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Crece el optimismo

miércoles, 2 de diciembre de 2015 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El presidente Santos se lo ha jugado todo por la paz. La paz es su obsesión. Tanto es su empeño en esta idea, que en ocasiones descuida otros asuntos que exigen mayor atención. En su campaña presidencial fijó pautas claras sobre la búsqueda de la paz, y en su gobierno puso en marcha sistemas audaces frente a las Farc, que por supuesto lo alejaron de Uribe, quien tiene una concepción opuesta a la suya.

Con esta guerrilla se han ensayado diversos mecanismos a lo largo del tiempo, con resultados negativos. Según Uribe, el método indicado para derrotarla está en la lucha armada. Así actuó durante sus dos mandatos –incluso con participación de Santos como ministro de Defensa–, y la paz no se consiguió.

Agotado este recurso, las vías del diálogo significan para Santos la mejor fórmula para propender al acuerdo de paz. Es lo que se hace ahora. El programa se lanzó en Oslo en octubre de 2012, y las conversaciones se iniciaron en La Habana en noviembre siguiente.

Se cumplen tres años de diálogo en medio de grandes escollos, y si bien es cierto que se han obtenido convenios esenciales, aún subsisten serias diferencias para culminar la operación. Mientras tanto, el país se impacienta y pide más. El tiempo fatiga. Las propias Farc no pensaban que esto iba a durar tanto.

No es fácil el camino por recorrer. Ha sido un camino tortuoso, torpedeado por los enemigos de la fórmula de arreglo, que son, sobre todo, el expresidente Uribe y sus seguidores, que han adelantado una campaña implacable para dar al traste con la intención gubernamental. Ellos no se detienen a considerar que van en contravía de la opinión mayoritaria de los colombianos.

Varias veces las conversaciones han estado a punto de romperse. El pesimismo nacional ha sido crucial en algunos momentos de la negociación. En julio del 2014, los atentados de las Farc contra la infraestructura energética, que dejaron sin luz a Buenaventura y Orito, constituyeron una de las contingencias más graves del proceso.

En noviembre de 2014, el presidente Santos suspendió las conversaciones a raíz del secuestro del general Rubén Darío Alzate por el frente 34 de las Farc en el corregimiento de Las Mercedes (Chocó). Otro momento dramático ocurrió en abril de 2015, cuando murieron once militares en el ataque perpetrado en el corregimiento de Timba (Cauca).

Estos reveses se han superado. Hoy, los índices de respaldo a la solución negociada  alcanzan niveles significativos. Según encuesta del Centro Nacional de Consultoría, en octubre pasado, el 73 por ciento de los colombianos respalda el proceso de paz. Esto contrasta con lo ocurrido meses atrás, cuando el índice no llegaba al 40 por ciento.

Al crecer el optimismo de los colombianos, cabe esperar que será posible la firma del acuerdo el 23 de marzo de 2016, o antes, como lo convinieron las dos partes. El país necesita mantener la actitud positiva. Hay que desterrar los mensajes tendenciosos y fatalistas que circulan por las redes, movidos por los profetas de desastres.

Los correos alarmantes, a veces anónimos, pero con apariencia de veracidad, son muy peligrosos, y los autores suelen esconderse entre las sombras. Su objetivo es claro: crear confusión e inseguridad. Aquí es donde se impone pensar y obrar con serenidad y aplicar un criterio equilibrado.

El Espectador, Bogotá, 27-XI-2015.
Eje 21, Bogotá, 27-XI-2015.

* * *

Comentarios

De acuerdo. Hay que tener seso en la cabeza y entender bien el camino ya tomado. Alberto Gómez Aristizábal, director de la revista La Píldora, Cali.

Es verdad, confiemos y mantengamos el optimismo. El país lo necesita, todos lo necesitamos, aun los empeñados en obstaculizar los buenos resultados. Elvira Lozano Torres, Tunja.

Francamente, no creo que esté creciendo el optimismo. Creo que está creciendo el afán por que crezca el optimismo. Colombia no quiere una paz temporal que sea el inicio de otra guerra infinita. Con impunidad no hay justicia y sin justicia no hay paz. La paz que queremos es una paz que sea segura para nuestros hijos. hugobahamon@yahoo.com (correo a El Espectador).

