Poeta de la brizna y el cosmos
Por: Gustavo Páez Escobar
He sentido viva emoción con la noticia que me comunica Jorge Enrique Molina Marino, rector de la Universidad Central, sobre el homenaje que la revista Hojas Universitarias tributa en la presente edición al poeta Germán Pardo García para recordar el segundo aniversario de su muerte, ocurrida en Méjico el 23 de agosto de 1991, país donde vivió por espacio de 60 años.
El hecho de haber mantenido con el poeta intensa relación epistolar durante los años finales de su existencia, de haberlo visitado en Méjico en 1988 y, sobre todo, de ser desde tiempo atrás admirador asombrado de su obra poética, me llevaron a escribir el libro Biografía de una angustia, hoy en proceso de edición en el Instituto Caro y Cuervo.
Adel López Gómez lo llama poeta de la brizna y el cosmos. Exacta definición para quien como Pardo García plasmó en su obra, con sensibilidad artística, la trascendencia de la vida, desde la pequeñez hasta la inmensidad, y supo unir el átomo con la mole. «Y me volví cósmico y soñé con la vida y la muerte en razón de ser astrofísico», señala el poeta en una de sus confesiones.
Cuando Germán Pardo García abre los ojos al mundo, se encuentra frente al páramo. Y éste ruge como dragón que amenaza devorarlo. Durante toda la vida lo persigue la imagen siniestra. Nunca logra liberarse de ella. «El huracán del páramo –dice– no ha cesado un instante de soplar sobre mi». Su secreto reside en la vivencia del páramo. El páramo significa orfandad. Y la orfandad, soledad, abandono, miedo, neurosis, angustia, sombras… El páramo representa para él, siendo su mayor tortura, una sinfonía.
La epopeya del páramo
Germán Pardo García heredó del páramo cosas majestuosas. Derrotó el desamparo y escribió una epopeya. En el páramo, denso en penumbras, también alumbra el sol. La sombra va pegada a la personalidad del poeta.
«La sombra –declara– es para mí uno de los fenómenos más sublimes del universo. Tengo la certidumbre de que todo el universo es sombra, y esa sombra formidable me envolvió por completo, no como una entelequia, sino como un postulado físico».
El poeta –todo poeta verdadero– posee alma sensible, propensa a la ternura y la solidaridad, y ahí está su desgracia. Al pretender cambiar la desdicha por la felicidad y no conseguirlo, sufre. Trata de curar los entuertos de la humanidad, y al no lograrlo, se agranda su desazón. Entonces es más poeta. Y no le interesa que lo desprecien. Si el poeta no sufriera, la gente no entendería la dimensión del dolor. Si no amara, no habría amor en el universo, ni luz en los paisajes, ni lumbre en los hogares. Si no cantara, el planeta estallaría en un lamento.
El bardo es un eco del mundo. Es la caja de resonancia de la tragedia y la grandeza humanas. Si no existiera la poesía, moriríamos de melancolía. Incluso los violentos. Si el poeta no hubiera nacido, habría que crearlo. Y existiendo, a los necios se les antoja destruirlo. Esto es un deicidio, pero así de loca es la humanidad.
Germán Pardo García lee desde muy joven a José Asunción Silva. Y cada vez encuentra allí mayor ternura. El murmullo de esos poemas le embriaga el alma. Decide entonces que será poeta. Poeta de las nieblas del páramo, de las penas del alma. En Silva ha visto su destino. En esos años inciertos sólo tiene un confidente: Silva. Con él dialoga en fantasía todas las noches y le cuenta sus pesares. Medita en la senda trágica de su ídolo y se siente atraído por la muerte, la «casta, suave, dulce señora» invocada por Guillermo Torres Quintero, otro vate del amor y la muerte.
Hay dos claves fundamentales para entender a Germán Pardo García: el páramo y Silva. Podrán existir otras circunstancias que expliquen su personalidad, pero ninguna de ellas ha influido con tanto poder, como las dos mencionadas, en la vida y en la producción de este cisne atormentado que escucha a corta edad, en una ciudad gris y melancólica, el llamado de los dioses a ser poeta.
