Casa de hacienda
Por: Gustavo Páez Escobar
Uno de los libros navideños que publica Villegas Editores es el que lleva por título Casa de hacienda, arquitectura en el campo colombiano. Nueva obra de arte dotada del esplendor, la pulcritud y la magia que sabe imprimir la firma editora a todas sus producciones.
Recorriendo sus páginas, se recibe la sensación de un viaje alucinante por la arquitectura colonial localizada en la Colombia campesina, donde la vida transcurría con placidez entre el laboreo de la tierra y el ensueño de los paisajes.
Villegas Editores rescata el patrimonio cultural diseminado a lo largo y ancho del país y representado en esas joyas coloniales, por ventura todavía en pie a pesar del embate de los tiempos, que se conocían como las casas de hacienda. Y muestra la evolución de esta arquitectura en los diferentes sitios de Colombia, labor realizada con la lente de Antonio Castañeda, fotógrafo del embrujo, y los novedosos textos del arquitecto Germán Téllez, maestro en bellas artes.
Esas casas anchurosas y espléndidas eran como fortalezas que se levantaban en las propiedades rurales y defendían el patrimonio contra el paso de los años y el azar de los caminos.
Eran, a la vez, símbolos de la familia trabajadora que sembraba en los campos no sólo las semillas fructíferas sino la solidez del hogar. En esas casonas, sostenidas por gruesas paredes y embellecidas por amplios corredores y ambientes generosos, los hogares fortalecían sus esperanzas en el esfuerzo cotidiano de la vida rural, hoy casi borrada de la Colombia contemporánea.
La contemplación de este patrimonio, tan bellamente plasmado en las 300 páginas del libro, es un regreso al pasado. Pasado de glorias y recuerdos regocijantes que aún lo apreciamos quienes tuvimos ocasión de saber lo que significaban, y significan, esas casas viejas como forjadoras de la nacionalidad. Para las nuevas generaciones, nacidas en el torbellino de las ciudades y tan ajenas a la fascinación de los campos, adentrarse en esos territorios remotos, así sea con los ojos de la imaginación, representará, sin duda, inmenso placer.
Eso es lo que logra Villegas Editores con sus libros de arte: rescatar el pasado y despertar el gusto estético. Dibujando al país, como lo hace Benjamín Villegas con tanta propiedad, se aprenden lecciones de historia patria y se estimula el amor por lo nuestro, por lo auténtico y lo comarcano –como este de las casas de hacienda–, que invita a la admiración y el halago de los sentidos.
La región cafetera del antiguo Caldas, para la que escribo la presente nota, está llena de este tipo de construcciones y aún conserva en gran parte su raigambre campesina. Además, es el país entero el que desfila por la obra de Villegas Editores y recibe, por consiguiente, un obsequio inestimable.
La Crónica del Quindío, Armenia, 28-XII-1997.