Su columna entusiasma y esto se palpa en muchas personas antes pesimistas. Estoy de visita por unos meses en Australia. En la reunión de bodas de mi hijo, charlaba con varias personas que me preguntaban sobre Colombia, su situación política, la seguridad (tienen muy claro nuestro inri de violencia), estuvieron muy atentos en mis explicaciones y muy interesados en saber que Colombia, después de 50 años de guerra, firmara un acuerdo de paz con las guerrillas, y gracias, les dije,  a que los colombianos elegimos a Juan Manuel Santos. Muchas de estas personas desean visitar nuestro país; sorpresivo encontrar algunos que lo han visitado recientemente, y estaban encantados. Gilberto Giraldo Henao, Australia.

Padres asesinos

miércoles, 28 de enero de 2015 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Producen escalofrío los casos que registran las noticias de los últimos días acerca de la muerte de inocentes criaturas a manos de sus padres. La sana razón se niega a admitir que esto pueda suceder en la sociedad. Sin embargo, el hecho se presenta con increíble frecuencia, no solo en Colombia, sino en países de mayor cultura social, como Estados Unidos. Ninguna nación está exenta de esta barbarie.

Son diversas las causas que llevan a los padres a matar a sus hijos. Entre las más notorias están la violencia conyugal y el maltrato infantil, generadores de odios, de resentimientos y de trastornos síquicos, que incubados durante largo tiempo, como suele ocurrir, pueden desencadenar la tragedia en el momento menos pensado. Esta situación corrosiva se agrava cuando la persona está poseída por los celos, la ira, la  depresión, el desespero por la pobreza o la falta de trabajo, el hábito alcohólico o el consumo de narcóticos.

Hay padres que al no poder dispensar bienestar a sus hijos y verlos sufrir por su responsabilidad, prefieren matarlos para que no sufran en el futuro, y después se matan ellos mismos e incluso matan a su esposa. Esto se conoce como filicidio altruista. Siendo noble la calificación, el desenlace es pavoroso para la familia y la sociedad. ¿Cómo aceptar que el creador de la vida de un niño termine siendo su destructor? Esta conducta macabra no la practican los animales, pero sí el hombre.

Otras veces la madre del hijo no deseado produce su muerte apenas el recién nacido llega al mundo. ¿Cuántas veces los despojos desaparecen en las canecas de la basura, las lagunas o los abismos?, ¿y cuántas las conciencias depravadas tienen que sufrir los horrores del crimen por el resto de sus días?

En días pasados, la mamá de Johan Sebastián Rugeles, niño de siete años que fue asesinado en un potrero del sur de Bogotá, confesó su participación en el hecho. Las autoridades descubrieron que otro hijo, de 23 años, que había estado en la cárcel y era consumidor y expendedor de bazuco, fue el autor material del infanticidio. Madre e hijo determinaron la muerte de Johan Sebastián por haber sido testigo de un hecho delictuoso que los vinculaba a los dos, y que el pequeño podía delatar. Mayor grado de salvajismo no se puede concebir.

Hay quienes cometen este tipo de aberraciones sin sufrir ningún trastorno mental y sin ingerir licor. Algunos buscan vengarse del compañero o la compañera y solo esperan la ocasión para hacerlo. Llevan al asesino adentro. No se trata de sicópatas, sino de asesinos redomados que actúan bajo el impulso de la venganza (unas veces por celos, otras por violencia familiar, otras por un disgusto pasajero).

Si el asesino padece alguna enfermedad sicótica, debe ser tratado en un centro de salud. Caso improbable en un país con tantas carencias sanitarias y con tan poco sentido humanitario como el nuestro. Si no es un enfermo mental, debe ser recluido en la cárcel. Lo más grave en este caso –dice Mónica Pérez Trujillo, experta en criminología y violencia interpersonal– es que “las cárceles de Bogotá no cuentan con especialistas que manejen este tipo de delitos de una manera particular desde el área psicosocial”.

“No matarás”, dice el quinto mandamiento de la Ley de Dios. La vida es sagrada y nadie tiene derecho a disponer de ella. Es el mayor tesoro que tenemos. Pero el hombre es carnicero de la humanidad desde tiempos inmemoriales. El filicidio, que según estadísticas produce 500 muertes anuales en Estados Unidos, y no sabemos cuántas en Colombia, está convertido en uno de los grandes dramas de la época.