Poeta universal
Con el libro Lucero sin orillas, publicado en 1952, la poesía pardogarciana busca la interpretación del universo. En esta época, que va hasta 1960 con la publicación de La cruz del sur, es cuando más se acentúa la búsqueda del cosmos para plasmar otra visión sobre el ser humano.
El lirismo de Pardo García adquiere aquí tremenda resonancia. De la elevación mística –característica de sus primeros poemas– pasa a la compenetración con la naturaleza, y de ésta, al hallazgo del universo. El poeta quiere encajar al hombre en el mundo de los astros, los planetas y los choques cósmicos. De ahí en adelante será más poeta de la tragedia universal y la angustia del hombre.
Hacia 1964 su poesía se encamina a nuevos temas y descubrimientos. La matemática, la física, la astrofísica traen nuevos ingredientes en la obra del colombiano. Por este nuevo orden camina siempre de la mano de Einstein. Es la pasión más fuerte de su vida. «Yo veo en él –dice– un dios sobrenatural. Ese hombre me condujo a la demencia del espacio». En adelante Pardo García será el gran lírico de la ciencia y la técnica moderna.
Es el cantor por excelencia del nuevo mundo científico. Ha sorbido la ciencia con sed de investigador. Toda su cultura viene de Grecia. Su obra poética, una de las más prolíficas de todos los tiempos, ha llenado a cabalidad su necesidad de conocer y representar al hombre en sus miserias y grandezas, y la ha elaborado lo mismo con materiales gongorinos que con clamores cósmicos. Muchos de sus poemas ya se ganaron el privilegio de la inmortalidad. Pardo García ha penetrado en el futuro. Se ha adelantado a su tiempo. Su voz es augural. Tiene el poder de la clarividencia. Su poesía ha irrumpido en el siglo XXI.
Enamorado de la muerte
Pardo García siente desde los lejanos días de su juventud atracción por la muerte. El suicidio de Silva es una imagen fascinante que traslada a sus propios versos con extraño placer. Por eso, en 1979 se abre las venas. Edmundo Rico le había advertido en Bogotá, muchos años atrás: «Cuida tus pasos porque te meces en el trapecio de la angustia y llevas dentro de ti a tu propio homicida».
El maestro, cual otro Rimbaud, fue al infierno y regresó, con su tragedia a cuestas. Habló con Satán y con los diablos del averno. Hastiado de vivir y de soñar se quemó las entrañas para buscar su exterminio. Se abrió las venas para acabar con Eurídice. Pero su sombra y todo cuanto ella simboliza no lograron destruirse. Lo salvaron –o lo perdieron– dos casualidades: la del amigo que descubrió el hilo de sangre que salía de su habitación, y la de la Cruz Roja, que le cerró las arterias. Como consecuencia de este trance mortal publica en 1980 el libro Tempestad, uno de los testimonios más estremecedores que se hayan escrito sobre la tragedia de morir y volver a nacer.
Otro drama apabullante de su existencia es su confusión religiosa. De su poesía mística de la infancia, que se traduce en su amor a Dios, al hombre y a la naturaleza, salta a los mundos caóticos de la ciencia. Einstein le desquicia la mente. Por épocas se declara ateo. Pero luego busca a Dios, en sus momentos de mayor desconcierto, y lo encuentra. Y de nuevo le da por navegar en los arcanos inalcanzables del cosmos. Entonces vuelve a perder a Dios. Y más tarde lo descubre una vez más.
Su Cristo negro
Uno de los mayores interrogantes que se me formulan con frecuencia, por considerárseme conocedor cercano de la vida del poeta, es sobre su incredulidad religiosa. Para muchos, Germán Pardo García se mantuvo alejado de Dios en sus últimos años. Y así murió. Concepto equivocado, como ya se dijo. Poseo pruebas suficientes, manifestadas en cartas, en actuaciones inequívocas y sobre todo en varias poesías fulgurantes. Este punto tiene amplio análisis en mi ensayo biográfico en vía de edición.
