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Archivo para jueves, 10 de noviembre de 2011

La universidad al Congreso

jueves, 10 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Un grupo de rectores y exrectores de universidades, donde sobresale el nombre del doctor Jorge En­rique Molina Marino, rector hace largos años de la Uni­versidad Central de Bogotá, ha conformado una respetable fuerza de opinión para aspirar al Congreso de la Repúbli­ca. Es la primera vez que grupo tan numeroso, del que también hacen parte varios decanos, se unen en el propó­sito de tener vocería política en representación de las casas de altos estudios superiores. Será la suya, además, la voz de las juventudes colombianas que desde los claustros del estudio va a intervenir en el debate de los asuntos públicos.

Esta lista solidaria, inspirada tan sólo por el bienes­tar de la comunidad y el progreso del país, se ha matricu­lado en el Movimiento de Transformación Liberal que acau­dilla el concejal de Bogotá Ricaurte Losada Valderrama, también profesor universitario. Y en ella figura como primer suplente Jorge Enrique Molina Mariño, conocido líder de la universidad colombiana.

Entusiasma –y esta nota no tiene ninguna intención proselitista– hallar un signo nuevo de oxigenación en el ac­tual debate nacional, para que los ciudadanos dispongan de alternativas distintas para renovar sus cuerpos cole­giados. Las costumbres políticas se han dejado deterio­rar en virtud del clientelismo y los crónicos vicios de­rivados de la corrupción y la concupiscencia del poder. Los partidos tradicionales, obsoletos y endémicos como están hoy, han dejado de ser solución para las an­gustias del pueblo colombiano.

La ética es virtud que ya no se practica. Y la moral menos. De ahí nacen todos los problemas. Cuando se legisla de espalda al pueblo no pueden hallarse fórmu­las que en verdad alivien –para no decir que eliminen, lo que parece utópico por la flojedad de las leyes– las calamidades de todo orden que agobian a los colombia­nos. En este mundo de pluralismos y múltiples conflictos sociales se requiere una mentalidad nueva para sortear las dificultades. Retos como el de la violencia y el narcotráfico demandan mayores capacidades de la clase dirigente. Es necesario abrirles campo a otras perspecti­vas, a otras propuestas, a otros hombres. Hay que echar mano de nuevos conocimientos y de mejores energías.

Si la política es el arte de gobernar a los pueblos, ya se ve cuán lejos está Colombia de esta realidad. Los cuerpos colegiados necesitan vigorizarse. Hay que sacar­los de su actual anquilosis. Hay que remozarlos. No se trata de buscar caras nuevas sino de descubrir diferentes soluciones. Comencemos por lo moral y lo ético. El clientelismo es parecido al narcotráfico, dijo el doctor Jor­ge Enrique Molina en una entrevista por televisión.

La sociedad debe reaccionar. Estamos en un momento crucial y no es posible, por apatía o por servilismo, prolongar por otro período esta cadena de desastres. Ya, por fortuna, se piensa más en función de programas que de personas y partidos. En Armenia, por ejemplo, grupos liberales y conservadores se unieron para apoyar como al­calde a César Hoyos Salazar, elemento cívico, también con espíritu universitario, que representa una garantía para sacar adelante la postrada capital quindiana.

*

Las puertas de los cuerpos de representación popular, lo mismo que de las alcaldías, deben cerrarse para los ineptos, los inmorales, los enemigos del progreso. Es preciso airear la atmósfera y purificar las costumbres. Este movimiento universitario, y otros de diversa índole que se ofrecen en todo el país, constituyen una sana op­ción de la democracia. Lo importante es votar por convic­ción y no por obligación. Y saber que el país no puede fun­cionar sin luces, sin inteligencia, sin hombres capaces.

El Espectador, Bogotá, 7-III-1990.
Hojas Universitarias, Universidad Central, diciembre de 1990.

