Sorpresa literaria
Por: Gustavo Páez Escobar
Muchos serán los sorprendidos con la noticia que da Santiago Romero Sánchez en su columna de El Tiempo sobre la postulación del escritor santandereano Jaime Álvarez Gutiérrez al Premio Nóbel de Literatura. No es una postulación cualquiera: ella procede nada menos que del director de la Real Academia Española, don Lázaro Carreter, y de otras altas dignidades de las letras, como Pedro Laín Entralgo y Luis Rosales Camacho.
Este ignorado escritor de provincia, nacido en San Gil en 1923 y que ejerce su profesión de abogado en Bucaramanga, es autor de valiosa obra que se traduce en varios libros de singular creación y estilo polemista. En octubre de 1993, con motivo de la salida de su libro Carta al rey, que comenté en las páginas de El Espectador, me formulaba él los siguientes comentarios que bien vale la pena transcribir:
«Escribo desde tiempos inmemoriales, pero mis libros, mis escritos, mis ideas y mis pensamientos duermen en el fondo de un arcón que hace las veces de ataúd, puesto que la mayoría de mis sueños han sido condenados, por mi propia decisión, a morir sin ver la luz. De ese arcón, cuando llega la hora de la resurrección, saco mis papeles y los achico, los alargo o los destruyo».
En la misma carta me decía que por aquellos días estaba entregado a la elaboración de su novela El chispeante epitafista don Ludovico di Betto. Nada volví a saber de la novela hasta cuatro años después, cuando me entero por la nota de Romero Sánchez de que este libro ha merecido los mejores elogios de las personalidades atrás mencionadas. Libro estelar que unido a toda su obra –la que ha pasado inadvertida para los colombianos– le ha hecho ganar universal reconocimiento.
Camilo José Cela, nóbel de 1989, había ponderado en la prensa española otra de las obras geniales de nuestro escritor: Diccionario del desahogo. Mientras esto ocurría por fuera de nuestras fronteras, Jaime Álvarez Gutiérrez era –y es– un solemne desconocido en su propia patria. O si no que diga quién ha leído sus libros. Aparte de los antes citados, estos son los otros títulos: Las putas también van al cielo, La cruz trenca, Matrioshka trierótica, Par mestizos.
Álvarez Gutiérrez es escritor irreverente, parecido a Vargas Vila, que maneja una prosa mordaz y erudita. Su palabra es enjuiciadora, implacable. Crítico agudo del establecimiento, de los abusos del poder, de la sinrazón, del desamparo del escritor colombiano (ese escritor que él encarna muy bien como hijo de provincia marginado por la gran maquinaria de la capital). Todos estos atributos de su pluma le han hecho ganar –allende los mares– la alta valoración de su obra, la que debe ser motivo de análisis y reflexión por parte de nuestros intelectuales criollos.
El Espectador, Bogotá, 20-IX-1997