Considero pertinente entregar a Hojas Universitarias, dentro de la muestra poética que me ha solicitado el doctor Molina Mariño, varios testimonios de los últimos años que refrendan mi tesis sobre el reencuentro de Germán Pardo García con su Dios irrenunciable. Entre ellos hay un extraordinario poema social: Cristo negro. Cuando en mayo de 1987 me envió el poeta, recién fabricadas, sus Flores enfermas y sus Flores de sal, venían acompañadas de un papelito que reza así: «Amigo de mi alma: usted me dijo que yo moriría invocando a Cristo. Se cumplió su augurio».
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Cronología
Del libro Biografía de una angustia, de Gustavo Páez Escobar
(Rastros, en medio de grandes silencios, que hacen notar la sombra del poeta entre 1902 y 1991)
1902 Nace el poeta el 19 de julio en la ciudad de Ibagué, capital del departamento del Tolima, República de Colombia. Son sus padres el abogado Germán D. Pardo –con el tiempo presidente de la Corte Suprema de Justicia– y doña Julia García Esponda. A los pocos días de nacido queda paralizado como consecuencia de grave lesión en la columna dorsal.
1903 Le aplican puntos de fuego en la columna vertebral. Continúa paralizado. Se considera inminente su muerte. Más tarde el niño reacciona. Se salva, pero le quedan serias consecuencias para toda la vida.
1904 Es trasladado a Bogotá, donde su padre ha sido nombrado juez. El 5 de junio muere su madre, a la edad de 22 años, al dar a luz a su hija Julia. El niño es enviado a Choachí, donde su padre tiene una propiedad en inmediaciones del páramo El Verjón.
1906 Queda al cuidado de una nodriza sicópata, llamada Lucía Acosta. Los ruidos nocturnos, la soledad y las nieblas del monte invaden la mente asustada del futuro poeta.
1910 Es llevado a Bogotá. Su padre se casa con Ester Piñeros Encinales y ella se convierte en madrastra rezandera y neurótica del pequeño. El niño aprende a leer y a escribir en una escuelita privada. Después ingresa al colegio de los Hermanos Maristas. En Bogotá vuelven a reunirse, en forma pasajera, los cuatro hermanos separados.
1912 Germán Pardo García vuelve otra vez a la casona del páramo, esta vez con su madrastra. Estudia en una escuelita rural. Se protege en una cueva contra la inclemencia de la madrastra. Su padre se separa de Ester Piñeros Encinales por conflictos insuperables. Germán viaja a Bogotá.
1914 Es matriculado en el Colegio de San Bartolomé, de jesuitas españoles.
1915 Se le pasa a interno en el mismo colegio. No soporta el rigor religioso ni el ambiente lúgubre que allí se viven. Sufre abatimiento y neurosis, y por recomendación médica abandona el internado y sigue en calidad de externo.
1916 Comienza a escribir poemillas infantiles.
1917 Un jesuita lo maltrata. El niño no acepta seguir en el plantel. Siente resentimiento contra la Iglesia Católica y sus ministros.
1918 Ingresa al Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. El rector advierte sus inclinaciones literarias. Pardo García muestra afición por la retórica española y el latín. Conoce a algunos poetas de la época. Se sugestiona con la imagen del poeta suicida José Asunción Silva. Conoce al poeta mejicano Carlos Pellicer, que ejercerá gran influjo en su vida. Se apasiona por el idioma griego. Penetra en el ambiente de los bajos fondos.
1920 Carlos Pellicer es trasladado a la embajada mejicana en Venezuela. Pardo García intenta seguirlo, pero sus recursos económicos no se lo permiten. Toma clases de atletismo.
1921 El 14 de noviembre muere su padre. Por última vez se reúnen los cuatro hermanos. La familia se desintegra. El joven vuelve al destartalado caserón del páramo. Se hace agricultor. Un potro le da violenta coz en el oído izquierdo, a consecuencia de la cual sufrirá vértigos toda la vida.
