La Historia contra la pared
Por: Gustavo Páez Escobar
El doctor Juan Zuleta Ferrer, director de El Colombiano, periodista por temperamento y formación, recorre la historia contemporánea del país en los vibrantes editoriales escritos a lo largo de los últimos cuarenta y ocho años. La Biblioteca Pública Piloto de Medellín, bajo acertada y altruista gestión de Alejandro González, ha querido enaltecer la trayectoria de uno de los periodistas más brillantes de Colombia al recoger en libro los editoriales con que este hombre de ideas y fieros combates viene participando en el juego de la democracia.
La Historia contra la pared, título del libro que define el carácter del autor, expresa los alcances de un periodismo independiente y constructivo, que diferente a tantos estilos que se consumen por el arrebato de las pasiones o la ausencia de bagaje intelectual, se mete en la propia Historia para enjuiciarla y buscarle grandeza. Zuleta Ferrer, censor implacable de todos los gobiernos, oficio duro y enaltecedor que muy pocos saben ejercer, ha fustigado con su pluma acerada los actos públicos que se apartan de la moral y no satisfacen las necesidades de la comunidad.
Y ha sido, sobre todo, defensor incansable de la soberanía de Antioquia, a la que todos los días quiere más grande, sin importarle las asperezas de la lucha ni las dimensiones del enemigo, y siempre con la lanza en ristre para atacar el centralismo del país y propugnar el vigor de la provincia.
Condición muy especial de Zuleta Ferrer ha sido su vigoroso regionalismo, pero no el ciego egoísmo que tiene frenadas a muchas ciudades, sino el sano afán de superación que estimula el amor a la tierra natal. Como lo expresa el doctor Carlos Lleras Restrepo en el prólogo del libro, “Juan Zuleta ama a Antioquia porque siente y cree que esa es la mejor manera de amar a Colombia».
Fue Lleras Restrepo uno de los blancos que encontró Zuleta para lanzar sus dardos contra la descentralización de poderes y que lo llevó a escribir uno de sus más célebres editoriales, El espíritu de los diez mil rostros, definida así por Zuleta la actividad del expresidente en el Palacio de Bogotá, asimilando la leyenda oriental sobre Confucio. Le hace a Lleras un homenaje que destaca la vigilancia del estadista sobre la accidentada vida colombiana, y protesta por tanta concentración de funciones que no permiten al gobernante abarcar la totalidad de los problemas.
No se equivocó Zuleta Ferrer en la comparación, como que nueve años después de escrito el editorial, este espíritu de los diez mil rostros llegó hasta Medellín a testimoniar su admiración al periodista grande de la Montaña. El doctor Lleras Restrepo, temible en la lucha, lo mismo que generoso en el reconocimiento, exalta la importancia de su adversario de otras épocas y admira su temple, su claridad de pensamiento, su aporte al progreso de Antioquia y, sobre todo, la dignidad de su persona y el significado de sus causas. Medita Lleras en la omnipresencia presidencial y lleva a Antioquia tesis novedosas sobre el descentralismo o «federalismo moderno» y sobre la redistribución de fuerzas políticas –sin crear nuevos partidos–, temas de actualidad que habrán de ser motivo de reflexión para las clases dirigentes del país.
La vida del doctor Juan Zuleta Ferrer da para muchos comentarios que se ven limitados por la brevedad de esta nota. Como periodista de tiempo completo, sin vacilaciones y con la fe encendida en sus creencias, su voz se ha hecho sentir en el panorama de la nación. Distante del sectarismo, ha cumplido jornadas vehementes de auténtica democracia. Al hombre de convicciones hay que respetarlo.
La prensa colombiana se siente orgullosa con un órgano de la valía de El Colombiano. Es la biblia de los antioqueños. Sus páginas han sido honradas por plumas muy prestantes. Un Otto Morales Benítez o un Belisario Betancur, militantes en partidos contrarios pero hermanados en el tiempo, en el temperamento y en sus afanes patrióticos, y ambos presidenciales para bien de Antioquia y de Colombia, son algunos de los hombres notables que han pasado por los registros de El Colombiano.
La Historia queda frente a la pared al repasar los escritos del periodista que ha sabido pulsar el alma colombiana. El periodista, testigo de la Historia, debe ser también crítico de su tiempo y no conformarse con el papel de simple informador. Además de criticar los sucesos reprobables, el periodista debe ayudar a escribir la Historia de los pueblos.
La Patria, Manizales, 19-VIII-1978.