Inicio > Temas literarios > Rosario Sansores

Rosario Sansores

sábado, 11 de febrero de 2012

Por: Gustavo Páez Escobar

Méjico se ha olvidado de esta poetisa romántica que tuvo gran figuración por la época en que también Laura Victoria, la precursora en Colombia de la poesía erótica, y sobre quien acabo de concluir un libro biográfico, obtenía sonados aplausos. Como no eran muchos los datos recogidos sobre Rosario Sansores, acudí a mi dilecta y culta amiga Diana López de Zumaya, hija de Adel López Gómez y residente en Méjico hace largos años, para que me ayudara a salir de las sombras de esta figura digna de recordación.

Pero mi amiga, en el propio país de los sucesos, no consiguió ampliar mi visión sobre la autora de Rutas de emoción, precioso libro de prosa romántica que Rosario publicó en 1942, que revela un alma sensible que divaga en las honduras del amor y sabe interpretar los secretos del hombre (y de los hombres). «Lo extraño –me comenta Diana– está en que aquí nadie me pudo decir ni una sola palabra, ni menos una palabra elogiosa sobre Rosario Sansores».

Fracasada esta pesquisa, voy a tratar de reconstruir en líneas generales la imagen de la brillante poetisa y periodista de otros tiempos, que hoy nadie recuerda en su propio país, basado en datos fragmentarios que he logrado sacar de otras fuentes. Lo que sucede en este caso es lo mismo que suele ocurrir con mucha gente famosa: que el manto del olvido –triste e inexorable realidad humana– cae sobre el tiempo y desvanece o destruye el recuerdo.

Escribí al principio de esta nota la palabra sombras y esto me viene de perlas para decir que entre las numerosas canciones populares que Rosario difundió por los aires de Méjico y del continente, Sombras es la más representativa y sigue arrullando el corazón de los enamorados:

Cuando tú te hayas ido, me envolverán las sombras,

cuando tú te hayas ido, con mi dolor a solas,

evocaré este idilio de mis azules horas.

Cuando tú te hayas ido, me envolverán las sombras.

En la penumbra vaga de mi pequeña alcoba,

donde una tibia tarde me acariciaste toda,

te evocarán mis brazos, te buscará mi boca,

y aspiraré en el aire como un olor a rosas.

Cuando tú te hayas ido, me envolverán las sombras.

Rosario nació en una familia rica y creció rodeada de mimos y comodidades. A los doce años, cuando termina el último grado de estudios, ya hacía versos. Dos meses después muere su padre y se frustra el viaje que iba realizar a Europa. Se casa a la edad de 14 años –o mejor, la casa su familia– con el hombre que le han elegido y por el cual no siente nada.

Luego se va a vivir con su marido a La Habana, donde resulta vecina de Ernesto Lecuona, quien le pone música a algunos de sus poemas.

El ecuatoriano Carlos Brito musicaliza en aire de pasillo el poema Sombras, que se vuelve famoso. Rosario es además autora de numerosos temas que entran al folclor mejicano con la música de diversos compositores. El alma romántica de la poetisa se esparce por los países de América en letras llenas de sensibilidad.

Rosario fue uno de los mayores soportes de Laura Victoria a su llegada a Méjico. Además, mantuvo mucha cercanía espiritual con nuestro país. En 1925, Barba Jacob la conoce en La Habana. Ella se enamora del poeta y años después lo atenderá en Méjico durante su enfermedad en el Hospital General. En 1932, Luis Eduardo Nieto Caballero le escribe agradeciéndole «el solícito interés que ha tomado por Barba Jacob, querido amigo mío y gloria nues­tra». En 1938, Rosario le escribe a Ismael Enrique Arciniegas: «Sus agonías son frecuentes. Vengo del hospi­tal donde se muere Barba Jacob. No amanecerá». (Sin embargo, el poeta sobrevive a la nueva emergencia, y muere en 1942).