 

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Armenia se quedó sin conde

jueves, 10 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Armenia, la Ciudad Milagro (valga la aclaración, ya que en Antioquia hay un pequeño pueblo con el mismo nom­bre, que tuve oportunidad de conocer en fecha reciente), tuvo un conde. Residí por espacio de quince años en la villa quindiana y nadie, ni siquiera Euclides Jaramillo Arango, historiador de personajes folclóricos, ni John Vélez Uribe, escritor del humor lugareño, me contó la existencia del lejano personaje. Pero en los anales de la ciudad existe constancia de este dignata­rio de la nobleza.

La historia iba a narrarla Gloria Chávez Vásquez, es­critora y periodista quindiana vinculada desde hace va­rios años a importantes periódicos de Estados Unidos, pero se le quedó inédita. Era el obsequio que iba a ha­cerle a su ciudad natal, la Armenia del Quindío, en sus cien años de vida que acaban de pasar.

Fabio Arias Vélez, el Alcalde de la efemérides, le había prometido publicar­le el libro. Gloria Chávez lo preparó con anticipación y lo puso en manos del burgomaestre. El Conde del Jazmín, el típico personaje desaparecido, reviviría en los festejos popula­res y regresaría a reír con los armenios, reencarnado para siempre en la ágil pluma de la escritora, para ha­cer más risueña la vida municipal.

Julio César Cardona, el nombre del conde, había sido un pintoresco actor de la crónica local, un gracioso loquito que se codeaba con el pueblo y la clase política y gozaba cantando la verdad. Y la verdad, dicha por él, así fuera hiriendo susceptibilidades, sonaba bonita. Ad­quirió título de nobleza por su manera franca y deliciosa de actuar en el poblado. Otro Caballero de París, que tanta historia dejó en la Habana.

«Encerrado en ese personaje, comenta Gloria, vi vi­brar a todo un pueblo y toda una experiencia cultural. Por eso, me dije, cuando Armenia esté lista para El Conde, ese será su regalo.  ¿Qué mejor regalo que promover los va­lores morales y los modelos de que carecen nuestras gene­raciones?». Pero la cronista se quedó ensayada. Su libro no fue publicado. Al llamar al Alcalde, éste le manifes­tó que la plata del centenario no había alcanzado para el conde: se había invertido en las reinas y la parranda.

Entonces Gloria, indignada y frustrada, resolvió escri­birle al Alcalde una carta abierta. Por ese documento vine a conocer que Armenia había tenido un conde. Todo un protagonista de la gracia y el humor, dotado de sabiduría po­pular y predicador de grandes verdades. Gloria ha retirado su libro. Se duele, en su carta abierta, de que los fondos municipales, tan pródigos para las reinas y las cosas pa­sajeras, no hayan alcanzado para la cultura. «Si es cierto –le dice al Alcalde– que ‘la cultura es el alma de los pue­blos’, me veo en la penosa obligación de anunciarle que, en lo que respecta a ese tema, los intelectuales de Ar­menia tocamos a duelo en el primer centenario de la ciu­dad en 1989».

Gloria Chávez Vásquez no consiguió, en su propia tie­rra, la reencarnación deseada. El  Conde del Jazmín ha re­gresado al olvido sepulcral. Pero la autora lo pondrá a caminar en otras latitudes: lo traducirá al inglés y le regará aguas bautismales en los Estados Unidos. ¡Y un mister, así sea el conde paisa Julio César Cardona, va a desentonar por las calles de Armenia!

Los cumpleaños de los pueblos deben dejar hechos cul­turales. No todo debe consistir en emperifollar a las rei­nas y salpicar los festejos de licor y alegres frivolida­des. Gloria tiene razón en su protesta. Me dicen que Armenia editó en sus cien años alguna obra, que no co­nozco, e hizo resplandecer, lo cual es loable, la silueta grata de la ciudad. Pero se olvidó del señor conde. Un pa­sado noble que valía la pena desenterrar.

