El médico de hoy
Por: Gustavo Páez Escobar
Hipócrates (siglo V a. C) creó su célebre juramento como la primera lección que impartía a sus discípulos para inducirlos al ejercicio de la medicina. Con el correr del tiempo, se estableció que dicho juramento de carácter ético y humanitario debían pronunciarlo quienes se graduaban de médicos, ante sus compañeros de profesión y ante la comunidad.
Hoy el juramento tiene sentido histórico, y dejó de ser real. El médico actual no es el mismo médico de la antigüedad. La medicina se deshumanizó. El espíritu samaritano que practicaban los discípulos de Hipócrates, y que se extendió miles de años después, se fue apagando, por lo menos en la cultura nuestra, durante la segunda mitad del siglo XX, hasta llegar a su desaparición en el mundo moderno.
A esa conclusión llega el reconocido médico Fernando Sánchez Torres en reciente artículo publicado en El Tiempo. El galeno de hoy, que se mueve en un mundo tecnológico, acelerado y mercantilista, y que carece de tiempo y sensibilidad para dedicarle demasiada atención al paciente, ya no es, no puede ser, aquel profesional humano de la época de Hipócrates.
“La deshumanización ha sido la mayor desgracia que ha podido ocurrirles a los pacientes y a la medicina misma”, comenta Sánchez Torres. Y advierte que “el médico sin humanitarismo, carente de compasión frente a las desgracias ajenas, jamás podrá ser médico de verdad”. Tremendo juicio expresado por una autoridad médica del ayer no tan lejano, en quien prevalece, sin duda, el modelo hipocrático, por más desalojado que este se encuentre en la era moderna, la de las máquinas portentosas que no tienen necesidad de consentir al enfermo. Los resultados los da hoy la ciencia computarizada con precisión desconcertante.
Los aparatos desplazaron al médico, el que se volvió esclavo de ellos. De ahí su distancia física y espiritual del paciente. Solo falta que los aparatos del mañana, que ya se ven llegar, formulen los medicamentos. Cuando esto ocurra, el médico quedará relegado a una figura histórica, a una leyenda, como el propio juramento de antaño que terminó extinguiéndose en el mundo globalizado y vertiginoso de la época presente. Época que con todo y sus prodigios cibernéticos, y el descubrimiento de enfermedades y los avances científicos, no puede ignorar la naturaleza humana. Pero la ignora, y ahí está lo más delicado del problema.
Lo grave es que la máquina no puede llegar al alma de las personas: a los temores y angustias, a las ansiedades, a la sensibilidad, a la autoestima. De la misma manera, el paciente no puede ser un simple mapa de enfermedades que se miran por el “ojo mágico” de los aparatos, sino que necesita comprensión y calor humano. El “ojo clínico” de la medicina antigua duerme hoy en el baúl de los recuerdos.
Veamos el caso de las gemelas que nacieron en Bogotá con parálisis cerebral, hijas de Benjamín Romero y Paola Gómez, y que llevan tres años sometidas a pésima atención de los servicios médicos que debe prestarles la IPS de Saludcoop. Para obtenerlos, sus padres han tenido necesidad de entablar continuas tutelas y someterse a tratos denigrantes y al tortuoso camino de la tramitomanía.
Cuenta Paola, la madre, que un día en que le manifestó a una médica que los medicamentos formulados no producían efectos en sus hijas, la médica le gritó que las niñas nunca se iban a mejorar… Caso patético que refleja la deshumanización de la medicina.
En otro sentido, el médico de hoy no recibe la necesaria retribución económica por sus servicios, lo cual, por supuesto, es injusto y contraproducente. Desde la ley 100, el Estado es culpable de esta falla protuberante que no ha logrado corregir ningún gobierno. Esto facilita los sistemas de atracción que ejercen algunos laboratorios mediante halagos económicos (viajes, regalos y otras prebendas), a cambio de que formulen determinadas drogas, de alto costo, que favorecen las finanzas de los laboratorios y lastiman el bolsillo de los pacientes. Esta falta de ética vulnera, de modo bochornoso, la moral médica.
Descanse en paz, Hipócrates, y no se le ocurra abrir los ojos a este mundo médico del siglo XXI que olvidó los principios y que por lógica se desentendió del paciente.
El Espectador, Bogotá, 3-VIII-2012.
Eje 21, Manizales, 3-VIII-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 4-VIII-2012.