Rosario permanece ante su lecho de enfermo y mueve la solidaridad de sus amigos para reunir fondos que ali­vien la penuria económica del colombiano. Por esta épo­ca Rosario está divorciada y le ha quedado una hija. No fue feliz en el matrimonio. Más aún: no fue feliz en toda su vida amorosa y sufrió constantes desilusiones.

Su admi­ración por Barba Jacob, nacida en 1925 y que se prolonga durante 17 años, se ignora hasta dónde llegó en el pla­no sentimental. Es posible que se hubiera tratado de un amor platónico o de una relación fallida. «La gloria del amor –confiesa– no ha sido nunca mía. Siendo aún niña, una sibila me predijo que viviría siempre sola».

Entresaco de Rutas de emoción estas frases patéti­cas que revelan el infortunio de Rosario Sansores en su vida amorosa:

En torno mío no hay más que soledad. El amor que otras mujeres tontas y vacías tienen a raudales, no me ha pertenecido nunca (…) No soy sino una mujer que ha vivido intensamente. Soy una mujer que se ha pasado la vida siempre esperando un amor, que no ha llegado (…) Mi amor es un amor hecho de sueño y de ilusión, un amor casi  inmaterial, a fuerza de ser puro (…) Pienso que en la tumba se debe uno sentir muy a gusto. No oír tonterías, no contemplar rostros aborrecidos (…) dormir en un sueño ininterrumpido, quedarnos así, inmóviles, fríos, inertes”.

Le pregunto a Laura Victoria por Rosario Sansores y ella me contesta, como alejando una telaraña de sus ojos:

–Murió probablemente en Ciudad de Méjico. Escribía en Novedades una columna muy leída que se titulaba Rutas de emoción. Un poema suyo muy famoso, que se volvió canción, es Sombras.

Repasando papeles que la misma Laura Victoria puso en mis manos para la confección de su biografía, me encuentro con una declaración suya de 1942 al periódico El Liberal, de Bogotá, donde narra el notorio declive de su amiga: «Sus últimas crónicas no corresponden al prestigio que tuvo como poetisa, mostrando, tanto en sus escritos como en su manera de vestir y conducirse por la calle, una marcada desviación mental».

¡Ah, el olvido de los tiempos! ¡El olvido de los hombres! ¡Las ruinas de la vida! A la postre, el tránsito de la persona sobre el planeta puede quedar reducido a lo que dice Rosario Sansores en su canción, ésta sí imperecedera: a sombras. El olvido es el mayor ácido de la existencia humana. Hay indicios que conducen a pensar que aquella lejana poetisa del amor, por quien nadie da razón hoy en su  propia tierra, estuvo alguna vez medio deschavetada, y es posible que esto hubiera contribuido a opacar su gloria.

Revista Manizales, No. 712, mayo-junio/2001.

* * *

Comentario desde Cuba:

En conversación sobre escritores con una amiga mía, se hizo mención de Rosario Sansores. Le di a leer entonces la Revista Manizales No. 712 de mayo-junio 2001, en la cual aparece el valioso artículo de Gustavo Páez Escobar sobre ella. Me trajo entonces mi amiga este artículo aparecido en una revista de la cual fue arrancada la página, no pudiendo por tanto dar datos de dicha publicación ni de su fecha. Pero creo que nada importa esto para recordar a esa gran escritora que fue Rosario Sansores». Miguel Suárez García, desde Rodas, Cuba (Revista Manizales, No. 721. noviembre-diciembre/2002).

Por su parte, la directora de Revista Manizales anota lo siguiente: «Coincidiendo con este envío –que agradecemos inmensamente al amigo Miguel –, hemos encontrado en estos días algunas poesías de Rosario, casi desconocidas, y que vienen a complementar lo que ella nos cuenta en su dolorida página de recuerdos. Se publica la citada página desconocida, junto con los siguientes poemas: Mujer, Cansancio, El milagro, Soledad».

 

 

Comentarios cerrados.