¿Colfuturo tiene futuro?
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Hay que establecer la duda que plantea la interrogación sobre una entidad que nació coja. No importa que se trate de “una noble idea”, como el periódico El Tiempo califica el nacimiento de Colfuturo, si lo que aquí se discute es la desviación de recursos públicos hacia un organismo de carácter privado, favorecido con donaciones que prohíbe la nueva Constitución. No en cualquier cuantía: son doce millones de dólares (9.360 millones de pesos colombianos), aportados, o prometidos aportar, por tres dependencias del alto Gobierno. Es obvio que detrás de ella está el Presidente de la República, el supremo artífice, junto con su esposa, de esta operación gigante.
Tanto el Gobierno como los miembros de la junta directiva de Colfuturo aducen ahora, después de largos días de silencio, que la entidad tiene carácter mixto y que por consiguiente no se está violando la norma constitucional. Cosa distinta piensa el funcionario de la Procuraduría que inició la investigación. Y como él, opinan otros respetables juristas. No se cuestiona, por otra parte, que los recursos no se estén manejando con “transparencia y honestidad”, como lo afirman los miembros de la junta directiva.
Hay que aceptar la palabra de la primera dama cuando manifiesta que las personas favorecidas con las becas han pasado con altas calificaciones los requisitos exigidos. Puede formularse otra pregunta: ¿cuántos, con iguales o superiores méritos, pero sin padrino, han sido excluidos del programa? En este caso los amplios poderes de doña Ana Milena pueden imponer diversos criterios de selección, que por lógica se mantienen ocultos. Las influencias se manejan siempre con hilos muy sutiles.
Como la imaginación popular vuela con la experiencia vivida en otros casos, desde tiempo atrás se rumora que el sistema se presta para la discriminación; o dicho en otras palabras, para pagar favores políticos. Por eso fueron prohibidos los auxilios parlamentarios. ¿Y éstos no serán acaso auxilios disfrazados? Recuérdese el capítulo de las becas ficticias que en el Quindío sacaron del Icetex –hasta donde se conocen datos– partidas por $135 millones para financiar una campaña política, y sobre lo cual nada se volvió a saber. ¿A cuánto subirá el costo total de esta argucia cometida en todas las regiones del país?
Se le ha quitado al Icetex la función de otorgar las becas del exterior con el argumento de que debía vigorizarse este programa. Para eso se creó una nueva entidad con nombre pomposo: Fundación para el futuro de Colombia. “Bienvenidos al futuro”, dijo el doctor Gaviria en su discurso de posesión. Futuro dudoso, como lo sabemos por la amarga realidad de todos los días. En la política del revolcón han desaparecido o se han fusionado varias empresas oficiales, con miles de empleados despedidos. A otras se les ha cambiado el nombre. El virus de la reformitis –cambiar por cambiar– ha creado grandes confusiones y traumatismos en el servicio público.
Con la doctora Alicia Eugenia Silva, directora del Fondo de Promoción de la Cultura del Banco Popular (en ese momento yo ignoraba que fuera al mismo tiempo la directora de Colfuturo) traté de comunicarme hace varios meses. No pasó al teléfono con la disculpa de que estaba muy ocupada. Insistí más tarde, esta vez suministrando mi identificación y el objeto de mi llamada (una misión que me había encargado un museo arqueológico), y seguía muy ocupada. En vista de eso le envié una carta deplorando que la cultura en el Banco Popular, que fue una de sus banderas institucionales, se hubiera desdibujado en forma tan sensible. La carta tampoco obtuvo respuesta.
Hoy lo entiendo todo: la directora no tiene tiempo para duplicarse en dos entidades, y menos para hablar con desconocidos. Sus contactos son de más alto nivel. Ojalá no suceda que, por dedicarse al despacho de los estudiantes al exterior, deje la cultura de capa caída.
El Espectador, Bogotá, 1-VI-1993.