El doctor Ovidio
Por: Gustavo Páez Escobar
No logro imaginarme a Ovidio Rincón disfrutando a gusto de su doctorado honoris causa. Sé que si de él hubiera dependido, jamás habría sido posible ese título. Y es que el nuevo doctor en ciencias de la literatura es hombre sencillo en el más amplio sentido del término. Ha huido de los honores y ha hecho de su vida la más elocuente parábola de la modestia. Para ser humilde no se requiere decirlo sino demostrarlo. Quizá en eso se distinga el ser superior del mediocre.
Por espíritu superior ha de entenderse aquel que se esconde a los oropeles de la vanidad y no se deja convencer de nombradías efímeras. Sólo vive en función de su mundo interno, de sus potencias ocultas. Suele dudar de sus capacidades y hace de la sorpresa la mayor interrogación sobre lo que a él se le antoja que son sus propias ignorancias. Dudar es camino seguro que conduce a la sabiduría.
Conocida reticencia para buscar y entender los honores, lejos de alejarlo de la ponderación con que los demás califican su obra, más significación le hace ganar, sin que él lo intente ni logre evitarlo. El reconocimiento público, que con tanto juicio se ha pronunciado acerca de la trayectoria de Ovidio Rincón como escritor y periodista, no consulta, no puede consultar, el querer del elegido para dispensarle o no los títulos que tiene conquistados.
La Universidad de Caldas, vocero respetable de la región, recoge el general beneplácito para honrar la realización de esta vida consagrada al cultivo de la inteligencia. Es justa la decisión, porque el mérito es grande. Lo mismo ocurre con Adel López Gómez, otro ejemplo de superación, como sucedió en el pasado con Jorge Santander Arias, «uno de esos genios que nacen por generación espontánea, uno de esos cultores del espíritu que entran solos en el campo de la inmortalidad, sin ostentaciones ni el apoyo de caducos pergaminos». Con estas palabras puse, en 1974, a recorrer las empinadas calles de Manizales a Santander Arias con su difícil doctorado a cuestas, como parece que ahora ocurrirá con Ovidio Rincón, que mucho daría porque no lo hubieran graduado.
Ovidio Rincón, cantor de la aldea colombiana, nació poeta para justificar la vida. La provincia, con sus miserias y grandezas, ha sido ensalzada en su prosa galana y recursiva. El poeta sacude su emotividad cuando ve declinar la tarde y escucha el tránsito del arroyo, ese arroyo que refrescó su niñez con aguas límpidas.
No se resigna al modernismo y lamenta que vientos deteriorados se lleven la plaza reverdecida y atropellen la tupida vegetación de los campos. Llora con el camino veredal que languidece entre inercias, sin nadie quien lo defienda. Sigue con mirada nostálgica la extinción de los símbolos que otrora eran faros en su provincia lejana, para ser hoy rezagos de algo que se borra de manera implacable. Y es que el poeta nació con la aldea meciéndole el alma y no puede estar sino allí, entre los suyos, atizando los recuerdos para que no se desmoronen al igual que las piedras de sus caminos ya borrosos.
Periodista magistral, se untó de tintas y de prisas reporteriles desde bien joven. Hurgó aquí y allá para extraer el secreto del oficio que no puede practicarse sino con temperamento. Supo que el periodismo es vocación y sangre, y nunca renunció a su destino. La noticia fugaz, el enfoque cívico, el clamor social, nada se ha escapado a su agudo escalpelo. Desmenuza con igual maestría el acaecer frívolo que la encopetada incidencia económica o el profundo zarpazo del dolor humano.
Alguna vez le dio por extraviarse en los entresijos de la política, pero solo para buscar la redención del hombre. Fue político honrado. Por fortuna, regresó a sus viejas toldas. Ahora lo sorprende un doctorado inconsulto. No se le podía pedir permiso, si su temperamento es reacio al aplauso. El honor se gana, no se asalta, y bien está que la Universidad de su tierra le entregue, no importa si casi a la fuerza, este laurel que es mucho más que el simple doctorado.
La Patria, Manizales, 18-III-1980.
Eje 21, Manizales, 19-VII-2015.
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Comentarios:
Conocí y naturalmente leí a Ovidio Rincón. Nunca hablé con él. Estuve muy ligado a La Patria pues Tomás Calderón (Mauricio) era mi tío abuelo y dirigía la Página Universitaria con otros amigos como Mario Calderón Rivera y Rodrigo Marín Bernal, ambos fallecidos. Me gustó mucho tu artículo por ser una semblanza verdadera de Ovidio Rincón. Alberto Gómez Aristizábal, Cali, julio/2015.
Magistral homenaje que rescata la memoria de un hombre íntegro y de gran valor humano e intelectual. Gloria Chávez Vásquez, Nueva York, julio/2015.