Médicos y medicinas
Por: Gustavo Páez Escobar
Entre los diversos comentarios recibidos sobre mi columna El médico de hoy me llegó este de Pablo Ramírez Duque: “Con respecto a su artículo, me preocupa que generaliza y a todos los médicos nos mete en el mismo costal”.
Tiene razón: no todos los médicos incurren en el mismo grado de deshumanización a que ha llegado la medicina en nuestros días. La crítica se refiere a la medicina en general, y la honrosa excepción la ofrece buen número de galenos humanitarios que a pesar del transcurso del tiempo y la distorsión de las costumbres no han olvidado el juramento de Hipócrates. Si el doctor Ramírez Duque se encuentra en este caso, lo celebro.
La salud en Colombia pasa por una de las encrucijadas más serias desde hace mucho tiempo. Está en cuidados intensivos. La ley 100 de 1991 es la causante principal de los problemas protuberantes que registra el sistema de salud pública. Dice otro comentarista de mi columna: “Los médicos no tenemos la culpa del deterioro de nuestras condiciones de trabajo y también somos víctimas del sistema. Si esta lucha la perdemos los médicos, la perderá la sociedad”. Tal afirmación no puede ser más real.
El encarecimiento de las medicinas sufrió duro golpe con el régimen de libertad de precios decretado en el 2006. Esta medida, lejos de conseguir que las drogas fueran más accesibles al bolsillo de la gente, produjo el efecto contrario: se abrió el camino para las alzas desorbitadas que hoy se incrementan a cada rato y representan un alarmante método de explotación. Duele saber que Colombia es el país con los medicamentos más caros del mundo, como lo prueba un estudio de Health Action International.
Aquí un medicamento puede valer dos, tres, diez veces más… –qué horror– de lo que cuesta en los países vecinos. Así lo demostró Juan Gossaín en su crónica de El Tiempo titulada En Colombia es más barato un ataúd que un remedio. Uno de los anuncios de Santos en su campaña presidencial fue el de reformar el régimen de la salud con medidas capaces de rectificar los errores cometidos en los últimos veinte años.
A mitad de su gobierno, seguimos lo mismo, o peor que antes. Las EPS se volvieron ingobernables y pueden causar un colapso de incalculables consecuencias. La nueva ley 100, abanderada por Santos (ley 1438 del 2011), terminó en tremendo fracaso.
En cuanto a las medicinas, se presentan dos extremos: si el enfermo es atendido por una EPS, el médico le receta medicinas baratas, a veces ineficaces, por ser a cargo de la entidad, cuyos gastos debe controlar el médico; y si se trata del servicio prepagado, se formulan drogas costosas (bajo la presión de los laboratorios), por suponerse que el paciente dispone de recursos para adquirirlas.
Muy mal anda el país cuando los pacientes tienen que obtener con tutelas el derecho a la salud. En 2011 se presentaron 105.947 tutelas, una cada cinco minutos, y el 67 por ciento fueron para reclamar servicios incluidos en el POS (El Tiempo, 5-VIII-2012).
Cuenta el médico Tulio Bayer en su novela Carretera al mar que al llegar el médico al pueblo donde debía prestar el año de medicina rural, el boticario, que al mismo tiempo era el gamonal, le mostró las existencias de medicinas y le propuso este negocio: “Usted, doctor, se acuerda de formular lo que yo tengo aquí, y yo le daré el diez por ciento de todas las recetas”. A renglón seguido anotó: “Es un negocio que se hace siempre con los médicos que vienen a los pueblos”. El médico de la novela, que era el propio Tulio Bayer, había recibido dicha oferta en la vida real. Y se negó a aceptarla. Esto le costó su desgracia en el pueblo.
Años después, Bayer sería director científico de los Laboratorios CUP en Bogotá. Especializado en Farmacología en la Universidad de Harvard, aplicó los principios éticos que gobernaban su ejercicio profesional. Pero se encontró con un foco de corrupción en este laboratorio que tenía alto prestigio en el país. Se rebeló ante ciertas prácticas que quisieron imponerle, y fue despedido del cargo. Esta denuncia la hace Bayer en su libro Carta abierta a un analfabeto político.
Los hechos anteriores sucedieron hace más de medio siglo. De entonces a hoy, por lo que se ve, las cosas no han cambiado.
El Espectador, Bogotá, 10-VIII-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 11-VIII-2012.
Eje 21, Manizales, 11-VIII-2012.
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Comentarios:
Uno podría pensar que esta columna es una más entre el montón de quejas sobre el sistema de «salud» que sostenemos entre todos, directa o indirectamente. Pero no. Cita vínculos interesantes, y recuerda una verdad de a puño: la plata es la que manda. Y la gente solo está al servicio de ella, no importa si con ello debe pasar por encima de la vida de otros, de la educación de los demás, de los derechos del resto, incluidos, curiosamente, los propios. Porque es chistoso, pero si quienes favorecen la corrupción y se meten en ella cayeran en cuenta que tarde o temprano ellos mismos (o sus familiares, amigos, seres queridos) caerán siendo víctimas de la acción mafiosa… lo pensarían un poco. Suesse (correo a El Espectador).
No creo que Santos cambie la ley 100, si su actual ministra de Salud formó parte en la creación del esperpento de dicha ley al lado de Londoño de la Cuesta. La salud gerenciada que nos impuso la ley 100 fue rechazada en Europa. Pedrito el antitraqueto (correo a El Espectador).
¿Saben cuáles son las tarifas que pagan las EPS a los médicos y laboratorios? La vigente del Seguro Social del año 2001. Así un profesional que se respete y estime no vende su alma y conocimientos que tanto le costó obtener, por estas limosnas. Juancala (correo a La Crónica del Quindío).
Y por qué cuestionar tal afirmación si el médico, un profesional que tiene que competir con resultados mas no con calidad para permanecer en el mercado, ha deshumanizado su labor para responder a los intereses de las EPS y entidades que solo buscan lucro pero no calidad y menos respeto por la vida y salud de los pacientes. Antonioruizvelez (correo a La Crónica del Quindío).