Atentados contra los páramos
Por: Gustavo Páez Escobar
Los páramos son una de las mayores fuentes de suministro de agua del país. Los frailejones acumulan y conservan grandes cantidades hídricas que se canalizan para el consumo humano. Este recurso natural debe ser protegido contra la depredación que realiza la minería, incentivada por los programas impulsados por el Gobierno.
Es lo que sucede con el páramo de Pisba en Boyacá. La compañía Hunza Coal adquirió títulos mineros para la extracción de carbón, y con ese propósito no ha tenido reparo en destruir valiosas reservas forestales. Los procedimientos legales cumplidos por la compañía quedan en entredicho cuando los propios campesinos de la región son testigos del atropello ambiental que ocurre allí.
Ante dicha realidad, los habitantes de Tasco, Socotá, Socha y Mongua, que son los mayores afectados con la devastación ecológica, levantaron su voz de protesta contra los desmanes de la empresa minera. En vista de la tensión creada y de la decisión de los campesinos de vigilar los trabajos –con turnos de 24 horas en la vereda Calle Arriba–, Hunza Coal retiró su maquinaria.
Pero el peligro no está conjurado. El páramo de Pisba resulta muy llamativo para el negocio minero y atrae no solo a firmas poderosas, como la mencionada, sino a mineros informales que suelen hacer de las suyas cuando las autoridades son permisivas o bajan la guardia. Por este páramo, que alberga uno de los ecosistemas más ricos del país, pasó en 1819 el ejército patriota comandado por Bolívar y Santander que iba a librar las batallas del Pantano de Vargas y Puente de Boyacá y obtendría la independencia de Colombia.
Es preciso que los ministerios de Minas y Medio Ambiente, la Gobernación de Boyacá, Corpoboyacá y demás organismos que tienen que ver con este asunto de tan complejos resortes, extremen el rigor tanto en el trámite de las licencias de explotación minera, como en la ejecución de los trabajos, para evitar los atentados contra la naturaleza que se cometen en este páramo emblemático. Colombia tiene una gran fortuna y no sabe apreciarla: es el único país del mundo que posee el 50% de los páramos de todo el planeta.
Lo que sucede en Boyacá fue lo mismo que sucedió con el páramo de Santurbán en Santander. Allí se organizó un fuerte movimiento ciudadano que dio al traste con la acción depredadora. En el momento, esta se encuentra detenida. Pero hay que mantener el ojo abierto a fin de que al paso de los días no vuelva a surgir la misma amenaza.
Situación similar ocurre con la laguna de Tota, cuyas aguas han llegado a niveles alarmantes a raíz, sobre todo, de las siembras de cebolla, hasta el punto de temerse por su extinción. Era un desastre que se veía llegar y al que no se le puso remedio eficaz. En diciembre de 1986 –hace 26 años– escribí la columna titulada Salvemos la laguna de Tota. Este tesoro boyacense amenaza desaparecer por el abuso de los depredadores y la indiferencia de las autoridades y la ciudadanía.
En el 2011, cuando el Gobierno iniciaba su política minera, Carlos Villegas Uribe renunció a la Secretaría de Cultura del Quindío por no compartir los programas que venían en camino para la región. Explicó así el motivo de su retiro: “…defender el paisaje cultural cafetero del espíritu depredador de la megaminería (una de las locomotoras del Gobierno nacional que sólo dejará un Quindío lleno de famélicos quindianos tiznados de hollín)”.
Recuerdo este episodio con el ánimo de que se tome conciencia sobre la dimensión nacional del problema. La locomotora de la minería parece que arrastrara una inmensa mancha negra que se riega por los mayores santuarios ecológicos del país.
El Espectador, Bogotá, 26-IV-2013.
Eje 21, Manizales, 26-IV-2013.
Red y Acción, Cali, 26-IV-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 27-IV-2013.
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Comentarios:
Claro, los páramos hay que conservarlos. Los frailejones también. Son endémicos –sólo se dan en el norte de Suramérica: en Venezuela y en Colombia–. Al viajar al Ecuador se verá que allá hay grandes alturas, nevados al por mayor, pero no tienen frailejones. Ni existen en ninguna otra parte del mundo. Tener páramos y frailejones es un privilegio, y una obligación conservarlos responsablemente. Loretta van Iterson, Ámsterdam (autora del libro de viajes Nidos de oropéndola, 2010, editado en Colombia).
No me cansaré de repetirlo: no a la megaminería en el Quindio y en Colombia. Por el derecho a la vida y todos los demás derechos constitucionales, por nuestra salud y la de nuestras próximas generaciones, por nuestros suelos y ecosistemas. Fuera Anglo Gold Ashanti de Colombia. cafecuyabro (correo a La Crónica del Quindío).
Considero que usted le da la relevancia e importancia que merecen los páramos como patrimonio de la humanidad. Del mismo modo me tomo el atrevimiento de sugerirle que en una próxima columna contemple la posibilidad de hacer mención de los efectos nocivos para la salud de este tipo de explotación minera, ya que al usar metales pesados hay efectos cancerígenos y mutaciones en los fetos. Johana A. Sanguino F.
Respecto a su alusión al lago de Tota deseo compartirle el trabajo que venimos adelantando desde la sociedad civil en procura de un cambio positivo. Si en algún momento considera posible, me gustaría tener la oportunidad de dialogar con usted en torno a la temática que rodea tan valiosa cuenca, a lo cual estoy consagrando sin descanso trabajo diario (y ad honórem) desde 2010 a través de esta ONG de fundación familiar creada ese año. Felipe Andrés Velasco.
En el páramo que surte en buena parte el acueducto de Manizales, una multinacional minera ejecutó estudios para explotar la mina Tolda Fría, hasta ahora artesanal, y con los meros estudios el daño ambiental ya era notorio. Por fortuna se adelantó una campaña encabezada por la Sociedad de Mejoras Públicas, y con el aporte de columnistas y periodistas que nos unimos a la protesta, se logró por ahora suspender el proyecto. Pero como dice usted con tanto acierto, no podemos bajar la guardia porque al menor descuido nos acaban con el páramo. Pablo Mejía Arango, Manizales.
Cuando uno camina por los escenarios de páramo del Parque Nacional Natural de Los Nevados se da cuenta que gran parte de estos sitios, en donde se produce el aguas que nos tomamos en el Eje Cafetero, están siendo usados para actividades agrícolas y pecuarias. Son sitios con títulos de propiedad legales y que Parques Nacionales debería indemnizar a sus dueños para que estas zonas sean dedicadas a la conservación del agua y de la fauna y flora que allí habitan. Armando Rodríguez Jaramillo, Armenia.