1925 El párroco de Choachí le hace prender fuego a la casona y a los graneros por negarse a pagar diezmos y primicias a la Iglesia. Es Viernes Santo.
1927 Trata de recuperar los bienes perdidos. Se presenta su hermano Antonio y le quita la propiedad. Vencido y frustrado abandona el campo. Regresa a Bogotá en busca de trabajo. Ingresa al periódico El Gráfico.
1928 Visita a Ibagué, su ciudad natal, por primera y última vez. Recoge en los cuadernillos La tarde y El árbol del alba los versos escritos entre 1915 y 1927, que traslada más tarde, en su mayor parte, al libro Voluntad.
1930 Publica Voluntad, que él considera su primer libro.
1931 Viaja a Méjico el 2 de febrero, tras la huella de Pellicer, que lo alberga en su hogar. Allí funda revistas, elabora programas de cine, demuestra sus capacidades de publicista.
1933 Publica Los júbilos ilesos.
1935 Viaja a Colombia como promotor de un equipo de atletas, y fracasa. Publica Los cánticos y Los sonetos del convite, libros que, como los anteriores, contienen profundo espíritu místico.
1936 Se enamora de una hermosa joven que ha conocido en las calles de Méjico, la que más tarde se suicida luego de matar a su pequeña hija, y deja honda conmoción en el alma del poeta.
1940-1958 Se incrementa año por año su prolífica obra poética que lo lleva a las cumbres de la fama y eleva su nombre a los niveles de la inmortalidad. Conquista el título de poeta del cosmos. Recibe grandes homenajes en Méjico y en Colombia. Viaja por muchos países. En razón de su silencio de anacoreta son pocos los sucesos que trascienden de su vida al mundo exterior. Intensa época de entrega al arte, el recogimiento y el quehacer literario. Vida de permanente gloria literaria y agudos conflictos síquicos, que no cumple un itinerario determinado, sino una agobiante sucesión de soledades, angustia y hastío de vivir.
1959 En enero funda la revista Nivel.
1960 Comienza su firme producción como poeta del cosmos con sus divagaciones sobre los problemas eternos del hombre.
1963 Conoce en Nueva York al campeón Jack Dempsey, uno de sus ídolos.
1964 El presidente Guillermo León Valencia le ofrece grandioso homenaje en el Hotel Tequendama de Bogotá y lanza su candidatura al Premio Nóbel. En el mismo acto es designado embajador de Colombia en Méjico, cargo que declina. Su poesía se encamina ahora hacia la ciencia, de la mano de Einstein, su «primero y único maestro». Años después proclamará la teoría de que las ideas pesan al igual que la luz.
1968 Con motivo de las Olimpíadas realizadas en Méjico compone y reparte entre el público del mundo su poema Akróteras.
1970 Regresa a Colombia por breve temporada. Desde entonces no vuelve a la patria.
1979 El 29 de septiembre, dominado por tremenda angustia, se abre las venas. Un vecino observa el hilo de sangre que sale del apartamento, derriba la puerta y conduce al agonizante hacia la Cruz Roja, donde lo salvan eminentes médicos puestos a su cabecera por el presidente de la República.
1980 El fallido suicidio da lugar al libro Tempestad, terrible testimonio sobre la muerte. «Este libro es el infierno bramando en mí».
1982 El doctor Belisario Belancur, presidente de Colombia, le entrega un auxilio importante para que no suspenda la revista Nivel.
1986 En el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de Méjico le ofrece el embajador colombiano, doctor Ignacio Umaña de Brigard, en colaboración con la Asociación de Escritores de Méjico, gran homenaje en reconocimiento a su larga y esclarecida trayectoria intelectual. Allí expresa Henry Kronfle que «el poeta honraría al Premio Nóbel y no el Premio Nóbel a él».
