El ámbito del amor
Por: Gustavo Páez Escobar
Prólogo del libro Cantos para amar a un hombre, de Inés Blanco
El séptimo libro de Inés Blanco llega movido por el mismo aliento que ha inspirado la totalidad de su obra: el amor. Con su Luna de Abril –su álter ego–, ha conseguido lugar seguro en el ancho campo de la poesía colombiana. Desde esa cumbre del espíritu sabe que el amor no es un sentimiento recurrente, sino una sustancia perenne y vital, sin la cual no podría entender la existencia en el universo.
Sin esa combustión emocional, la naturaleza humana perdería su esencia más noble. Sin la llama amorosa, cuán difícil resulta alumbrar los caminos del mundo y librarlos de las vilezas del torvo existir. Siguiendo la sentencia de Tagore, para Inés Blanco “el amor es la vida llena, igual que una copa de vino”. Dice Máximo Gorki: “Procura amar mientras vivas: en el mundo no se ha encontrado nada mejor”.
Diferente a la concepción de sus seis libros anteriores, el poemario actual está dedicado por completo al hombre. El título es concluyente: Cantos para amar a un hombre. No es fácil hallar un libro cuyo contenido total esté elaborado con la palabra romántica que una mujer le dirige a un hombre. A veces el amado no es una persona cierta, de carne y hueso, sino creado por la imaginación. El amor no siempre es físico: también puede ser subjetivo o idealizado.
A la mujer, como centro por excelencia del amor, los poetas le han brindado, desde tiempos inmemoriales, las páginas más hermosas de la literatura universal. El caso contrario, como el que hoy realiza Inés Blanco, no es común que ocurra. A simple vista, podría decirse que se trata de un libro extraño. Lo es.
Pero al salirse de la regla común, surge, al lado del suceso singular, un hecho sugestivo que atraerá el interés de muchos hombres que creen sentirse aludidos por la palabra amorosa de una poetisa que convierte al varón en motivo de su creación artística. También podría serlo la mujer. Lo cierto es que tanto hombres como mujeres verán reflejados sus sentimientos en este fascinante poemario que proclama el amor como el mayor goce de los sentidos y la mayor justificación de la vida.
No se trata, en modo alguno, de una poesía de género, ya que el amor lo encarnan por igual la mujer y el hombre. Es al alma a la que le canta la poetisa. El alma no es masculina ni femenina, sino inmaterial e invisible, capaz de sentir, entender y querer. El alma es única. Y personifica el sentimiento humano. Ahora bien, lo que hace Inés Blanco es resaltar y ennoblecer las penas, alegrías y querencias del corazón.
La escritora recrea su emoción estética en los cambiantes elementos de la pasión amorosa, que hieren o regocijan lo mismo al hombre que a la mujer: la evocación, la nostalgia, la melancolía, la soledad, el placer, la conquista, la ausencia, el olvido, el silencio, el ansia de amar… Su voz romántica, teñida a veces de tenue erotismo, y otras, de ardiente sensibilidad, penetra en todas las honduras y misterios del alma.
La obra está dividida en cinco capítulos, como otros tantos escenarios de la relación de pareja: Porque has llegado, Poemas de la ausencia, Poemas del regreso, Paralelas de luz, Travesía. Este enunciado incitará, sin duda, la curiosidad y la apetencia de los hombres lectores que al llegar a este jardín poético buscarán verse lisonjeados por el lenguaje femenino de la seducción.
En cualquier forma como se le mire, el nuevo texto de Inés Blanco es un himno constante al amor. Eso son todos sus libros. Ahora introduce una variante a su creación, con el protagonismo del hombre, pero el fondo y la motivación son los mismos. Conocedor como soy de su obra, he de decir que sus versos han llegado a un grado superior de orfebrería, de búsqueda implacable del vocablo y la metáfora, de rigor en la expresión y esmero en el ritmo y la melodía.
Todo está cincelado por su sensibilidad femenina, que sabe hermosear el verso para producir encanto. El manejo severo de la puntuación, bajo la brevedad del lenguaje y el preciosismo de las imágenes, le imprime donosura a su arte poético. Yo no entiendo la libertad que se toman los poetas modernos que prescinden de los signos de puntuación, como si esto fuera una conquista literaria. Por el contrario, significa un retroceso. La modulación del poema la da en buena medida la precisión de la coma, para hablar del signo más exigente y de mayor eficacia para el buen decir tanto en prosa como en verso.
A veinte años de la salida de su primer libro –Paso a paso (1993)–, Inés Blanco le hace honor a ese título al mostrar hoy una obra elaborada sin afán, pero sí con firmeza y disciplina, que le ha hecho conquistar un puesto cada vez más sólido en las letras del país.
Bogotá, diciembre de 2013