Un gobernador eficiente
Por: Gustavo Páez Escobar
A Mario Gómez Ramírez no se le veía garra de hombre público antes de ser gobernador del Quincho. La tenía bien guardada, porque luego de quince meses de laborioso trabajo en su departamento se baraja su nombre como opción electoral para un futuro no lejano.
Vinculado a la empresa privada, conquistó diferentes posiciones hasta llegar a la gerencia de los Almacenes de Depósito del Banco Industrial Colombiano. Allí lo sorprendió el presidente Turbay con el honroso nombramiento.
Conoció desde bien joven los rigores de la vida bancaria y supo que si las cifras son duras, es disciplina que forma la personalidad y enseña a ser útiles. Iniciado en sencillo oficio en el Banco de Colombia de La Tebaida, su tierra natal, con el correr del tiempo ostentaría la más alta distinción oficial del departamento.
Su nombramiento causó impacto. Si la norma general es que un gobernador sea político, Mario Gómez Ramírez, ejecutivo de la empresa privada, iba a contradecir la regla. Venía respaldado por una sólida experiencia y un don innato de hombre cordial y emprendedor. La gente, que vio acertada la designación, lo rodeó con solidaridad y así se lo demostró en acto de respaldo popular, reforzado con la presencia de destacadas figuras nacionales. A poco andar, ya se tenía evidencias de un mandato ejercido con equilibrio y firmeza, donde se demostraba el servicio a los intereses comunes.
Los políticos de la región se encontraron con un estilo diferente, y si bien todos no podían aceptar el experimento, máxime cuando no alcanzaba para todos el reparto burocrático, terminaron reconociendo una administración honesta y dinámica. No faltaron los problemas y las oposiciones, pero él los sorteó con inteligencia y cabeza fría.
Las obras públicas se vieron impulsadas con la vigorosa ejecución de quien, consciente de las trabas oficiales, se convirtió en gestor de auxilios y no desperdició ocasión para mover los resortes del alto Gobierno en la difícil empresa de conseguir el progreso regional. Fue un gobernador atento a las necesidades de la comunidad. En ocasiones tuvo que moverse con dificultades entre las marañas políticas, pero con ánimo sereno.
La cultura, que no siempre es afán de los gobernantes, se vio favorecida más allá de lo prometido en el discurso de posesión. Tierra de escritores y poetas, ha estado marginada del apoyo oficial. El primer concurso nacional del cuento, patrocinado por Gómez Ramírez con la asesoría de Clarita Botero de Arias, directora de Cultura, resultó un éxito. En la Plaza de Bolívar dejó el Monumento al Esfuerzo, de Rodrigo Arenas Betancourt, como obra imperecedera.
Su remoción como gobernador tomó de sorpresa a los quindianos. Al no lograr complacer a todos los grupos políticos se crearon algunas dificultades que determinaron su retiro. No es del caso detenernos en tales incidencias. Pero es justo resaltar los aciertos del gobernador eficiente que después pasó a ocupar la gerencia de la Corporación Financiera del Transporte, donde habrá de prestar, como se espera, positivos servicios al país.
La Patria, Manizales, 26-II-1980.