La máquina del poeta
Por: Gustavo Páez Escobar
Tal vez a pocas personas interese saber que la máquina de escribir de Germán Pardo García, muerto en Méjico hace cuatro años, fue rescatada para el museo que lleva su nombre en la población de Choachí. Muchos ignorarán la noticia. Por fortuna, quedan lectores sensibles (la honrosa minoría selecta) que se preocupan por los sucesos de la cultura.
Cuando el espacio aéreo está fletado por los negocios florecientes de la droga, transportar de Méjico a Colombia un artefacto anticuado e inútil, que ya no escribe poesía, suena a quijotada. Sin embargo, es un hecho destacable. Quienes amamos los símbolos del talento sabemos lo que representa esta herramienta de trabajo que forjó, entre tecleos silenciosos, una de las obras más valiosas de la literatura americana.
En mi viaje a Méjico, pocos años antes de su muerte, quedé maravillado al descubrir en su sencillo apartamento la parvedad de sus bienes materiales y la majestad de sus emblemas.
En un mueble, la bandera de Colombia. Y colgados en la pared, los retratos de Einstein, César y Jack Dempsey, a quienes él calificó como «el hombre más grande que ha dado la humanidad en cuanto al pensamiento», «el gigante de la acción» y «el gigante de la fuerza».
Me imaginaba al poeta rodeado de un mar de libros, y solo hallé dos: un diccionario de griego y un ejemplar de Apolo Pankrátor, obra que recoge su producción en 60 años de poesía (1915-1975). Cerca de estos libros reposaba su máquina de escribir como trofeo épico con la que había escrito miles de poemas y había ganado la batalla del espíritu.
La preciosa correspondencia que mantuvo Germán Pardo García con escritores colombianos y de diferentes países vio la luz en aquella imprenta elemental, hoy silenciada para siempre. Al desaparecer el amo, la máquin, huérfana de afecto, se entumeció como elemento inerte.
Hoy se recupera gracias a la mediación del escritor colombiano Aristomeno Porras, residente en Méjico, que me la remitió para entregarla a la Casa de la Cultura de Choachí. Quedará en la tierra donde el poeta del cosmos tomó el aliento para su poesía monumental. El alma del Pardo García vivirá en el páramo que templó su espíritu para el dolor y la grandeza, y reposará en el utensilio alegórico de sus combates de escritor. Está máquina tiene algo de fantasmal por su convivencia con el ermitaño de Río Támesis.
El alcalde de Choachí, Héctor Darío Cruz, es el clavero de la reliquia. Al recibirla, me manifiesta lo siguiente: «Expreso mis agradecimientos por la asignación de la máquina que perteneció al poeta Germán Pardo García, como también por su gentil donación del libro Biografía de una angustia, elementos que entraron a ser parte del patrimonio cultural del municipio y que darán a las próximas generaciones la oportunidad de conocer estos valores”.
La Crónica del Quindío, Armenia, 13-VIII-1995.
Prensa Nueva Cultural, Ibagué, agosto de 1995.