La iniciativa privada
Por Gustavo Páez Escobar
Sin perjuicio de traer a cuento otros casos, bien vale la pena analizar los siguientes polos de desarrollo nacidos en Armenia gracias a la iniciativa privada:
Club de Bolos. En sitio privilegiado sobre la Avenida Bolívar, acaba de inaugurarse un centro social que consulta las más avanzadas técnicas arquitectónicas y que se convierte en estupenda obra ornamental para la ciudad. Hace siete años un grupo de entusiastas ciudadanos tuvo la idea de crear un modesto sitio de diversión dedicado al deporte de los bolos. Cada cambio de local implicaba un mejoramiento del servicio. Puede decirse que esta actividad se mantuvo inadvertida y apenas se sabía que en algún sitio de Armenia existían unas canchas para practicar dicho deporte.
De un momento a otro comenzó la pica a rebanar terreno. Para sorpresa general, fue levantándose una moderna construcción donde se notaban la laboriosidad y el empeño para regalarle a la ciudad un sitio de sana distracción. Ahí tenemos ahora este Club de Bolos dotado de doce pistas, de piscina, de sauna, de cancha de tenis, de biblioteca, de paisaje y de exquisito ambiente a la altura de cualquier exigencia. Se prueba con ello lo que vale el entusiasmo de gentes emprendedoras, que merecen beneplácito público. Sin ostentaciones y con método, jalonando paso a paso el progreso, estos compañeros de un círculo estrecho, que ahora quedan multiplicados a 400 socios, han dado ejemplo de civismo, y han tumbado bolo, como puede decirse en el argot apropiado.
Pollos Kokorico. La esquina donde funcionó el Banco de la República se ha convertido en elegante restaurante de esta cadena de pollos, que «no tiene presa mala», como se anuncia y como nos consta. El edificio, que no era ningún muestrario digno para una ciudad que se remodela a diario, cambió de aspecto en virtud de una bien orientada inversión. Es otro aporte sustantivo para el embellecimiento de Armenia. La ciudadanía dispone de un restaurante ágil y esmerado, con su sarta de llamativos pollos provocando el más exigente paladar. Con pollos y con pollas progresan las ciudades.
Hotel Zuldemayda. Iván Botero Gómez y Silvio Velásquez López no calcularon en toda su magnitud la empresa en que se habían embarcado. El uno, comerciante de largas ejecutorias, y destacado arquitecto el otro, acometieron la tarea de transformar para hotel una construcción que se venía quedando en obra negra y que había sido planeada para otro fin. Se trataba, nada menos, que de levantar el mejor hotel de Armenia. Tarea titánica, si el proyecto requería no solo una total reestructuración, sino una fuerte inyección de dinero.
No fueron pocos los pesimistas que le negaban posibilidades a la iniciativa. Pero un día salió humo blanco y quedó plasmada otra realidad demostrativa del coraje de dos hombres de visión que erigieron uno de los más confortables hoteles del occidente, movidos por su afán de servicio a la comunidad, y sin el apoyo, como era de esperarse, de la Corporación de Turismo, que olvida que no solo la Costa es tierra propicia para el turismo.
Son, por hoy, tres muestras de contribución a los destinos de una ciudad en marcha, que aunque reseñados en otras oportunidades, no sobra que se destaquen como un bloque de voluntades forjadoras de progreso y convencidas de su propia capacidad. El país necesita de la iniciativa particular.
La Patria, Manizales, 20-V-1975.