El Espectador, Bogotá, 15-III-1990.

 

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Petróleo y cultura

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Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

1

En 1985 estuve por primera vez en Barrancabermeja. Descubrí entonces el territorio mítico que siempre había deseado conocer, dura tierra de revoluciones proletarias y soles inclementes, donde los yacimientos petroleros arden a toda hora como infiernos irredentos. El viejo puerto del vicio, la prostitución y el azar tuvo en otras épocas –y esto sorprende a cualquiera– vida inte­lectual. Me extrañó saber que hacia el año de 1947,  cuando allí resonaban los viernes culturales de Gaitán, existía un movimiento de intelectuales, conocido con el nombre de Los Saturnales, que conquistaba la presen­cia de grandes escritores y artistas de Colombia y del exterior, sobre todo poetas de la negrería.

Con el paso del tiempo la prostitución dejó de ser tan airada y peligrosa, aunque también, por los capri­chos de las metamorfosis sociales, bajó la atmósfera cultural. En crónica publicada en este periódico anoté lo siguiente: «El ambiente cultural también se extinguió como si fuera inseparable de la vida bohemia. La mecha se apagó y sería interesante averiguar la fórmula para que la combustión intelectual vuelva a prender».

Regreso ahora, cinco años después de aquel comenta­rio, y encuentro que el puerto, convertido en ciudad populosa y progresista, trata otra vez de encender la llama cultural. Un movimiento cívico, cuya junta directiva está conformada por funcionarios de Ecopetrol, trabaja por dotar a la ciudad de una biblioteca gigante, bautizada ya con el nombre del patricio santandereano Alejandro Galvis Galvis, fundador de Vanguardia Liberal, quien como presidente de la Asamblea Departamental fir­mó la ordenanza de creación del municipio de Barrancabermeja.

Es un proyecto de gran envergadura, como que el cos­to de la construcción y la dotación –en un lote de 10.000 metros cuadrados donado por Ecopetrol y avalua­do en $ 45 millones– se calcula en $ 732 millones, de los que ya se han recibido aportes por $ 262 millo­nes. Esto ha permitido construir los 3.700 metros cua­drados de obra negra que se airean sobre el petróleo ci­vilizador, y que en detalle tuve oportunidad de conocer como una realidad desafiante. Otras donaciones fueron hechas por el Banco de la República, Gobernación de Santander, auxilios del presupuesto nacional, Ministe­rio de Educación y municipio de Barrancabermeja.

Faltan $ 470 millones para abarcar el proyecto total. Ya hay gestiones adelantadas con algunas entidades, sobre todo con el municipio, el que sin duda apropiará es­te año una contribución considerable, y con Ecopetrol, cuyo patrocinio será definitivo para el adelanto de la obra. De todas maneras, es largo el camino por recorrer, pero la junta avanza con tesón para que los trabajos no se paralicen.

Esto es ya un compromiso de Barrancabermeja, y como el petróleo también produce cultura, en poco tiempo, como me lo explicaron el ingeniero Milton Zambrano Mondol y doña Carmen Cecilia Rincón, miembros de la junta directiva, la ciudad pondrá en funcio­namiento por lo menos la primera parte del plan.

Esta sede ambiciosa busca la culturización regional y con ella la convivencia pacífica del Magdalena Medio. La idea de la biblioteca nació en 1987. Al año siguiente se dieron pasos fundamentales para conseguir los recur­sos, y en 1989 se adelantó la construcción. Será un cen­tro cultural de primer orden, dotado de salas de lectu­ra, hemeroteca, mapoteca, sala de informática, sala de exposiciones, sala de música, que competirá con los mejorares del país y se convertirá en un polo de desarrollo alrededor del cual se formarán las nuevas generaciones y se escribirá un hecho sobresaliente: la cultura del petróleo.

