Inicio > Panorama nacional > Una ciudad en apuros

Una ciudad en apuros

lunes, 3 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

El Dane, una de las mayores mentiras que hay en Colombia, le “inventó” a Armenia menos de ciento cincuenta mil habitantes en el ultimo censo. No valieron las protestas que por todas partes se dejaron sentir para tratar de persuadir a los computadores de una realidad que no puede ser más evidente.

En efecto, la pujante capital del Quindío no podía haber disminuido frente al censo anterior y, bien por el contrario, resultaba visible que había aumentado en forma considerable.

No sabemos cuántos habitantes tiene en realidad Armenia. Se desaprovechó una oportunidad excepcional. Pero a ojo de buen cubero, bien puede estimarse que el número es cercano a 300.000. Acaso superior.

Las calles de la ciudad, cada vez más estrechas para albergar a este enjambre en que se ha convertido la plácida villa de años atrás, reflejan un nervio populoso que rompió el cordón umbilical que la ataba a su fisonomía aldeana.

Hoy en Armenia todo es insuficiente. Los servicios públicos se quedaron atrás frente al empuje de una urbe que pide más todos los días. La luz, sometida hace poco a reducciones permanentes, alumbra todavía, pero no lo suficiente, y a cualquier momento se verá castigada por redes y equipos deteriorados que no se han renovado a tiempo. Los teléfonos se acabaron. Solo se consiguen en el mercado negro a $ 20.000 o $ 25.000 (a lo que el explotador quiera imponer). El agua llega a las residencias con lentitud, con parsimonia, como filosofando en medio de tantas dificultades.

Las calles y avenidas (¿cuáles avenidas?) no tienen orden ni control. Los vehículos ruedan atropelladamente tratando de abrirse paso por entre el endiablado tráfico que está acabando con la paciencia ciudadana. Ruidos, estrépitos, enredos callejeros son el signo cotidiano de esta ciudad desvertebrada.

Las motocicletas retumban en el ambiente con su estruendo insoportable. El policía de la esquina prefiere distraerse con los contornos femeninos. Las autoridades discurren, mientras tanto, con las cifras que no alcanzan para pagar los sueldos. El director de la cárcel devuelve los presos ppues el municipio no paga la alimentación.

Calles y andenes están incompletos y deformados. Hay huecos por todas partes. Los pedigüeños y vendedores de lotería no dejan la vida en paz. La carrera 19, por donde debería desplazarse el tráfico pesado, permanece cerrada. Sobre la vía pública se tiran materiales de construcción. Las basuras se riegan olímpicamente por doquier.

Los locos hacen de las suyas con los incautos transeúntes que no saben cómo defenderse y que tampoco tienen quién los defienda. Se dice que de otras ciudades nos depositan cargamentos de locos expertos en maltratar a la gente y en protagonizar espectáculos de nudismo.

La ciudad no respira. Está ahogada entre graves crisis. La prostitución, la delincuencia, la desocupación van en continuo aumento. Es un maremágnum que se salió de cauce. La ciudadanía pone el grito en el cielo. Pero no se escucha en medio de tanta confusión. Pocos meses atrás, el Alcalde entusiasta ofrecía remediar tanto desgreño. Pero los problemas crecen.

El horizonte se ve oscuro. No podemos siquiera echarle la culpa al Dane por no   habernos contado bien. Todos somos conscientes de que Armenia, con Dane  o sin él, es una realidad viva que reclama ingentes esfuerzos para sobrevivir. Las soluciones, por lo pronto, no se ven.

Satanás, Armenia, 23-VII-1977.

* * *

Respuesta del Alcalde:

Su comentario Una ciudad en apuros es una radiografía amarga y pesimista de la situación real por la cual atraviesa nuestra ciudad. Pero es también inexacta. El problema medular que es causa de muchos otros consiste  principalmente en que el ejercicio de la política corresponde a una clase muy reducida y que los gobernantes trabajan, por lo mismo, aislados y distantes de los ciudadanos y de las realidades sociales.

El pro­blema de Armenia no es un problema del ciudadano que está transitoriamente desempeñando la Alcaldía, o de aquel que la ocupó hace veinte años. Es un problema de todos. Ha habido, es cierto, falta de seriedad administrativa, de­sorden y principalmente de­terioro del principio de auto­ridad. La ciudad tiene uno de los más vigorosos índices de crecimiento urbano del país, y está ubicada en medio del sec­tor de la producción en mayor expansión de la economía colombiana. La consecuencia de uno y otro fenómeno es la indisciplina social, si no se cuenta con los mecanismos de control lo suficientemente aptos (…)

A pesar de las verdades dolorosas de su escrito, hay algunas cosas que no son ciertas. Lo invito a que se lea el documento que le anexo especialmente en lo que se refiere a servicios públicos y allí podrá darse cuenta de la extraordinaria recuperación de las Empresas Públicas en los úl­timos años (…)

El Municipio ha perdido toda su eficacia. No es un mal inter­no: es un mal nacional. Por eso hemos centrado nuestros es­fuerzos en los tres institutos descentralizados del Municipio (…) Lo demás, debemos reconocerlo con sinceridad, está fuera de nuestro alcance y de nuestro propósito. Alberto Gómez Mejía, Alcalde de Armenia.

(Sobre este mismo caso se publica, el 13 de agosto de 1977, el artículo Verdades dolorosas).   

 

 

Comentarios cerrados.