El derecho y las letras
Por: Gustavo Páez Escobar
El jurista Óscar Londoño Pineda, exalcalde de Tuluá y exmagistrado, ha sido escritor toda la vida. Como estudiante de bachillerato en su pueblo natal y más tarde de derecho en la Universidad Nacional, su vocación literaria era contundente. Con esto se prueba que la vena del escritor nace desde la cuna.
A lo largo del tiempo y no obstante su compromiso laboral con las posiciones ocupadas en las ramas ejecutiva, legislativa y judicial del poder público, nunca se desvió de su destino de escritor. Así lo demuestra la firme labor que ha tenido a partir de 1975, cuando publicó su primer libro, Los pasos de Egor, que le hizo ganar franca ponderación de la crítica.
Hoy, entre cuento, novela, ensayo y poesía, lleva seis libros editados y otros se encuentran en camino. Además, ha escrito artículos en periódicos y revistas y ha dictado conferencias en foros culturales y universitarios, todo lo cual señala un claro itinerario intelectual.
Nos sorprende ahora con su última obra, Las palabras necesarias, que mantuvo oculta durante todo el tiempo que lleva haciendo poesía. Desde siempre, porque Londoño Pineda nunca ha dejado de cultivar el género poético (y quizá fue esa su primera llama como cultor de la palabra), aunque no se había atrevido a revelarlo en público. Con esta obra refrenda su calidad lírica, consentida y depurada en horas de reflexión y soliloquio, mientras veía pasar la vida y el alma se le llenaba de embeleso.
La nota predominante de este libro es su hondo romanticismo. Romanticismo que se vuelve delicado y ardiente, clamoroso y sensual, sin las estridencias morbosas con que tanto falso poeta de los tiempos actuales asesina el amor. Es el suyo un fino y emotivo sentimiento, “jadeante como la llama», según sus propias palabras, que recorre los caminos de la emoción y el arrebato. El amor jubilado del poeta grita hoy sus gozos por la amada ideal y por el hijo partícipe de callados júbilos.
Librode evocación y silencios. De nostalgias y estremecidas interioridades. Libro de presencias y de fugas; de travesía por los ríos de la sangre; de retorno al «claro varón de perfecciones» que marcó la existencia; de temblor ante la rosa lejana que «sólo quisiera ser perfume». Libro de luces y sombras, penetrado de amor, donde el corazón, en últimas, hace florecer el sueño.
La Crónica del Quindío, Armenia, 23-II-1998.