Funcionarios mudos
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
No se trata del señor Alcalde Mayor de Bogotá, cuyo silencio sepulcral al fin se interrumpió con el anuncio de su dimisión, si los concejales no lo dejan gobernar. A raíz del respaldo público que obtuvo por su amenaza de dejar huérfana a la pobre cenicienta, el señor Mockus se volvió el hombre más locuaz. Incluso consiguió inyectarle calorías a la fría temperatura ciudadana que él mismo no ha podido levantar con sus juegos mágicos. Su inesperada salida al aire logró el milagro de la resurrección para su imagen postrada en sólo cinco meses de administración.
Al silencio que voy a referirme es al del señor Alejandro Deeb Páez, gerente de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado. A partir del mes de febrero he tenido que tocar en sus puertas en varias oportunidades, sin haber logrado que éstas siquiera se entreabran. No se trata de un caso particular sino comunitario, tanto del edificio donde habito como de los vecinos, y puede deducirse que de miles de usuarios afectados por la misma falla empresarial.
Como el gerente no ha contestado mis cartas –que son también de la opinión pública–, le escribo hoy por el correo del periódico. (Entre otras cosas, yo sólo he escuchado la voz del funcionario cuando dice que va a aumentar las tarifas por fuera del Pacto Social).
Comenzando el año, la Empresa de Acueducto redujo en más de 20 días, sin previo aviso, el límite que tenía fijado para el pago de sus facturas. Cuando las cuentas debían cancelarse a finales del mes, la nueva modalidad –que significa una operación financiera a favor de la empresa– trasladó la fecha límite para comienzos del mismo mes. Además, dejó de entregar las facturas en las residencias. Es decir, más tarde los usuarios nos encontramos con la noticia de que la cuenta estaba vencida y por lo tanto había que pagar el recargo establecido por la mora. Doble ganancia para la empresa.
Trasladé el reclamo al funcionario con fecha 27 de febrero. Y como no me contestó, le escribí de nuevo el 3 de mayo. Continúa el olímpico silencio gubernamental. La situación se agrava con el hecho de que en el nuevo reparto de facturas, las del presente mes, tampoco llegaron las de mi edificio y los edificios vecinos.
Cuando nos dimos cuenta de esta deficiencia repetida, ya el plazo para el pago estaba vencido. Sin fórmula de apelación, había que cancelar otra multa por una omisión de la que no somos responsables. Así, mientras se asaltan los bolsillos de los usuarios, crecen las arcas de la empresa. Acudimos a la ventanilla del Cade, donde la empleada, que casi no deja hablar (una manera de ser nosotros los mudos), nos dijo que la culpa era de Adpostal por no haber entregado las facturas a domicilio. El consabido juego de evasivas. Y resulta que estamos en pleno auge de los juegos ciudadanos que quiere enseñarnos el señor Mockus…
La empleada nos puso a escribirle a Adpostal. Allí también son mudos. La pregunta es simple: ¿Quién contestará nuestras cartas y nos devolverá las multas mal cobradas? ¡Averígüelo Mockus!
El Espectador, Bogotá, 10-VI-1995