Laura Victoria, en la Academia
Por: Gustavo Páez Escobar
Laura Victoria, la poetisa más destacada del país en la década de los años treinta, que reside en México hace más de medio siglo, ha sido elegida miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua. Poco dirá el nombre de Laura Victoria para las nuevas generaciones, tal vez en razón de su larga ausencia de la patria.
Por eso es tan importante el reconocimiento que hace de su obra la Academia de la Lengua. Su primer poema lo escribe a los 14 años de edad, y como sus compañeras de estudios no creen que sea la autora, les compone acrósticos veloces para que no quede la menor duda. Su precoz vocación poética la llevará en pocos años a la fama continental, al lado de Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni, Delmira Agustini y Rosario Sancores.
El maestro Valencia, uno de los primeros en descubrir esta revelación, le manifiesta: «Recibió usted el don divino de la poesía en su forma la más auténtica, la más envidiable y la más pura». La salida de su primer libro en 1933, Llamas azules, representa uno de los grandes sucesos de la época. Hoy han transcurrido 65 años desde aquella alborada gloriosa, y la fugacidad del tiempo, con sus inevitables mantos de olvido, ha impuesto un doloroso silencio alrededor de la ilustre colombiana.
Es autora de siete libros ya consagrados por la crítica. En Méjico se quedó por razones familiares, y ya no es fácil que regrese a Colombia. Pero nunca ha dejado de pensar en su patria, en su gente y sus paisajes. Fue aquí donde inició su carrera, para luego desplazarse como diosa de la poesía romántica por los países latinoamericanos.
Es preciso anotar, por otra parte, que fue la pionera de la liberación femenina al romper los moldes de la acartonada y gazmoña sociedad de principios del siglo que no permitía un espacio para que la mujer pensara por sí misma, y menos actuara. En aquellas calendas, a las bellas hijas de Eva sólo les tocaba obedecer y callar.
Un poema tan audaz como En secreto, imbuido de perturbadora ternura y deliciosa sensualidad, en un medio acallado por los excesos religiosos y las falsedades sociales, por fuerza tenía que provocar escándalo. Con su fina vena erótica, Laura Victoria revolucionó la poesía colombiana y le abrió a la mujer los caminos de la libertad.
Justo galardón, y no importa que sea tardío, el que confiere la Academia de la Lengua para premiar el mérito de la egregia colombiana, oriunda de Soatá, que hoy, coronada de gloria y llena de nostalgia, ve pasar sus horas del crepúsculo en tierra ajena, con el alma puesta en Colombia. Ahora sabe que su patria no la ha olvidado.
El Espectador, Bogotá, 18-VI-1998.