1987 En octubre sufre uno de los vértigos más graves de su vida. En diciembre es trasladado a un hospital.
1988 Pasa 20 días en una clínica como consecuencia de una de sus tantas crisis. Vuelve a acordarse de Dios, a quien ha olvidado. En septiembre se le tributa solemne homenaje con ocasión de su libro Últimas odas.
1989 Queda reducido a una silla, atacado por la parálisis de sus primeros años. Nivel llega a su final en el mes de agosto, con el número 308.
1990 Sortea problemas económicos. La Casa de Poesía Silva se hace presente con un apoyo significativo. En Colombia se hacen sentir voces de solidaridad. Su salud registra seria decadencia. Sin embargo, continúa escribiendo poesía. Pobre, enfermo y abatido espera la muerte, con el estoicismo de los griegos, en medio de sus dioses y fantasmas.
1991 Muere en Méjico, el 23 de agosto. El 25 de septiembre llegan sus cenizas a Colombia.
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Obra total de Germán Pardo García
(Abarca las antologías, lo mismo que los dos primeros cuadernillos trasladados más tarde al libro Voluntad. También algunos poemas que han sido publicados fuera de libro en ocasiones especiales, como Akróteras, en los Juegos Olímpicos de Méjico).
1928 La tarde, Bogotá.
El árbol del alba, Editorial Colombia, Bogotá.
1930 Voluntad, Editorial El Gráfico, Bogotá.
1933 Los júbilos ilesos, Méjico.
1935 Los cánticos, Méjico.
Los sonetos del convite, Méjico.
1937 Poderíos, Méjico.
1938 Presencia, Méjico.
1939 Selección de sus poemas, Editorial Cultura, Méjico.
1940 Claro abismo, Méjico
1943 Sacrificio, Méjico.
Poemas, Editorial Antena, Bogotá.
1944 Antología poética, Imprenta Veracruz, Méjico.
1945 Las voces naturales, Méjico.
1947 Los sueños corpóreos, Méjico.
1949 Poemas contemporáneos, Méjico.
1952 Lucero sin orillas, Méjico.
1953 Acto poético, Editorial Cuadernos Americanos, Méjico.
1954 U. Z. llama al espacio, Méjico.
1956 Eternidad del ruiseñor, Méjico
1957 Hay piedras como lágrimas, Méjico.
1958 Poemas, Editorial Guadarrama, Madrid, España.
1959 Centauro al sol, Méjico.
1960 La Cruz del Sur, Méjico.
Osiris preludial, Méjico.
1961 30 años de labor del poeta colombiano Germán Pardo García (1930-1960), Editorial Cultura, Méjico.
1962 Los ángeles de vidrio, Méjico.
El cosmonauta (poema), Méjico.
1964 El defensor, Méjico
1965 Los relámpagos, Méjico.
Labios nocturnos, Méjico.
1966 Mural de España, Méjico.
Elegía italiana (poema), Méjico.
1968 Akróteras: Adorno para los Juegos Olímpicos de Méjico (poema), Gráficas Menhir, Méjico.
1969 Himnos del Hierofante, Méjico.
1971 Apolo Thermidor, Editorial Libros de Méjico.
1972 Escándalo, Editorial Libros de Méjico.
1973 Desnudez, Editorial Libros de Méjico.
Iris pagano, Editorial Libros de Méjico.
1974 Imagen poética, selección de sus obras, Biblioteca Banco Popular, Bogotá.
Mi perro y las estrellas, Editorial Libros de Méjico.
Génesis, Editorial Libros de Méjico.
1975 Himnos a la noche, Editorial Libros de Méjico.
El héroe, Editorial Libros de Méjico.
1977 Apolo Pankrátor (1915-1975), Editorial Libros de Méjico.
1980 Tempestad, Editorial Libros de Méjico.
1986 Últimas odas (partes I y II), Editorial Libros de Méjico.
1988 Últimas odas (parte III), Editorial Libros de Méjico.
Revista Hojas Universitarias, Universidad Central, N° 39, enero-marzo/1994