2

Entre los personajes memorables que pasaron por Barrancabermeja, cuando ésta era apenas un sitio de li­bertinaje, de mujeres alegres y obreros hundidos en la miseria, se cuenta el poeta chileno Andrés Crovo. Eran los días de las embriagueces cotidianas y los pla­ceres sin fin. Crovo había llegado atraído por el oro negro del petróleo, pero no para disfrutarlo sino para que le quemara las entrañas poéticas ansiosas de emocio­nes tórridas. Por allí, entre guitarras, canciones y aguardientes, conoció a María Elena, se enamoró de ella y la hizo su mujer. Si hubiera alcanzado a verla de mi­nistra, habría sabido que ella sacó de Barrancabermeja la fiebre proletaria.

Por allí mismo habían desfilado Jorge Artel, Nicolás Guillén, Natanael Díaz, Luis Vidales y Manuel Zapata Olivella, entre otros. Pedro Nel Gómez pintó para los obreros un óleo trascendental: Galán hacia el patíbulo. Mientras en el puerto Las Escalas, lugar imprescindible para los placeres baratos, las prostitutas se quedaban con el salario de los obreros y les encimaban las en­fermedades venéreas, el petróleo hervía con arrebatos coléricos.

Un escritor de la comarca, Gonzalo Buenahora, captaría la atmósfera calenturienta en libros como Sangre y petróleo, La comuna de Barranca, Anverso de Barranca y No volveré a Barranca. Muchos años después, en 1983, Jaime Álvarez Gutiérrez publicaría en Méjico una novela de tipo social sobre la vida del puerto, con un título curioso y sin ningún contenido pornográfico: Las putas también van al cielo.

Es ciudad de hondos contrastes sociales y culturales. Mientras el Distrito de Ecopetrol procesa más de 170.000 barriles diarios y abastece el 75% de los pro­ductos refinados y el 90% de los productos químicos que demanda la nación, en los alrededores hay focos de mi­seria.

La ciudad, que se siente desamparada por el gobierno de Santander, persigue mayor independencia administrati­va y financiera. En la legislatura pasada alcanzó a de­batirse una ley que creaba el Distrito Petrolero, pero fue archivada. Hoy avanza la Troncal de La Paz, vía de enorme importancia para el desembotellamiento de la región, la que se intercomunicará con la ca­rretera que conduce a la Costa. Barrancabermeja aspira a quedar como eje de una nueva organización territorial, y desde luego su afán de progreso es legítimo.

Es una ciudad que crece a pasos acelerados. Para el año 2010 su población está calculada en 365.000 habitan­tes. Hoy cuenta con 176 planteles educativos, con 41.000 estudiantes y con 5.000 personas con especialización téc­nica y profesional.

Y quiere la paz. ¿Quién no la desea en Colombia? Al­gún día, piensan sus habitantes, el Magdalena Medio se­rá territorio pacífico y generador de riqueza. Este deseo de convivencia se advierte en dos obras importantes: Universidad de La Paz y Troncal de La Paz. Ecopetrol se mueve sobre todo este conjunto como un coloso de la civiliza­ción.

Barrancabermeja es un hervidero de petróleo y conflic­tos sociales, pero también de cultura. Su tradición pro­letaria ha incitado la vena de escritores y poetas. Apena lógico que se adelante ahora la construcción de una biblioteca pública con costo de $ 732 millones. Esta alianza del petróleo con la cultura será la redención del mañana.

Así le cantó el poeta Aurelio Martínez Mutis:

Barrancabermeja, florida barranca,

me gustas por libre, por ruda y por franca;

te quiero por negra, te quiero por blanca:

es negra mi vieja tristeza escondida

y es blanco el ensueño que alumbra mi alma

El Espectador, Bogotá, 27-II, 14-III-1990.