“No matarás a tus hijos”, habría que agregar al mandato bíblico en estos días de tanto odio, de tanto desastre social y familiar. La sociedad es la más herida, la más avergonzada y la más indefensa cuando son los padres quienes matan a sus propios hijos. ¡Qué horror!

El Espectador, Bogotá, 7-XI-2014.
Eje 21, Manizales, 7-XI-2014.
Mirador del Suroeste, n° 55, Medellín, agosto/2015.

* * *

Comentarios:

Es una situación muy dolorosa. Pero me temo que cada uno de estos delincuentes está mostrando el rostro de esa sociedad herida. Creo que es hora de mirar a la Psicología Social, para ver dónde y por qué se están engendrando estas patologías. En alguna forma, vacío existencial en en el sujeto que delinque. Y vacío de sentidos en la sociedad de la que forma parte. Jorge Mora Forero, Weston (USA).

Qué cosa tan macabra que esto esté sucediendo en nuestro país. Qué depravación la que lleva a un ser humano a terminar con la vida de su propio hijo. De verdad que uno queda anonadado al enterarse de estos casos. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

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Padres asesinos

miércoles, 12 de noviembre de 2014 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Producen escalofrío los casos que registran las noticias de los últimos días acerca de la muerte de inocentes criaturas a manos de sus padres. La sana razón se niega a admitir que esto pueda suceder en la sociedad. Sin embargo, el hecho se presenta con increíble frecuencia, no solo en Colombia, sino en países de mayor cultura social, como Estados Unidos. Ninguna nación está exenta de esta barbarie.

Son diversas las causas que llevan a los padres a matar a sus hijos. Entre las más notorias están la violencia conyugal y el maltrato infantil, generadores de odios, de resentimientos y de trastornos síquicos, que incubados durante largo tiempo, como suele ocurrir, pueden desencadenar la tragedia en el momento menos pensado. Esta situación corrosiva se agrava cuando la persona está poseída por los celos, la ira, la  depresión, el desespero por la pobreza o la falta de trabajo, el hábito alcohólico o el consumo de narcóticos.

Hay padres que al no poder dispensar bienestar a sus hijos y verlos sufrir por su responsabilidad, prefieren matarlos para que no sufran en el futuro, y después se matan ellos mismos e incluso matan a su esposa. Esto se conoce como filicidio altruista. Siendo noble la calificación, el desenlace es pavoroso para la familia y la sociedad. ¿Cómo aceptar que el creador de la vida de un niño termine siendo su destructor? Esta conducta macabra no la practican los animales, pero sí el hombre.

Otras veces la madre del hijo no deseado produce su muerte apenas el recién nacido llega al mundo. ¿Cuántas veces los despojos desaparecen en las canecas de la basura, las lagunas o los abismos?, ¿y cuántas las conciencias depravadas tienen que sufrir los horrores del crimen por el resto de sus días?

En días pasados, la mamá de Johan Sebastián Rugeles, niño de siete años que fue asesinado en un potrero del sur de Bogotá, confesó su participación en el hecho. Las autoridades descubrieron que otro hijo, de 23 años, que había estado en la cárcel y era consumidor y expendedor de bazuco, fue el autor material del infanticidio. Madre e hijo determinaron la muerte de Johan Sebastián por haber sido testigo de un hecho delictuoso que los vinculaba a los dos, y que el pequeño podía delatar. Mayor grado de salvajismo no se puede concebir.

Hay quienes cometen este tipo de aberraciones sin sufrir ningún trastorno mental y sin ingerir licor. Algunos buscan vengarse del compañero o la compañera y solo esperan la ocasión para hacerlo. Llevan al asesino adentro. No se trata de sicópatas, sino de asesinos redomados que actúan bajo el impulso de la venganza (unas veces por celos, otras por violencia familiar, otras por un disgusto pasajero).

