Dignidad y servicio
Por: Gustavo Páez Escobar
Es un hecho meritorio el de la antigüedad en el trabajo. Se dice que quien persevera llega lejos, lo cual es verdad, pero solo en parte, porque de nada servirá hacernos viejos en una institución si no hemos sabido aprovechar las sabidurías del diario vivir para forjar un destino digno y vivificante.
Cumplir etapas de servicios debe ser algo más que acumular años. Los años se pueden poner unos detrás de otros sin que logren hacernos ni más importantes ni más experimentados. Una vida solo vale la pena cuando va orientada hacia nobles ideales y se cumple con la conciencia tranquila y el ánimo dispuesto a superar obstáculos y conseguir realizaciones.
En este mundo propenso a la liviandad y tan engañado por los oropeles de una época sin demasiadas exigencias, ser hombres de bien no es fácil. Vencer la mediocridad y elevarnos a plano destacado; romper el cerco de lo superficial para adquirir una personalidad estructurada; no resignarnos con vegetar sino alegrarnos con producir acciones fecundas, y en definitiva, ser útiles a la familia y a la sociedad, debe ser la verdadera meta del hombre.
Bien está que mencione estos ingredientes como primordiales para el auténtico hombre de empresa. De nada valdrán ni los estudios profundos, ni el brillo social, ni el bolsillo próspero, ni el talante personal, si se carece de ética y afán de servicio.
Reclamo estas virtudes al llegar a mis 25 años de dedicación al Banco Popular. Lo hago con modestia y con la íntima satisfacción que depara el trabajo honesto, leal y combatiente. Ha sido dura la faena, pero vitalizante por haberla desarrollado con ánimo sereno y resuelto, lo mismo en la hora adversa que en la afortunada. La actividad bancaria exige temple y convicción para que sea valedera.
No es con vanidad que hablo en nombre propio. Es con la sana intención de hacer un acto de fe en la empresa. El momento es oportuno para invocar los principios que gobiernan cualquier sociedad bienhechora.
El Banco Popular sobresale por la probidad de sus funcionarios y la rectitud de su labor, dentro de una etapa compleja y sujeta a la agresividad de una competencia aguda. Con todo, se ha mantenido firme contra las desviaciones por haber aprendido a desempeñarse en franca lid, con la ventaja de que la gente cree en él, en sus postulados y en sus directivos.
Si ha conocido los recios temporales, es para impulsarse más. El timón está en buenas manos, doctor Francisco Gaviria Rincón. Usted conoce los secretos del oficio. Hay confianza en usted y en su equipo de colaboradores.
Las cosas fáciles no son norma de vida. El significado de vivir está en el esfuerzo creador. Sólo en la lucha el hombre se forma y adquiere dimensión. El hombre es el mayor capital de la empresa. A él le rindo mi mejor tributo en esta ocasión. Humanizar la empresa es mirar por nosotros mismos. La máquina es hábil para hacer números, pero torpe para tener sentimientos.
Satisfecho de coronar esta etapa de servicio, veo que la vida no ha pasado en balde. Ha habido incluso tiempo para explayar el pensamiento, logro nada común en este oficio dominado por las cifras y los sobresaltos. Es para mí enaltecedor, y lo proclamo con legítimo orgullo, haber ejercido el arte de la escritura en un medio que no es el más propicio para esta clase de afanes.
No todos entienden que sólo con disciplina es posible entrelazar la literatura y las finanzas. Llegar a las páginas de los periódicos y ser autor de libros y de inquietudes intelectuales no es incompatible con la dura labor bancaria si hay voluntad para salir del montón. Si este ejemplo de tenacidad sirve para mover otros entusiasmos, queda como motivo de reflexión. Serán los hijos los que más sabrán apreciar en el tiempo lo que valen la dignidad y el servicio.
Mensajero, Banco Popular, abril de 1980.