* * *

Misiva:

En nombre de la junta pro-construcción de la Biblioteca Pública Municipal Alejandro Galvis Galvis hacemos llegar nuestros agradecimientos por mostrarle al país en su columna Salpicón la nueva imagen de Barrancabermeja, gente trabajadora y que lucha día a día por la cultura de esta región del Magdalena Medio. Toribio Rivas G., Barrancabermeja.

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La Ciudad Bonita

jueves, 10 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Un nuevo título ostenta hoy Bucaramanga: el de Ciu­dad Bonita. Desde que se ingresa a ella por el aero­puerto, o por cualquiera de sus vías carreteables, se hallarán a lo largo del recorrido numerosos avisos que le recuerdan al visitante la nueva insignia. Tal vez los bumangueses comprendieron que la antigua Ciudad de los Parques, y más tarde la Ciudad Cordial, no podía dormirse sobre sus laureles. Era preciso re­mozarle el alma y ponerle, como a las quinceañeras, la cara bonita.

En esto de asignar apelativos a los pueblos y ciuda­des juega mucho el ingenio popular. Es un arte de la si­cología lugareña. Hay bautizos de tal impacto y tal pe­netración en la conciencia colectiva, que poseen un po­der mágico para que los actos del conglomerado se muevan bajo la misma inspiración.

Cuando, por ejemplo, se hablaba de Bogotá como la Atenas Suramericana era porque en realidad se había conquistado esa categoría que destacaba a nuestra capi­tal como una de las urbes más cultas del continente. Con el paso de los días quedó borrado ese blasón, y hoy se sabe que Bogotá perdió, como consecuencia de la me­tamorfosis de las costumbres y sobre todo por culpa de los mismos habitantes, ese rótulo insigne. La Ate­nas Suramericana pasó al olvido.

Lo de Ciudad Bonita no es una frase caprichosa. No se hizo para que suene bien. Aquí habría que señalar que los honores hay que ganarlos. Bucaramanga, por su civismo, por su hospitalidad y su hondo sentido de pro­greso, que no son de ahora sino de siempre, viene dando pasos gigantes en el concierto de las grandes capitales colombianas. Ciudad amable, metódica, culta, previsiva del futuro, tiene asegurado un rumbo cierto de desarro­llo. Se ha preocupado tanto por ofrecer eficientes ser­vicios públicos como por mantener aseadas sus calles.

Da gusto llegar a Bucaramanga. En ella impera la ley de la estética. Por doquier se encuentran avisos que in­vitan al orden, al aseo, a la disciplina ciudadana. Los recipientes de la basura no sólo son decorativos sino que prestan el servicio para el cual fueron diseñados. La gente se acostumbró a una regla: la limpieza.

Vive Bucaramanga en permanente afán de planeación. No conoce los sobresaltos de otros lugares. Su acueduc­to y alcantarillado cubre el 98 por ciento de la población. Cuen­ta la ciudad con 70.000 líneas telefónicas, que pronto se ampliarán en otras 28.000, lo cual establece, de acuerdo con la población, uno de los índices de mayor eficiencia del país. La Corporación de Defensa de la Mese­ta de Bucaramanga es la entidad tutelar del saneamiento ambiental, de la erosión, de los barrios subnormales y del acue­ducto y alcantarillado, entre otros objetivos.

Y como la ciudad debe protegerse contra el tráfico pesado que llega de otros sitios, se ideó una vía cir­cunvalar entre Girón y Floridablanca. Esta obra ha sido acometida por el Área Metropolitana, compuesta por Buca­ramanga, Floridablanca, Girón y Piedecuesta.

Siendo un sitio culto que ha sabido prolongar el pasa­do, cuenta con numerosos centros docentes y casas de cul­tura. Una de ellas, la Biblioteca Pública Gabriel Turbay, es de las mejor dotadas y de mayor utilidad que existen en el país. La Academia de Historia de Santander es otro permanente hervidero de ideas.

No hay duda en el apelativo: Bucaramanga es la Ciu­dad Bonita. Su belleza no es sólo ornamental: también se lleva en el alma.