Si el asesino padece alguna enfermedad sicótica, debe ser tratado en un centro de salud. Caso improbable en un país con tantas carencias sanitarias y con tan poco sentido humanitario como el nuestro. Si no es un enfermo mental, debe ser recluido en la cárcel. Lo más grave en este caso –dice Mónica Pérez Trujillo, experta en criminología y violencia interpersonal– es que “las cárceles de Bogotá no cuentan con especialistas que manejen este tipo de delitos de una manera particular desde el área psicosocial”.

“No matarás”, dice el quinto mandamiento de la Ley de Dios. La vida es sagrada y nadie tiene derecho a disponer de ella. Es el mayor tesoro que tenemos. Pero el hombre es carnicero de la humanidad desde tiempos inmemoriales. El filicidio, que según estadísticas produce 500 muertes anuales en Estados Unidos, y no sabemos cuántas en Colombia, está convertido en uno de los grandes dramas de la época.

“No matarás a tus hijos”, habría que agregar al mandato bíblico en estos días de tanto odio, de tanto desastre social y familiar. La sociedad es la más herida, la más avergonzada y la más indefensa cuando son los padres quienes matan a sus propios hijos. ¡Qué horror!

El Espectador, Bogotá, 7-XI-2014.
Eje 21, Manizales, 7-XI-2014.

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Comentarios:

Es una situación muy dolorosa. Pero me temo que cada uno de estos delincuentes está mostrando el rostro de esa sociedad herida. Creo que es hora de mirar a la Psicología Social, para ver dónde y por qué se están engendrando estas patologías. En alguna forma, vacío existencial en  en el sujeto que delinque. Y vacío de sentidos en la sociedad de la que forma parte. Jorge Mora Forero, Weston (USA).

Qué cosa tan macabra que esto esté sucediendo en nuestro país. Qué depravación la que lleva a un ser humano a terminar con la vida de su propio hijo. De verdad que uno queda anonadado al enterarse de estos casos. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

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Una mancha en Inzá

lunes, 23 de diciembre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Apenas comenzaba a clarear. En el monte vecino, los jirones de niebla huían a paso lento conforme penetraban rayos imprecisos de luz. Un vecino se asomó por la ventana y observó la llegada de algunos campesinos con sus productos agrícolas. Era el día del mercado semanal: sábado 7 de diciembre.

Una camioneta que transportaba abundante cantidad de cebolla se detuvo en la entrada del pueblo. Luego se estacionó frente a la estación policial. Allí también está ubicada una unidad de la Brigada Móvil 29 del Ejército. Eran las 5:30 de la mañana. Los campesinos comenzaban a organizar sus bultos en los toldos, optimistas de sacar el mejor provecho en la venta semanal de su sufrida mercancía.

De repente, explotaron varios artefactos lanzados contra la estación de la Policía desde la camioneta cargada de cebolla. Y todo se volvió confusión y terror. La onda explosiva destruyó la estación y causó daños graves a muchas viviendas. Murieron nueve personas (seis uniformados y tres civiles), entre ellas el mayor Alexánder Vargas Castaño, comandante de la zona militar. Y quedaron cincuenta heridos.

Mientras en La Habana proseguían los diálogos con las Farc, una cuadrilla suya perpetraba este atentado horrendo contra la tranquila población que tiene la mala estrella de hallarse situada en territorio montañoso, estratégico para el tránsito de los guerrilleros. La provincia de Silvia, conocida como Tierradentro, es un importante enclave indígena rodeado de hermosos paisajes, encantadoras lagunas y numerosos ríos, cuyas tierras feraces son propicias para la agricultura y también para la siembra de las hierbas prohibidas.

Las Farc dijeron que su propósito no era atacar a los civiles. Declaración absurda, cuando es todo un conglomerado humano el que ha sufrido los estragos del carrobomba. También queda la sospecha de que hay  facciones que no obedecen a la cúpula del grupo subversivo. Y no desean la paz que se discute en La Habana.

Este acto infame contra Inzá se convierte en la mancha de sangre que conturba la Navidad de los colombianos. Es el aguinaldo que nos da la guerra. Esa guerra se anida aún en el alma de mucha gente movida por el rencor, y no solo en el alma de los guerrilleros. ¿Por qué no detenernos, después de medio siglo de violencia, para buscar los caminos de la paz? ¿Por qué no hacer un alto en el camino para frenar el odio, la destrucción y la muerte?