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Comentarios:
De acuerdo. Todo eso es verdad. Pero hay más: con los avances de la tecnología, la gente cree que la medicina tiene que solucionar todas las enfermedades, y eso no es así. Hay patologías incurables y el dolor y la muerte son inevitables. En contraste, en la antigüedad la gente entendía la enfermedad como algo ineludible y la muerte era voluntad de los dioses. Los médicos eran artesanos que ayudaban un poco, pero eran las fuerzas sobrenaturales las que decidían. Y por eso los médicos de antaño decían: si no puedes curar, intenta aliviar el dolor; si no logras quitar el dolor, al menos intenta consolar (eso era lo humanitario). Esparta (correo a El Espectador).
Soy médico y este artículo tiene solo un renglón de verdad, el pésimo salario que recibimos los médicos que en su mayoría son contratados por cooperativas ahora mal llamadas sindicatos, sin derecho a ninguna prestación laboral pero con toda la subordinación. Los gerentes de las EPS reúnen a los médicos y los presionan para disminuir el costo médico a cambio de no perder su trabajo, como en mi caso: 5 pacientes en una hora. ¿Cómo pretende usted que trabajemos bien, si ahora somos tratados peor que esclavos y cargamos con toda la responsabilidad, porque las EPS siempre se lavan las manos? Donald trump (correo a El Espectador).
La medicina se prostituyó cuando los médicos aceptaron que los laboratorios les paguen comisión por recetar las drogas que ellos venden. Es aberrante. Abcabc (correo a El Espectador).
Tanto el autor como el doctor Sánchez plantean una falsa contradicción entre la tecnología y el trato humano con el paciente. ¿Qué cosa más humana que poder hacer un diagnóstico y un tratamiento correctos con la tecnología más adecuada? Gran parte de la clínica no tiene capacidad para realizar diagnósticos exactos. Otro problema es el del trato con el paciente, y este no tiene nada que ver con que el médico use la tecnología. Tiene que ver con su formación y con las condiciones concretas de trabajo: tiempo, remuneración, facilidades de trabajo, motivación, etc. No es lo mismo la consulta privada que la institucional. La privada y la más costosa es de mejor calidad. La calidad cuesta. Epifanio (correo a El Espectador).
Al médico de hoy se le olvidó la clínica y basa su diagnóstico en máquinas (TAC, ecografía, RM). Por ejemplo, los ginecólogos hoy desconocen el tacto vaginal para evaluar un trabajo de parto. Ahora tienen la cervicometría para ver si el cuello uterino se está borrando. No saben usar el fonendoscopio de Pinard, ahora tienen monitores fetales, no saben diagnosticar un sufrimiento fetal, ahora necesitan doppler feto-placentario y ecografía de bienestar fetal. En otras palabras, los obstetras de hoy son técnicos cesaristas, porque ya no saben atender un parto vaginal. Pedrito el antitraqueto (correo a El Espectador).
Estoy de acuerdo con Sánchez Torres, no por lo que dice sino por su ejercicio ético de la profesión; me remonto veintinueve y treinta un años cuando como médico obstetra recibió a dos de mis hijos. Gracias por su prontitud y eficacia (aún siendo decano y después rector de la Nacional), gracias por el recuerdo que tengo del verdadero médico que sin gritos ni estrujones permitió la vida de las tres personas puestas a su cuidado en circunstancias de diagnósticos extremos. Usacabeza (correo a El Espectador).
El otrora médico familiar que asistía a todo el núcleo, inclusive en sus hogares, verdadero apóstol en su ejercicio profesional, se acabó, por las razones que usted tan bien expone en su columna. Gustavo Valencia García., Armenia.
Sin duda la ley 100 y sus particulares afanes privatizadores ayudan a deshumanizar la medicina. Carlos A. Villegas Uribe, colombiano residente en Estados Unidos.
Muy buen enfoque el de esta columna. Sin duda encierra una velada crítica al neoliberalismo –gavirouribista– que volvió mercancías los bienes públicos sociales. No olvidemos que un gran pensador, Gaetano Mosca, dijo que «la política es la piel de todo lo demás». Alpher Rojas Carvajal, Bogotá.
Desde la Historia de la Medicina y las lecciones de Don Pedro Laín Entralgo, incursioné en esta hermosa práctica: la ética médica. Dolorosa, pero real, la apreciación de esta columna. Marta Nalús Feres, Bogotá.