Inicio > Temas femeninos > Los riesgos de la gordura

Los riesgos de la gordura

domingo, 16 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Elizabeth Taylor, la otrora despampanante diosa de la sensualidad y la seducción, no pasa de ser hoy una regordeta cuarentona que, por no cuidar su figura, está a punto de perder su nuevo marido. Es el octavo o el noveno de una serie que ella aumentaba caprichosamente, al mismo tiempo que se daba el lujo de protagonizar grandes escándalos, y que si esta vez lo pierde, no será por sus coqueteos con otro hombre sino por efectos de su descompensada anatomía.

Sus ojos de gata, con los que excitaba a la humanidad desde un tejado caliente, lanzan los mismos destellos voluptuosos aunque ya no enloquecen a los hombres porque se quedaron sin el complemento indispensable de la figura armónica. Se ha vuelto, incluso, más pequeña y más pectoral, lo que la hace más voluminosa y se convierte en impedimento para despertar los entusiasmos eróticos de otros días.

La pobre Elizabeth ha descendido de su cúspide y hoy escasa­mente es noticia en las páginas escondidas de los perió­dicos. Ya no es símbolo del sexo y va camino de la decadencia, en plena madurez y cuando la mujer suele ser más atractiva, por haberse dejado ganar de la gordura.

Sí Rubens viviera, tal vez la tomaría como modelo para una de sus figuras pasadas de carnes, pero no estamos en la época en que la mujer, para estimular apetitos, se entregaba a los placeres de las golosinas y los platos suculentos. El mundo cambió de moldes en relación con las medidas femeninas y rechaza, por indeseables, las siluetas pesadas. Quiere que la dulce dominadora del hambre sea como una espiga, como un susurro del viento, y por eso no le perdona a la Taylor que se haya dedicado a consumir más proteínas de la cuenta.

Algún día ingresó en secreto a la sala de cirugía del hospital, en demanda de los recursos de la ciencia para disminuirse las proporciones de sus senos perturba­dores. Logró que el cirujano le rebajara algunas redondeces y todos quedamos satisfechos al verla salir con los mismos faros luminosos con que en sus películas y en su vida privada les ponía cuernos a sus maridos.

Ella contaba hombres en su galería de aventuras como pasando tragos sabrosos y se imponía lujos extravagantes, de diosa y de dictadora, al suponer que su seducción no terminarla nunca. Un día apareció como la avasallante Cleopatra y cautivó a la humanidad como la mujer fuerte y majestuosa ante quien todos se rendían.

Quizás se acostumbró a ese papel y a muchos más de su pantalla magnética, y descuidó su figura corporal. Hoy, cuando le sobran 15 kilos para rodar una película, pone sus manos sobre sus adorables contornos de otros tiempos y se siente desilusionada con la abundancia de carnes. Más que acomodarse a las exigencias del productor cine­matográfico, pensará en su octavo o noveno marido que debe de hallarse listo para la huida.

Ella, tan acostumbrada a ser infiel, no entenderá hoy la infidelidad por parte de su acompañante y por eso desea y busca un nuevo cirujano que vuelva estética su figura. La hipófisis, la glándula endo­crina que le ha producido demasiadas hormonas, es su mayor preocupación y luchará contra ella para conservar su pode­río.

Es posible que lo consiga. Muchas mujeres del mundo querrán también hallar la misma solución. Y es que la gor­dura, en estos tiempos de la brevedad, es el mayor enemigo de la mujer. También del hombre. Unos, con el corazón grasoso, ven la muerte a todo momento; otros, más optimistas, de todas maneras se sienten desgar­bados. Y la mujer, más penetrante, sabe que el amor con grasa no existe.

La Patria, Manizales, 17-I-1981.

 

Categories: Temas femeninos Tags:
Comentarios cerrados.