Veeduría Ciudadana
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
¿Funcionará la Veeduría Ciudadana para Bogotá? El veedor distrital dice que en enero entrante se pondrá en marcha un sistema mediante el cual la ciudadanía entrará a vigilar el desarrollo de las obras. Y agrega: «Se trata de que la gente se apropie de lo público, que rompa esa mirada indiferente y a veces cómplice de lo que sucede a su alrededor».
Esta idea optimista, si en verdad fuera operante, abriría caminos para el progreso de la ciudad. Lo que se pone en duda es la acogida y solución que tengan los reclamos de la comunidad. En este momento hay muchas líneas abiertas para que el público haga sus reclamos. Sin embargo, en la mayoría de los casos no hay respuestas efectivas a los problemas que se plantean.
Conseguir desocupadas las líneas de atención al cliente –en el Acueducto, en la Empresa de Energía, en el IDU, en la Empresa de Telecomunicaciones, etcétera– es toda una odisea. Establecido el contacto, las veloces telefonistas acuden a la socorrida respuesta de que el caso queda en turno de solución. Solución que casi nunca llega, o llega con la conocida parsimonia oficial.
¿No se convertirá la Veeduría Ciudadana en otro elefante blanco de la burocracia? La intención es sana, pero de ahí a la realidad hay mucho trecho. La gente ya no tiene medios para defenderse, para hacerse oír, para que le den tono al teléfono, para que le instalen la luz, para que no le facturen de más. En suma, para que le restituyan sus derechos ciudadanos.
Vamos a vigilar entre todos, según el veedor distrital, la marcha de las obras públicas. Con el novedoso sistema que se ofrece, se evitarán las demoras y deficiencias de los contratistas, los despilfarros, la mediocre ejecución de los trabajos, los perjuicios para la comunidad…
Este columnista, desde mucho tiempo atrás, ha sido un veedor ciudadano –y resignado– de las fallas que ocurren en su entorno residencial. Más que por las páginas del periódico, se comunica a través de cartas a las autoridades. En varios casos, bueno es reconocerlo, ha logrado ser atendido. En otros, tiene que emplear la paciencia del santo Job.
La siguiente situación, por lo peligrosa, representa un grave riesgo público. La prolongación de la avenida Ciudad de Quito (o avenida 30), a la altura de la calle 95 con avenida 19, dejó una imperfección en el diseño donde se bifurcan las vías. Tanto a los ingenieros como al IDU he comentado, desde tiempo atrás, la amenaza que acarrea esta mala ejecución, a causa de la cual han ocurrido serios accidentes de tránsito.
Los vecinos conocemos la falla y somos testigos de las maniobras diarias que tienen que hacer los conductores para evitar los choques. Sin embargo, nada se ha hecho. El último accidente aparatoso, ocurrido hace pocos días, fue entre cinco automóviles, con heridos y graves destrozos de los vehículos. ¿Será necesario que haya muertos para corregir la irregularidad? Es preciso insistir en la pregunta inicial: ¿Sí funcionará la Veeduría Ciudadana?
El Espectador, Bogotá, 29-XII-1995.