Los secretos de Fidel Castro
Por: Gustavo Páez Escobar
Castro confió a la poetisa colombiana Laura Victoria un papel secreto que impidió que un grupo de cubanos fuera expulsado de Méjico.
He leído en El Espectador la noticia sobre la repentina aparición de Dalia (o Delia) Soto del Valle, la esposa oculta de Fidel Castro, unión de la que existen cinco hijos varones: Alexis, Alex, Alejandro, Antonio y Ángel. Pocos en la isla sabían de esta relación, ya que el caudillo tiene establecido que los asuntos del Estado no deben mezclarse con la vida privada.
Este suceso corresponde al misterio que rodea la vida de Fidel Castro. El hecho de que los nombres de estos varones comiencen todos por la letra A (caso distinto al de los tres hijos procreados con Mirta Díaz Balart), hace pensar en un enigma curioso. El pueblo cubano no sabe siquiera si su mujer actual, con la que ha tenido larga convivencia, se llama Dalia o Delia.
En mi poder reposa la primera página de Excelsior, correspondiente a la edición del 22 de abril de 1985, que da cuenta del encuentro que tuvo la poetisa Laura Victoria con Fidel Castro, tres décadas atrás, en la cárcel mejicana donde éste se hallaba detenido junto con el Che Guevara y Camilo Cienfuegos, días antes de la revolución cubana.
Laura Victoria, amiga del director de la cárcel y que ejercía el oficio de periodista, era llamada por éste cuando algún colombiano necesitaba ayuda. Una vez se le informó que una compatriota suya se hallaba enferma, y de inmediato fue a visitarla. Por ella se enteró de que un grupo de cubanos estaba listo para ser expulsado del país. Y deseaban hablar con Laura Victoria.
Fidel Castro, apuesto joven de 27 años, paseaba intranquilo por el patio. Al estrecharse las manos, la periodista le manifestó que ya lo conocía por el general Bayo, de nacionalidad española (que había dado instrucción militar a los guerrilleros cubanos). Castro le preguntó si su amistad con el general era cercana. Y ella le dijo que ese mismo día comería con él en casa del pintor Luis Marín Busquets.
Castro, titubeante, deseó saber si podía confiar en ella. Ante lo cual, Laura Victoria lo invitó a que lo hiciera. El preso, que halló convincente la actitud de la periodista, entró al baño y escribió de afán un papel. A su regreso, le dijo al oído: «Debajo de la almohada de la enferma hay una misiva para el general». Más tarde, la colombiana se encontró con Bayo en la casa del pintor y le hizo entrega del recado de Fidel Castro.
Aquel papel secreto impidió que el grupo de cubanos fuera expulsado dos días después en el barco que salía de Tuxpan con destino a la isla. Esto hubiera podido cambiar la historia de Cuba. Laura Victoria, en toda su vida, sólo ha visto a Castro aquella vez. Pero la presencia del caudillo, y lo que para ella –sin ser comunista– representaría más tarde como líder de la revolución cubana, le produjeron hondo impacto.
En 1959, año en que el revolucionario entró triunfante en La Habana tras la derrota de Batista, la poetisa fue condecorada con la Orden de Martí por el poema épico El caudillo, dedicado a aquel preso «muy joven y muy guapo», como lo definió, confinado años atrás en la cárcel de Miguel Shultz.
El Espectador, Bogotá, 17-VIII-2001.