente se respiraba un claro propósito cívico para recuperar, en lo económico y lo social, el brío que ha perdido el departamento por falta de liderazgo nacional. Su clase política, fraccionada en antagónicas camarillas, vive consumida en apetitos burocráticos y ajena a las angustias del pueblo, del que los caciques apenas se acuerdan cuando necesitan su voto.
En viejas épocas, los dirigentes locales accedían por méritos propios a las posiciones claves del Gobierno, y desde allí ejercían el liderazgo que hoy tanto se echa de menos. ¿Cuánto hace que Boyacá no tiene un ministro? ¿Cuánto hace que la opinión boyacense no pesa en el alto Gobierno del país?
No han vuelto a verse caudillos nacionales de la talla de un Plinio Mendoza Neira o de un Luis Torres Quintero, que tanto brillo le dieron a la región y tanto lucharon por su progreso. La cosecha de presidentes de la República oriundos de Boyacá (recordemos en este siglo a Rafael Reyes, Enrique Olaya Herrera y Gustavo Rojas Pinilla) no florece en los días actuales por falta de patriotismo regional. Hoy Boyacá vive de añoranzas y se nutre de pequeñeces. Triste y dolorosa realidad.
En áreas distintas a la política se distinguen ahora, como siempre ha ocurrido, prestantes hombres de la tierra situados en los campos de la milicia, el clero, la docencia, la empresa privada, las bellas artes, el periodismo, la ciencia y en múltiples actividades que resulta prolijo enumerar. Estos logros personales se pierden para la región por carencia de unidad y de estímulo.
Con el ánimo del reconocimiento, y para sentirnos orgullosos los boyacenses, fueron agasajados tres distinguidos almirantes de la región: Hernando García Ramírez, comandante de la Armada Nacional; Hugo Sánchez Granados, comandante de la Fuerza Naval del Atlántico, y Sergio García Torres, director de la Escuela Naval Almirante Padilla. Como quien dice, Boyacá en tos mares.
Esto, como curioso premio de consolación para esta comarca sin aguas marítimas, mientras posee en cambio tierras pródigas, grandes riquezas minerales y envidiables recursos turísticos, renglones desaprovechados o dilapidados (y viene al caso el penoso capítulo del hotel Sochagota, del cual sacan a empellones, con los garfios de la politiquería y de manera soez, a la firma administradora que tan eficientes servicios le ha prestado a Boyacá).
Para propiciar el resurgimiento de la región, hace dos años se constituyó la Corporación Pro Boyacá, de la que hacen parte destacadas personalidades, como las siguientes:
Jorge Moreno Ojeda, gerente de la Caja Popular Cooperativa; Héctor Castro Murcia, propietario de Unigás; Marco Quijano Rico, propietario de Viñedos de Punta Larga; Jorge Enrique Amaya, presidente de Granahorrar; José T. Niño, líder cooperativista de larga trayectoria; Jorge Ferro Mancera, tratadista tributario; Gloria Cuéllar de Espinosa, gran dama cívica; María Victoria Vargas, representante de Cementos Boyacá; Fernando Reyes Isaza, propietario de la hacienda Suescún; Carlos Otálora Moreno, vicepresidente de Coca-Cola. Y, desde luego, Carlos Eduardo Vargas Rubiano, boyacense y boyacensista nato.
El Espectador, Bogotá, 16-III-1993.