Armenia en quiebra
Por: Gustavo Páez Escobar
El alcalde municipal, doctor Alberto Gómez Mejía, puso de presente en la inauguración del Concejo la crisis financiera que afronta su administración. No es noticia nueva. Bien vale la pena que se tome mayor conciencia del problema y se defina la estrategia necesaria para superar ese estado de quiebra.
Habla el Alcalde de un déficit mensual y crónico de $ 600.000, coyuntura que significa un freno para el ejercicio fiscal, el que, de no solucionarse, continuará desmejorando la buena imagen de esta capital que merece mejor suerte. Nula puede considerarse la función de la entidad en permanente bancarrota, que escasamente alcanza a cubrir los gastos de la burocracia.
El saqueo de los bienes públicos, que menciona Gómez Mejía en su mensaje al Concejo, es uno de los graves lastres que afectan a la administración desde hace muchos años. Es una afrenta pública sobre la que de vez en cuando alguien se pronuncia, se escandaliza y hasta intenta medidas correctivas, sin que el cáncer deje de avanzar. Las noticias locales dan cuenta de los desfalcos, los despilfarros, las triquiñuelas de todo orden como funcionarios inescrupulosos atentan contra los bienes municipales.
A veces se conocen los nombres de esas personas, a quienes más tarde vemos encasilladas en otros predios. Se pone el grito en el cielo cuando alguien comete un peculado, pero poco es lo que se hace para prevenir, resguardar y mantener la moral pública.
Tanta culpa puede haber en el acto físico de la piratería como en la tolerancia que permite el desorden administrativo y contable. A las situaciones de bancarrota, sean financieras o morales, se llega por etapas, nunca de sopetón. Un peculado es el resultado, en no pocas ocasiones, del desgreño imperante en el rodaje de la administración. Bien es sabido que el municipio de Armenia adolece de serios defectos de estructuración que entorpecen los mecanismos necesarios para que los asuntos públicos se manejen con prudencia y eficacia. Aun los propósitos más sanos suelen naufragar en medio de estos laberintos donde la gente no sabe para dónde camina.
Ha llegado la ciudad a su peor crisis económica. La tesorería ya no responde ni a los bancos ni a los particulares, y casi ni a sus funcionarios. Es el momento del gran viraje. Se necesitan medidas extremas, capaces de darle un vuelco a la oxidada maquinaria. Es indispensable ponerle freno a tanto despropósito, a tanta politiquería, a tanta inmoralidad. Habrá que comenzar por arreglar la casa por dentro.
Conseguir sistemas contables modernos, depurar las costumbres, inyectar técnicas funcionales, enseñar a los empleados buenas maneras e inculcarles sentido de servicio público son apenas unas maneras de destrabar el rompecabezas.
Tenemos una encomiable voluntad en el joven burgomaestre, a quien acompaña una nómina de colaboradores empeñados igualmente en prestarle su servicio a la ciudad. No puede perderse el esfuerzo de este equipo dispuesto a acometer la tarea de reconstrucción del andamiaje carcomido.
En el Concejo ocupan puesto cuatro ex gobernadores: Ancízar López, Jorge Arango Mejía, Jesús Antonio Niño Díaz y Rogelio González Ceballos. Son personas de altos atributos cívicos y conocedoras de las dolencias de la ciudad capital. A ellos debe dolerles esta postración de Armenia. Su ubicación en el Concejo, más que un honor, que de todas maneras lo es, y que un rótulo político, debe entenderse como el reto que les presenta la ciudad para que no dilapiden esta hora histórica que reclama grandes capacidades de servicio publico.
Satanás, Armenia, 22-IV-1977.