El alcalde de Inzá, Mauricio Castillo, deja esta voz adolorida a nombre de sus paisanos (y también a nombre de Colombia): “Hemos puesto una cuota muy alta de sacrificio. El pueblo nos queda acabado”.

El Espectador, Bogotá, 20-XII-2013.
Eje 21, Manizales, 21-XII-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 21-XII-2013.

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Comentarios:

Conozco Silvia (Cauca) como la palma de mi mano. He pasado allí muchos días con sus noches, y por eso me atrevo a decir que Tierradentro es una cosa y Silvia otra muy diferente. De Silvia se va al resguardo indígena de Guambía –a media hora de Silvia, por una carretera en pésimo estado– y ahí sí comienza el ingreso a Tierradentro, territorio fariano desde hace décadas hasta hoy. Hace 25 años se veía a los guambianos –que cultivaban cebolla y papa– echando quimba desde el resguardo hasta el pueblo, con sus botas Grulla y sus faldas. Hoy, gracias a los cultivos ilícitos ya todos tienen motos DT 175 y Hondas XR. Patecaucho Cibernético (correo a El Espectador).

Estos canallas que propugnan la impunidad para su brazo armado siguen llamando guerra a masacrar personas humildes e inermes, y arrasan poblaciones humildes. Morenoelesceptico (correo a El Espectador).

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Las muñecas de la mafia

viernes, 20 de diciembre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

El morbo de los televidentes se alimenta con series dramatizadas como la que Caracol Televisión pasó hace pocos años con el título de esta columna. Dicha escenificación obtuvo excelente rating, toda vez que el público goza con la frivolidad, las extravagancias, las ambiciones, los apetitos de comodidades y de sexo en que se mueven las bellas mujeres que cambian la vida sencilla para volverse compañeras sentimentales de los narcotraficantes.

Los reinados de belleza constituyeron uno de los motivos más genuinos de regocijo y emoción del país, como que en ellos se rendía homenaje a la mujer colombiana dotada de virtudes y radiante de encantos y se ponía a competir a las regiones en busca del trofeo nacional. A lo largo de los años, estos eventos fueron cambiando su esencia y se desviaron hacia la belleza artificial y los atributos ficticios. De pronto, el dinero corrupto hizo su aparición en estas fiestas del donaire y la gracia femenina y trocó la autenticidad por la artimaña.

Más adelante se sabría que narcos poderosos entraban a comprar reinas. El arma más efectiva para lograrlo era la seducción del dinero. El primer caso conocido fue el de Martha Lucía Echeverri, señorita Colombia 1974, que cayó en las redes de Miguel Rodríguez Orejuela, capo del cartel de Cali.

María Teresa Gómez Fajardo, señorita Colombia 1981, se casó con el rejoneador Dayro Chica, antiguo peón de la familia Ochoa, la que obsequió a la pareja un ajedrez de oro con la siguiente leyenda: “Para que usted vea cómo un peón se puede comer a una reina”. Más clara no puede ser la entrega de la mujer frágil, de la mujer fatua, a quien el mafioso seduce con el aroma de su fortuna. Ya lo dijo Jardiel Poncela: “Es más fácil detener un tren que detener una mujer, cuando ambos están decididos a descarrilar”.

Uno de los hechos más sonados en la crónica nacional es el de Maribel Gutiérrez Tinoco, señorita Colombia 1990, que renunció al título para casarse con Jairo Durán –alias el ‘Mico’–, su fuerte financiador en el mundo de la belleza. Ella se dejó deslumbrar por el derroche que surgía a su alrededor. La danza de los millones se hacía sentir también en las pasarelas. A pesar de que el nombre de la candidata tenía bajo perfil, resultó la ganadora. Y el concurso quedó desprestigiado. Dos años después, el ‘Mico’ caía abatido en una vendetta entre mafias.

Otro hecho que impresiona es el de la atractiva presentadora de televisión Virginia Vallejo, famosa en los años 70 y 80, que un día cambia su mundo de éxitos para unirse a Pablo Escobar. Muerto el capo, y cuando ella pasaba por serias dificultades económicas, publicó en el año 2007 el libro Amando a Pablo, odiando a Escobar, que se convirtió en Estados Unidos en el best seller número uno en español. La sombra de Pablo la ayudó a enderezar las cifras, pero no la honra.

