La escoba de don Raúl
Por: Gustavo Páez Escobar
Raúl Mejía Calderón, alcalde de armas tomar, antes de emprender grandes obras ha comenzado por ordenar la casa. Salido de la empresa privada y apenas prestado por la Compañía Colombiana de Seguros, que no quiere deshacerse de uno de sus funcionarios más competentes, sabe que un organismo marcha mejor si está bien lubricado.
Como paso inicial de la Alcaldía que proyecta con la seriedad y la dinámica que le son características, puso a los armenios a barrer las calles, con él a la cabeza. Todos le obedecimos, porque un alcalde armado de buena voluntad es algo respetable. La ciudadanía, cansada de la mugre y urgida de orden en sus vías y en sus costumbres, respondió en forma entusiasta al llamado cívico. Un desfile de escobas demostró cómo se hace solidaridad, y apenas en dos horas de reto al desaseo la ciudad quedó estrenando cara nueva.
Los habitantes de la ilustre urbe amanecimos al día siguiente con la sensación de las sábanas limpias, uno de los placeres gratos de la vida. Otros aires soplaron en el ambiente contagiado de impurezas callejeras, con tanta efectividad, que la gente, a pesar de los problemas que agobian la sufrida vida urbana, comenta con optimismo el milagro que ha hecho la escoba de don Raúl.
Podría decirse que un escobazo bien dado es capaz de despertar la conciencia de la colectividad. El pueblo, lo mismo en Armenia que en cualquier municipio colombiano, es receptivo al progreso desde que encuentre quien lo motive. Y en esto de civismo, Raúl es un maestro. Salta a la primera posición municipal movido por su irresistible deseo de servir. Hombre práctico y ejecutivo garantizado, piensa inyectar a los abruptos mecanismos oficiales, que también conoce, algo de la dinámica y la eficiencia con que ha actuado en otros terrenos.
Se comenta que el mayor acierto, para comenzar, de Mario Gómez Ramírez, el gobernador sorpresa del Quindío que está demostrando magníficas dotes de talento administrativo y de olfato político, fue el nombramiento de Raúl Mejía Calderón como alcalde de Armenia. Manejar a Armenia es labor compleja, y eso lo sabe muy bien el distinguido antecesor, Alberto Gómez Mejía, que cumplió una obra importante.
Con esas cabezas visibles, don Mario y don Raúl, dirigentes de la actividad privada y expertos administradores que compiten por hacer progreso, ha quedado constituido un engranaje de lujo. El Quindío se siente bien gobernado, aunque sorprendido por haber perdido un ministerio y otras posiciones destacadas en el alto Gobierno. Espera ser llamado a colaborar en los programas nacionales como justo reconocimiento a esta zona decisiva para la economía del país.
Digamos para terminar y antes de que se alborote la vena regional, que la escoba de don Raúl es símbolo de trabajo, que debe servir de ejemplo a la nación. Se necesitan funcionarios con escoba en mano para impulsar la administración pública. Aseo, orden, disciplina, conciencia limpia debieran ser las primeras enseñas antes de pregonar ambiciosos planes que no se cumplen. Don Raúl, nuestro alcalde, dice que después de la operación escoba y de remendar huecos y curar endemias locales, seguirán los rompecabezas financieros, para los que también es hábil. Está comprometido a no dejar acabar el agua, ni la luz, ni la paciencia de sus súbditos. Loado sea Dios en esta hora de tinieblas.
Esta escoba, que ojalá se imitara en todas partes, no es para acabar con todos, como es la costumbre colombiana. En Armenia quedó prohibido barrer hacia la calle. Hay que barrer adentro, donde está la calentura. El día en que el país lograra estabilidad en los cargos públicos, habría mayor eficiencia. Las soluciones no son tan difíciles. Falla el sentido común y por eso vamos como vamos.
El Espectador, Bogotá, 4-IX-1978.