El eterno femenino
Por: Gustavo Páez Escobar
Conseguí cambiarle el sexo a una gran periodista: Patricia Lara, dueña de Cambio 16. Ella debe estar jubilosa con mi cirugía. Una cirugía que también van a agradecerme los honorables académicos de la lengua. Que sean los documentos los que hablen.
(Agosto de 1994). Señor director de Cambio 16: Al abrir uno la revista recibe la impresión de que hay dos hombres en las presidencias de la empresa: Juan Tomás de Salas en el Grupo 16, y Patricia Lara Salive en la edición para Colombia. En ambos casos aparece allí el título de presidente, sin distinguir el bello sexo que adorna a doña Patricia. La tendencia del idioma es que los oficios o profesiones de la mujer tengan la debida precisión: médica, abogada, presidenta, gerenta, jueza, jefa, ministra, poetisa…
Consciente de esta evolución de la lengua que rompe el acartonado machismo de otras épocas, cuando el médico, por ejemplo, era hombre o mujer, doña Patricia Lara suscribe su correspondencia como presidenta, según aparece en la carta que dirige a usted en la edición número 61. Demuestra así que ella no está dispuesta a renunciar a su sexo en la planta editorial de la revista.
(Febrero de 1996). Periodista Patricia Lara Salive: En agosto de 1994 escribí una protesta porque a usted le habían cambiado de sexo. Pero no me hicieron caso: en las sucesivas ediciones siguió siendo usted hombre. Y yo me decía, para mis adentros, que hasta razón tendrían (en este momento de trasmutación de los sexos).
Hoy no se sabe quién es más hombre, si el hombre o la mujer. En esta hora aguda de machismo, ambos se pelean la varonil posición. De lo cual se desprende que el mundo se está quedando sin aroma, sin delicadeza femenina. Por eso vamos como vamos.
Me llega el número 137 y veo que usted ha sido restituida en su legítima condición: presidenta. Tuvieron que correr 17 meses para que sucediera el milagro: una bella conquista, o reconquista, para la mujer y para el idioma.
Prensa Nueva Cultural, Ibagué, febrero de 1996.