Natalia París se casó a los 22 años con el narco Andrés David Mejía –alias ‘Julio Ferro’– y a los pocos años se produjo el asesinato de su esposo. Hoy dice en la revista Bocas que no se arrepiente de ese episodio, pues de dicha relación nació su hija Mariana. Y agrega: “Fue un capítulo en mi vida de niña rebelde y necia (…) Solo me importaba estar con el chico de moda, el guapito”. Desde entonces la persigue el fantasma de aquel suceso sombrío, por más que pretenda ignorarlo.

La lista es interminable y no se detiene. ¿Qué queda de todo esto? Un horizonte de ruinas morales y materiales y una Colombia desvertebrada. Falta preguntar en qué sociedad vivimos, cuando resulta tan fácil cambiar las normas de la compostura, del recto proceder y del camino correcto por el dinero fácil y la vida arrebatada, que solo dejan pesares y desgracias.

El Espectador, Bogotá, 22-VI-2013.
Eje 21,
Manizales, 21-VI-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 22-VI-2013,

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Comentarios:

Se trata de esas mujeres que seguramente quedaron con dinero pero señaladas socialmente, con amistades derivadas de su relación de pareja. Creo que se convirtieron en mujeres superficiales, acostumbradas a vivir en mundos irreales «que solo dejan pesares y desgracias».  Amparo E. López, colombiana residente en Estados Unidos.

El Quindío actualmente pasa por esta terrible situación porque el narcotráfico no sólo ha contaminado a sus mujeres sino también a un amplio grupo de nuestra sociedad, la cual, ávida de riquezas fáciles, se entrega a los lavadores de turno. Raquel Martínez Aguirre, Armenia.

Ante  estas letras, el tema bien tratado y el mensaje bien logrado, solamente puedo decir: “de todo hay en la viña del Señor”. Pero el alma femenina  no deja de estremecerse ante una realidad tan cruda, que logra ilustrar semejante realidad. Marta Nalús Feres, Bogotá.

Qué recorrido tan triste el de esas bellas mujeres. Cada vez que me entero de desaciertos por parte del género femenino me siento casi que avergonzada, y en cualquier área que se presente: en los cargos públicos, en la banca, etc. Es indignante que la mujer actual no valore los sacrificios, humillaciones y falta de reconocimiento que padecieron millones de mujeres en el mundo, aun nuestras abuelas, y no hagan uso correcto de las inmensas posibilidades que hoy en día tenemos. Tantas mujeres que tuvieron, y algunas aún tienen, como únicas fronteras la cocina de sus hogares. ¡Da pena! Esperanza Jaramillo García, Armenia.

Siempre he creído en el trabajo honesto de una mujer, y siempre me han asqueado estas niñas modificadas a bisturí que se venden como ganado en feria, pero cada quien elige su vida. Le escribo también para decirle que le faltaron las mises de aquí de Venezuela que se han vendido a capos colombianos, y que luego se hacen las víctimas y los familiares salen llorando por tv. Lic. Dayana Castillo M., Venezuela.

Fácil es criticar a estas niñas cuya única salida de una vida de pobreza es su atractivo físico, ¿pero qué hay de banqueros, constructores, comerciantes, colegios, universidades, iglesias que se están enriqueciendo lavando los activos de los narcos? Ar mareo (correo a El Espectador).

Lo tremendamente triste es que los medios transmiten, a través de esas telenovelas, la idea de que esa es la ruta del éxito. La dignidad, la honestidad, la cultura, la rectitud, como dice el columnista, no quedan ni de últimos. El atajo es el camino, como ya se impuso también en el ejercicio de la política. ali cates (correo a El Espectador).

Al ver una reinita de turno sabemos que no ganó por su belleza y menos por su inteligencia, sino por el padrino o politiquero o mafioso que le compró el título. Las pobres niñas de este país quieren ser ricas y vivir entre lujos por la vía fácil. Los niños quieren ser lo más fácil, o policía o traqueto, o peor, futbolista, nada que tenga que ver con estudio y sacrificio. antónimo (correo a La Crónica del Quindío).

Con razón las llaman “chicas CDT” (carne de traqueto). Pablo Mejía Arango, Manizales.

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