César Hoyos, nervio de la provincia
Por: Gustavo Páez Escobar
La elección de César Hoyos Salazar como presidente del Consejo de Estado reviste varias connotaciones. Figura notable del Quindío, allí sobresalió como brillante profesional del Derecho, catedrático universitario, líder cívico, director de Fenalco, Alcalde de Armenia por elección popular (1989-1992). Cuando hace tres décadas llegué al Quindío como gerente de un banco, él era secretario de Gobierno del municipio de Armenia y más tarde me asesoraría como abogado de la entidad.
Cumplido un ciclo exitoso de servicio a su tierra, resolvió venirse a la capital del país en plan de superación y conquista.
Aquí ocupó la dirección jurídica de la Federación Nacional de Cafeteros, donde –como habitante de una región que siempre ha vivido comprometida con la suerte del que fuera producto estrella de la economía nacional– supo representar a su provincia con lujo de competencia.
La llegada de Hoyos Salazar al Consejo de Estado no fue fácil. Y sí muy significativa. Su nombre, entre los aspirantes al cargo, era un nombre más que procuraba abrirse campo en los altos estrados de la magistratura. No había seguido la carrera judicial, pero poseía clara vocación jurídica y firme disciplina de estudio.
A sus entrevistadores les dijo que sería una garantía para la entidad, porque su carácter de hijo de provincia –que está ligado a deseos de progreso en la metrópoli–, su vida moral y ética y su consagración a las leyes le permitían aportar buenas dosis de rendimiento. Como se dice en lenguaje apropiado, vendió bien su imagen.
Esta legítima vanidad le abrió las puertas de la corporación. A ella se presentó sin padrinos y con el respaldo de sus méritos. Y triunfó. Al poco tiempo era el presidente de la Sala de Consulta, y allí mostraría sus dotes de riguroso investigador y de acertado intérprete de jurisprudencias. El reto final en el Consejo de Estado: conquistar la presidencia de la entidad, lo ganó a pulso. Su nombre, tras las exigentes confrontaciones a que da lugar una elección de esta naturaleza, fue ganando adhesiones entre sus colegas y a la postre fue el triunfador.
Entusiasma este hecho como resultado del esfuerzo, la ética y la idoneidad. Por lo general, al servicio público se llega por la fuerza de las palancas y la suerte de las oportunidades. Mientras más padrinos, más posibilidades de éxito. La eficiencia no es lo que más cuenta. Por eso, hay tanto fracaso, a veces bochornoso, en la administración pública.
El ascenso de Hoyos Salazar honra a su tierra nativa. Pero también debe considerarse como un triunfo de la provincia colombiana. Y por encima de todo, como el mérito personal de quien hace pocos años se propuso conquistar la capital del país. En los últimos tiempos no ha sido afortunado el Quindío en la designación de su gente para ministerios y altas posiciones del Estado. En cambio, lo ha sido para el campo de las leyes. Los abogados, en este caso concreto, sacan la cara por el Quindío y compiten con otras regiones con la presencia de sus hijos destacados. Enhorabuena.
La Crónica del Quindío, Armenia, 26-II-1999.