El drama de Valerie Domínguez
Por: Gustavo Páez Escobar
¿Qué necesidad tenía la actriz y exreina de la belleza Valerie Domínguez en meterse en el lío judicial en que se ha metido? Es tan delicado el caso, que está a punto de ir a la cárcel bajo la sindicación de los delitos de peculado por apropiación y falsedad en documento privado.
Con 30 años de edad, la vida le sonreía. Es miembro de prestigiosa familia de Barranquilla que goza de gran aprecio en los círculos sociales. En el año 2005 obtuvo el título de Señorita Colombia y recibió la corona de manos de su prima Adriana Tarud, que había conquistado la misma presea el año anterior. Otra de sus primas es Shakira. Pertenece, pues, a familia de luminarias.
En la vida de los negocios, el éxito para ella ha sido muy halagador. Para el efecto, no solo ha jugado papel importante su condición de exreina de la belleza sino sus particulares atributos de simpatía. Con dicho privilegio, se volvió diseñadora de joyas, con puntos de venta en Barranquilla y Bogotá. Y ha celebrado lucrativos contratos con la firma de cosméticos Ésika, que ha sabido explotar muy bien la imagen de la carismática dama.
Otro campo promisorio que se abrió para Valerie Domínguez fue el de actriz. Por este camino se van muchas de las exponentes de los certámenes de la belleza. Algunas saben aprovechar esta oportunidad que les da la vida, y otras la derrochan al incurrir en delitos o actos bochornosos, por lo general llevadas de la mano de algún capo de renombre. ¡Pobres reinas incapaces a veces de distinguir entre el bien y el mal!
Por las noticias que se han publicado en la prensa, parece que la falla de la actriz y exreina, a quien todo le sonreía, fue haberse enamorado de la persona equivocada. Su relación sentimental con Juan Manuel Dávila, perteneciente a distinguida familia de Santa Marta, y dinámico hombre de negocios, le oscureció el horizonte de glorias y alteró por completo su tranquilidad.
De un momento a otro, Valerie Domínguez se vio enredada en las oscuras maniobras que se tramaban contra los dineros públicos en trámites ante el Ministerio de Agricultura. Alimentada por el amor hacia su pareja, no se daba cuenta, según sus manifestaciones a la prensa y a la justicia, de que su novio la manipulaba para obtener beneficios propios. Según esa misma confesión, estampó su firma en papeles elaborados por su novio, que ella no leyó, y que la convirtió en solicitante de un auxilio de 306 millones para fomentar la producción agrícola.
Era su novio el agricultor, y no ella. Pero en virtud de una artimaña urdida por Juan Manuel Dávila y su familia, el predio Campo Grande, que tenía 1.242 hectáreas, fue fraccionado en varias fincas para recibir por cada una subsidios entre 300 y 400 millones, en lugar de recibir una sola cifra por el total de la propiedad. Este es el hecho que compromete a Valerie Domínguez al aparecer gestionando como agricultora (sin serlo) el subsidio fijado por el ministerio. Dice que ella firmó los papeles que le envió su novio con un intermediario, sin saber el alcance de esa firma.
Cuando estalló el escándalo, se abstuvo de recibir los 306 millones que había solicitado. Pero la Fiscalía la inculpa por el intento de acto doloso que estuvo a punto de perpetrarse contra el Estado. Es aquí donde se le complica la vida a la hoy exitosa empresaria.
Este ruidoso episodio deja un fondo moral para las ingenuas reinas de belleza que cierran los ojos ante la gravedad de ciertas acciones. En gracia de la duda, puede pensarse que Valerie Domínguez fue engañada en su buena fe. Pero le costará trabajo demostrarlo. Como ironía, ella se desempeñó como actriz en la serie “Los caballeros las prefieren brutas”. Ojalá la justicia sea sabia para establecer la verdad.
El Espectador, Bogotá, 8-VI-2011.
Eje 21, Manizales, 9-VI-2011.
La Crónica del Quindío, Armenia, 11-VI-2011.
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Comentarios:
Lo de Valerie y demás corruptos de la lista se resume en una sola palabra: ambición, pura y simple ambición. Por eso está Colombia como está, y seguirá quién sabe por cuántas décadas más. Pregunta simple: ¿habrá cárcel para tanto hampón? Luis Quijano, Houston (Estados Unidos).
Queda la duda que esa muchacha tan avispada y ejecutiva se haya dejado meter semejante gol sin percatarse; es triste aceptar que los colombianos nos hemos vuelto muy desconfiados, y con razón, por lo que siempre dudamos de esos testimonios tan emotivos y publicitados. Basta recordar aquel alcalde de Cali que lloraba ante las cámaras de televisión como una magdalena, ofendido porque lo acusaban de malos manejos, y que tiempo después demostraron que era un mafioso de campanillas. ¡En qué país vivimos! Pablo Mejía Arango, Manizales.