Baculazo pastoral
Por: Gustavo Páez Escobar
Cancelado por parte de los señores obispos de Pereira el «penoso incidente» que suscitó el veto eclesiástico a la designación de Dora Luz Campo de Botero como gobernadora de su departamento, circunstancia sin duda penosa para ella al ver invadida su vida privada, cabe desearle buena suerte a esta valerosa mujer que asume dentro de circunstancias poco comunes los destinos de su tierra.
Su gesto altivo y humilde al propio tiempo, cuando tuvo que resistir lo que ha dado en llamarse el «baculazo pastoral» en virtud de su matrimonio civil, y que provocó una ola de ingrata espectacularidad, pero también estimuló en torno suyo la solidaridad del país, enaltece las virtudes de la mujer colombiana. Después de alguna indecisión, ratificó su voluntad de aceptar el alto honor, manifestando de paso que lo hacía no como reto para la Iglesia, sino como motivo para ser útil a la comunidad.
Dicha indecisión obedeció más a su acongojado estado de ánimo, sin saber a qué hora estaba convirtiéndose en la comidilla del país, que a falta de temple para afrontar la adversidad. Su enfrentamiento con la Iglesia, o mejor, de la Iglesia hacia ella, parece quedar reconciliado. Ojalá suceda aquí lo de los grandes temporales: que terminan dominados por la calma después de la turbulencia.
El caso de Dora Luz queda incrustado en los anales de la historia. Expertos en asuntos religiosos, temas conciliares, concordatos y cuestiones morales, y la inmensa masa de profanos que se guían por el sentido común, movieron la controversia nacional. Nos encontramos ante un mundo en crisis, ante una Iglesia cambiante, que se quisiera más flexible. Episodios como este donde se ventilan tesis controvertidas, con participación de autorizados voceros, entre ellos el señor Presidente de la República, aportan elementos de juicio para preservar, en esta nación libre y católica, la democracia del pensamiento y la paz de la conciencia.
Dora Luz Campo, que por circunstancias imprevisibles se ha convertido en personaje popular y en líder de la mujer, ya no se pertenece por completo a sí misma y a los suyos tras el penoso incidente. El clero de su departamento ha conseguido aglutinar alrededor de su nombre un plebiscito de opinión que la respalda desde antes de posesionarse del cargo.
Risaralda, tierra pródiga para los conflictos políticos, con una docena de gobernadores durante su breve independencia administrativa, se ha unido en torno a esta mujer que por lo menos en principio ha reconciliado las ambiciones políticas haciendo olvidar los resquemores y los caciquismos.
Es solemne el compromiso que se le presenta a la clase dirigente, del que no debe excluirse la Iglesia, para sacar con brillo la gestión de esta decidida mujer dispuesta a acertar.
Armenia, 9-III-1975.
(Este artículo se envió a La Patria, pero no fue publicado. Dora Luz Campo renunció a su nombramiento de gobernadora después de una conversación con el presidente López Michelsen. El artículo, que ha permanecido inédito durante 35 años, se recupera para mi página web. GPE)