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Bonanza cafetera en tres actos

domingo, 16 de octubre de 2011

Humor a la quindiana

Por: Gustavo Páez Escobar

Características: Heladas en el Brasil. Copiosa producción de los cafetales en el Quindío. Mucha plata en los bolsillos, mucho carro nuevo, mucho viaje internacional… La cuadra de tierra sube de $ 60 mil a $ 350 mil. Una casa en Armenia aumenta de $ 700 mil a $ 3 millones. Por las calles: locos, bobos, marihuaneros, atracadores.  En los prostíbulos: orgías, billetes desbordados, bailes de la pluma, lucro  alocado de la carne, arrebatos, muerte… Armenia se vuelve la ciudad más cara del país. Para este cronista, que no tiene café, la bonanza es distinta. Veámosla.

1

…Una tarde marcho con mi mujer y mi hija mayor rumbo a la casa. Mientras mi  hija compra el pan, los esposos permanecen en el carro, cavilando bajo el esplendor de una tarde que se muestra apacible pero que va a tener sorpresas. Un muchacho de unos 20 años desciende trotando por la avenida con dirección al carro. Algo le fascina: es el cuello de mi esposa, que relampaguea. En el momento menos esperado, el muchacho se lanza como un canguro. Aprieta y  aprieta. Comienza a faltar la respiración de la garganta asaltada. Los puños del marido no son suficientes: parecen caricias en la cara del atracador. Tampoco hacen nada las uñas de la esposa: apenas le producen cosquillas.

Finalmente, el atracador cede. Echa mano a una gargantjlla y a un reloj. Emprende la fuga, con los ojos extraviados. El marido corre en persecución del pillo. Son actos de valor que de vez en cuando a uno le nacen, por absurdos que sean. La­mentablemente los cementerios están llenos de esta clase de ímpetus. Me deslizo por una calle empinada, como un huracán. El malhechor me reta con la mirada… De pronto el mundo se me viene encima, o mejor, yo me estrello contra el mundo. Para proteger la cabeza, saco el hombro. Todo el organismo cruje. Más tarde hay intervención quirúrgica…

La policía le encuentra al asaltante estos “detalles” en una rápida requisa: indocumentado, marihuanero, un cuchillo hechizo, de pelar marranos (el marrano era yo, por supuesto), reclusión carcelaria en la cárcel de Pereira por lesiones personales… Su nombre: Fernando, hijo de Teófilo y Alicia. Nacido en Salónica (Valle). ¿En dónde queda Salónica? ¿Un corregimiento, una vereda? Sigamos. No hay tiempo que perder. Población trashumante…

2

…Veinte días después un amigo se conduele de mi retiro. El matrimonio sale para Pereira. Hay euforia, solidaridad, buen apetito. El almuerzo, estupendo. La conversación, maravillosa. El hombro, regular. Ya de regreso por la carretera entre Pereira y Armenia, un fuerte impacto  trastorna por completo la alegre marcha. Un loco, cuya diversión era tirar piedra a los carros, hace blanco en la cabeza del escritor. ¡Pobre cabeza, al fin localizada! Los pañuelos no son suficientes para detener la sangría. La ma­teria gris sale a torrentes. Se desintegran las ideas. Hay angustia y confusión.

A grandes velocidades volvemos a Armenia, la tierra prometida, tierra de bonanzas y espejismos. El herido exhala primero un lamento, hace luego una mueca y finalmente se dobla como una billetera. Entra en convulsiones. En medio de ellas, aunque no se crea, se acuerda de Luis Vargas Tejada, el de Las convulsiones literarias. El loco se le desdibuja entre tinieblas. En Armenia, hay alarma médica y ciudadana. El cráneo está perforado. La imaginación vuela entre ca­fetales. Alguien redacta mentalmente el mensaje de condolen­cia.

El loquito –mejor, el locazo: 1.90 de estatura y fuer­zas de gigante– continúa jugando a las pedradas. A nadie más le acierta. Ya es bastante con el escritor, ahora manco, tuerto y mudo… Pero éste va volviendo en sí al cabo de las horas, aunque con los cables cruzados. Los rostros le bailan en la retina. Ve fantasmas y habla cosas absurdas. Le duele el café, perdón, el cerebro. Cuando los cirujanos se aprestan a trepanar, la esposa se rebela. Prefiere el “coco” sellado. El lesionado patalea y no se deja. Se da incluso el lujo de pensar, lo que desconcierta a los médicos Uno de ellos guarda rápido el martillo y el serrucho.

Días después hay vuelta al hogar –¡dulce hogar!– con el cerebro aporreado, el brazo fracturado, la cara amoratada, el cuerpo desnutrido, las ideas delgadas, pero con la mente limpia y el corazón contento…

3

Destorcida: El precio de la cuadra cafetera vuelve a descender  También el de las casas. Pero no hay compradores. Se reducen los viajes al exterior. Y otra vez el endeudamiento, y la especulación, y las peleas con el ministro, y el sobregiro en el banco… El costo de la vida se queda donde había llegado, y sigue trepando.

Como el escritor-periodista no tiene finca cafetera, debe estar quebrado. La lógica no puede fallar. ¿O qué creen ustedes? Vuelve, de todas maneras, a pensar. Años después siente bien conectados los cables. No tiene una mata de ca­fé, pero sí un grato aroma para los drogados y los tirapiedra. ¡Manes del destino!

No se ha logrado que desaparezcan los locos, los bobos, los marihuaneros, los atracadores… Hay permanente intercam­bio de estos especímenes, por las noches, con las ciudades ve­cinas. Pero al día siguiente amanece aumentada  la población de Armenia por obra de las mayores remesas de locos que llegan a la ciudad. Hay un bobo simpático e inofensivo, con vértigo de velocidad, que a todo momento recorre la avenida a toda prisa. A otro le gusta el desnudismo. Un loquito goza manoseando a las damas, y no debe estar tan loco si no hace lo mismo con los hombres.

La bonaza se fue, se evaporó. Sólo quedan recuerdos. Creo que hubo más aporreados que beneficiados. Cada cual la pasó como pudo. Este cronista vivió intensamente el «furor» de aquellos días y ha sobrevivido, gracias a Dios –y por fortuna sin necesidad del serrucho y el martillo del médico– para escribir su propia versión. Queda con cicatrices, pero también con meda­llas invisibles en el alma.

El Espectador, Bogotá, 16-II-1982.

 

 

 

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