El triunfo de un hombre modesto
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Pedro Gómez Barrero, que aprendió a querer la tierra entre surcos y vacas de ordeño en una finca de Cucunubá (Cundinamarca), un día dio el gran salto a la ciudad. Su ilusión era ser abogado, pero su pobreza no se lo permitía. El único empleo que pudo conseguir fue el de celador de un ministerio, circunstancia que aprovechó para estudiar durante las horas del trabajo nocturno.
Con pequeños ahorros logró matricularse en la Universidad del Rosario, y después se ganó una beca por su excelente rendimiento académico. Cuando se hizo abogado, supo lo que significaba el esfuerzo del humilde campesino que venció su ignorancia para asegurar el futuro.
Como jefe de Valorización del alcalde Fernando Mazuera Villegas, quien le daba un vuelco revolucionario a la capital, captó el ímpetu de la urbe desconcertante. Mazuera, convencido de las calidades de su funcionario estrella, se lo llevó a trabajar a su oficina privada. Años después, Pedro Gómez Barrero decide independizarse, y abandona la cómoda posición de gerente que ocupa en la firma de su amigo.
Como lo confiesa a la revista Semana, no tenía ni capital ni proyectos sólidos, pero le sobraban deseos de triunfar. Cambia el barro de Cucunubá por las moles de cemento. Pero sigue siendo un hombre sencillo.
Cuando en 1974 anuncia el propósito de construir el primer centro comercial del país, una ola de escepticismo se hace sentir alrededor de la idea. Pero él no desiste, y así nace Unicentro, obra no superada por nadie hasta el momento. Luego viene Multicentro, prodigio de vivienda multifamiliar. Y al cabo de los días surgen otros dos grandes centros comerciales en Cali y Medellín, lo mismo que dos hoteles en Bogotá, bodegas, oficinas y múltiples soluciones de vivienda.
«Ahora que tengo el éxito –dice al cumplir 25 años de labor productiva– lo que más valoro es no ser esclavo de ese éxito». Y es que Pedro Gómez no se ha dejado avasallar por el dinero ni la fama y ha cumplido el noble postulado de ser útil a la sociedad. Como director de Resurgir, embajador en Venezuela, director de Compartir e impulsor de diversas actividades, ha demostrado su gran sensibilidad humana.
Hoy es el genial arquitecto de Bogotá, a lo Mazuera Villegas, de quien aprendió sus fórmulas maestras. Dice que ha realizado cuanto se ha propuesto. Su vida es ejemplo de fe, superación y constancia, de creatividad y liderazgo. Sería el alcalde ideal para la ciudad huérfana, que reclama por momentos un gran gerente.
El Espectador, Bogotá, 28-VII-1993.
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Misiva:
Reciba la expresión de mi agradecimiento por su amable artículo que con el título de Triunfo de un hombre modesto publicó el diario El Espectador en su edición del 28 de julio. Me siento sumamente estimulado y honrado con la gentileza de sus conceptos y en este momento en que Pedro Gómez y Cía. S.A. celebra su vigésimo quinto aniversario, recibo su generosa manifestación de solidaridad con mucho orgullo y satisfacción. Pedro Gómez Borrero, Bogotá.