Colegio de Boyacá
Por: Gustavo Páez Escobar
Grandioso homenaje se tributó en Tunja al Colegio de Boyacá con ocasión de sus 180 años de vida, cumplidos este 17 de mayo. El espíritu del general Santander, su fundador, revivió en el viejo claustro como el abanderado de la educación pública en Colombia.
Su recuerdo en esta efemérides –con sus títulos bien ganados de «Hombre de las leyes» y «Conciencia civil de Colombia»– no puede ser más oportuno para afirmar en las nuevas generaciones los principios ciudadanos como norma rectora de la disciplina social.
Mediante decreto expedido el 17 de mayo de 1822, el general Santander dispuso la creación del Colegio de Boyacá, la primera institución educativa de carácter oficial que nacía en la Gran Colombia. Santander consideraba que sin educación es imposible lograr el bienestar de la comunidad y el progreso de los pueblos. Meta prioritaria suya era brindar educación a todos los ciudadanos, y así lo consiguió con la red de planteles que pasarían a la historia con el nombre de «colegios santanderinos».
Este hecho era tanto más significativo cuanto que desde las postrimerías del siglo XVIII y durante las guerras de la Independencia la educación en Colombia y en los demás países hispanoamericanos se encontraba en crisis. Eran, en general, pueblos analfabetos, enceguecidos por la pasión bélica y sin mayores oportunidades de progreso individual. Para decirlo en otras palabras, el poblador de aquellas calendas vivía en función de guerrear y estaba a oscuras de la verdadera civilización.
Hasta que Santander, consciente de la ignorancia que tenían los pueblos libertados, prendió la chispa del saber. Fue él quien dio el impulso a la educación primaria, media y universitaria, y de ahí en adelante comenzó a organizarse una nueva nacionalidad. El 28 de julio de 1821, un año antes del nacimiento del Colegio de Boyacá, fue aprobada en el Congreso de Cúcuta la que se llamó Ley de Educación, cuyo primer considerando establece lo siguiente: «La educación pública es la base y fundamento del gobierno representativo y una de las primeras ventajas que los pueblos deben conseguir de su independencia y libertad».
En Tunja, primer eslabón de esa tarea gigante, empezó a funcionar el Colegio de Boyacá en el Claustro de San Agustín, siendo su primer rector el franciscano José Antonio Chaves. Tiempo después, el plantel se trasladó a la vieja casona que ocupa en la actualidad, en un ángulo de la Plaza de Bolívar. Hasta el día de hoy, 88 rectores han pasado por el claustro, entre ellos, la licenciada Nelly Sol Gómez de Ocampo, la única mujer que ha ocupado la rectoría en estos 180 años, hecho que representa gran honor y al mismo tiempo reto enorme. La vocación docente y la acción dinámica que caracterizan a la nueva rectora permiten pensar que su labor será exitosa, como continuadora privilegiada de la extensa nómina de varones ilustres.
Diez presidentes de la República han estado relacionados con la institución, y han sido rectores o alumnos del plantel 15 ministros de Estado, 25 gobernadores de Boyacá y un número notable de académicos, escritores y personajes regionales. Entre las muchas personas de mérito que han estado al frente de la entidad, se destaca el señor Hildebrando Suescún Dávila, quien hace pocos meses dejó la rectoría luego de ejemplar desempeño por espacio de 26 años.
La Plaza de Bolívar de Tunja, con presencia de las autoridades locales, fue teatro de viva demostración de afecto hacia la benemérita entidad. Allí se escenificó una calurosa fiesta boyacense, plena de colorido y emoción, alrededor de este símbolo que engrandece a la región y despierta entre los boyacenses sentimientos de pertenencia y orgullo.
La Academia Boyacense de Historia dejó fijada en el establecimiento una placa testimonial, y el maestro Malagón descubrió la efigie del general Santander, forjador de esta idea imperecedera. Además, en el templo de San Ignacio se escucharon sentidas voces de solidaridad hacia la institución, por parte de los gobiernos nacional, departamental y municipal, de los órganos legislativos y de las fuerzas vivas del departamento. Así se certifica el mérito de este organismo trascendental.
El Espectador, Bogotá, 6-VI-2002.