El Espectador, Bogotá, 11-VI-1990.

 

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Homenaje a Germán Arciniegas

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Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

En forma intensa y sin olvidar detalle trabaja la junta organizadora del homenaje nacional que se tributa­rá al maestro Germán Arciniegas el día 28 de febrero en el Hotel Hilton de Bogotá. El país estará represen­tado en el acto. De diferentes regiones vendrán gober­nadores y sus secretarios, rectores y profesores universi­tarios, representantes de academias, de centros de histo­ria y de entidades culturales. El mundo intelectual rodea­rá de aprecio a este milagro de supervivencia que ha en­trado, juvenil y eufórico, en el año que marcará, el 6 de diciembre, 90 campanazos de su existencia creadora.

Germán Arciniegas, el escritor colombiano más traduci­do a otros idiomas junto con Gabriel García Márquez, ha sido el cantor por excelencia del continente americano. América entera, comprendiendo a Estados Unidos y Canadá, es para él cofre mágico de donde ha extraído leyendas e historias fantásticas no vistas por otros escritores. Su pluma castiza, salpicada del humor juguetón y vitalizante de su personalidad, ha creado un continente re­mozado, partiendo desde su descubrimiento hasta los días actuales, donde nada se ha escapado a la penetración del historiador y el humanista. Y le asigna, en uno de sus libros, un título alucinante: El Continente de siete co­lores.

Arciniegas ha descubierto otra vez a América. Su li­teratura americanista encerrada en numerosos tomos y ensayos sueltos ha escrito una gran novela sobre esta tierra de fabulación y maravillas, de sufrimientos y tor­turas, y también de esplendores, que a pesar de apro­ximarse a sus 500 años de vida permanece virgen en muchos de sus inexplorados secretos.

Para él ha sido una obsesión hablar de América. Su primer libro, El estudiante de la mesa redonda, publica­do en 1932, se convertiría en el introito de este tema inagotable. Las primeras palabras del libro abren con optimismo la aventura del descubrimiento:

«Metámonos en la taberna de la historia. Que vengan aquí, a la mesa redonda, y a conversar con el estudiante de Amé­rica, estudiantes de todos los tiempos. Nadie se escan­dalice: nunca tuvimos sitio más decoroso para platicar: siempre en los bodegones, en los desvanes, en las taber­nas nos sorprendieron la muerte o la alborada cuando más henchido teníamos el ánimo de empresas generosas y la emo­ción vibraba en las palabras».

Por esta vocación y esta devoción irrenunciables ha recibido el título preciso: Hombre de las Américas. Otto Morales Benítez, que le ofrecerá el homenaje, recordará, y además demostrará, hasta qué grado el maestro se confunde con la propia tierra americana. Arciniegas es América. Es como un roble gigante que se extiende de nor­te a sur para proteger contra los piratas y los aventu­reros el territorio de los mitos y las leyendas. Terri­torio de esclavos, de tiranías, de imperios derrotados, donde todavía pululan los reyezuelos de sanguinarias dic­taduras tropicales, es al propio tiempo un edén y una en­soñación. Arciniegas lo ventila a los cuatro vientos con su prosa llena de gracia y lozanía.

La pasión de América es para el maestro un estado del alma. El continente le hierve en la sangre y se le suble­va en el corazón. Lo quiere grande y a veces se le desfigura en medio de las reyertas y las ambiciones de la opresión. Su espíritu libre rechaza la esclavitud.

Esta vitalidad asombrosa con que Germán Arciniegas arriba a la edad nonagenaria, como uno de esos bajeles de la conquista americana, se la otorga con creces su espíritu joven. Maestro de juventudes, como que todavía se mezcla con ellas en la cátedra y en las mesas redondas, aquí lo tenemos, pleno de energía, como una reliquia del país.

El Espectador, Bogotá, 21-II-1990.