El libro de Richter
Por: Gustavo Páez Escobar
Aunque ya tenía conocimiento sobre el ciudadano alemán Leopoldo Richter, que vivió largos años en Colombia y aquí obtuvo su renombre de científico y de artista, sólo vengo a conocerlo en toda su dimensión histórica por el libro que sobre él publica Villegas Editores. Richter penetró en nuestro país en el año de 1935, procedente de Brasil, adonde había viajado a raíz de los problemas políticos de su patria. Desde entonces residió en Colombia, donde murió en 1984, a los 88 años de edad.
De joven vivió largos años en la Selva Negra alemana, donde su madre había sido aislada, víctima de la tuberculosis, y allí nació su vocación por las ciencias naturales y el arte. Hasta 1932 se dedicó a la docencia en su país, y en el 39 se vinculó como investigador al Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional, donde permaneció por espacio de 23 años.
No era entomólogo con formación académica, pero su don empírico, que le estimuló su padre cuando en la Selva Negra lo invitó a pintar animales, lo convirtió en maestro de esa materia. En sus constantes viajes por las selvas colombianas se dedicó a observar la naturaleza, coleccionar insectos y tomar muchos apuntes, que a la larga le servirían para ampliar su mundo científico y artístico. Convivió con indígenas y negros y captó sus culturas.
Todo ese universo queda plasmado en sus bocetos, cerámicas, dibujos y pinturas, que le han valido, a lo largo de los años y por parte de notables autoridades, como Marta Traba y Walter Engel, valiosos conceptos. Está considerado como una de las personalidades más brillantes en el arte colombiano durante la segunda parte del siglo XX. La primera exposición de su obra plástica la realizó, con cierta timidez, en 1956. Poseía una humildad innata que lo hacía subvalorar su propio mérito, cuando su talento era indudable.
Quienes lo conocieron de cerca y aportan sus juicios en el libro de Villegas Editores, hablan de un ser generoso, noble y desprendido; poseedor de una personalidad subyugante; obsesionado por su trabajo; apasionado por la música clásica y gran lector; admirador de Nietzsche, Schopenhauer y Humboldt; en fin, un hombre extraordinario y un artista singular. Descubrió en el trópico colombiano numerosas especies de insectos, y este solo hecho, en el plano científico, le concede alta valía.
Benjamín Villegas, con estas realizaciones bibliográficas, demuestra que es un convencido de la trascendencia del arte y de la grandeza de la patria. Richter, que nunca regresó a Alemania y siempre pregonó su identidad con nuestro país, es por eso mismo colombiano ilustre.
El Espectador, Bogotá, 8-I-1998