La ausencia de Bolívar
Por: Gustavo Páez Escobar
Lenta ha resultado la remodelación de la Plaza de Bolívar de Armenia. Desde hace varios años se trabaja sobre un programa más o menos definido sin que logre llegarse al final. Viejas casonas han ido desapareciendo como consecuencia de una nueva concepción urbanística, y han surgido, en su remplazo, modernas construcciones que hablan de un futuro diferente.
En una de las esquinas se levantó el edificio del Banco Central Hipotecario, concebido con líneas dinámicas y sobrias a la vez, que contribuyó al ornato de la plaza. En otro ángulo se reconstruyó el edificio que ocupa la oficina de Valorización Municipal, que fue y sigue siendo criticado por la forma como se gastaron los dineros oficiales. La torre del Palacio Departamental creció precipitadamente, acaso más de la cuenta, y se quedó de pronto detenida por falta de presupuesto. Es una obra más del vertiginoso empuje en su arranque inicial, como tanto proyecto del país, que ojalá logre coronar su meta.
La catedral es otra sinfonía inconclusa, si bien no se financia con dineros públicos. Desde hace varios años los trabajos permanecen suspendidos o no se aprecian por su excesiva lentitud. Una de las alas está sin concluir y el enlucimiento interno se encuentra estancado. La zona verde proyectada nunca ha aparecido, y el conjunto, entre tanto, se muestra borroso porque se quedó cojo. Algunas casas antiguas y un lote vacío y ocioso parecen resistirse a la transformación.
Un día le pusieron baldosas a la plaza y esta se ensanchó a simple vista. Le sembraron algunos árboles, le pusieron unas bancas y hasta le improvisaron extraños faroles en vísperas de la visita presidencial. Dentro de este afán también fue removida la estatua de Bolívar. Los armenios apenas se dieron cuenta de que había desaparecido cuando notaron el sitio vacío.
Bolívar, que durante largos años había presidido la quieta solemnidad de la plaza, quedó de repente desplazado de su lugar más auténtico, porque todo se estaba modernizando. Lo llevaron a lugar discreto, donde la gente ya no lo visita. Y allí, en pleno centro de la plaza remodelada a medias, se extraña la ausencia del genio que libertó a cinco naciones y que parece condenado al olvido.
Falta que Bolívar llegue de nuevo al corazón de la plaza. Que se note en la conciencia de la ciudad. Los gobernantes, políticos y ciudadanos necesitan acordarse de Bolívar. El ojo vigilante del héroe se echa de menos cuando navegamos en medio de corrupciones, impurezas y frivolidades. En estos tiempos agitados y livianos urge que Bolívar penetre al corazón de la ciudad.
Satanás, Armenia, 3-IX-1977.