A propósito de los correos
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Una costosa campaña publicitaria difundida en la televisión, en periódicos y revistas, y pagada por la Administración Postal, o sea, por el bolsillo de los contribuyentes, anuncia una gran transformación en el servicio de los correos nacionales. Para hacer más llamativo el mensaje se ha tomado la efigie de nuestra preciosa reina Paola Turbay, con un sobre en la mano y una sonrisa encantadora. Lo malo es que el sobre no llega con la rapidez que allí se pregona.
Hay que ser francos: a Adpostal le falta aún mucha dinámica para competir con las empresas particulares –esas sí en verdad eficientes– que, por unos pesos más, ponen al día siguiente el sobre en manos del destinatario en cualquier sitio del país. Como usuario permanente que soy de los correos, encuentro que las entregas de Adpostal son inconstantes: unas veces llegan con la celeridad que anuncia la publicidad, y otras se demoran por días injustificables.
Me han llegado, y me siguen llegando después de la campaña adornada con sonrisa de reina, correos de la misma ciudad hasta con ocho días de retardo. En contraste, en muchos casos es más veloz la correspondencia del exterior.
¿Se justifica un costo tan elevado para tratar de cambiarle la imagen a Adpostal? Si la empresa nos suministrara el dato de la erogación por este concepto, nos quedaríamos pasmados. ¿Cuánto valen páginas enteras en periódicos y revistas, con el lujo que se ha empleado, repetidas en múltiples ediciones?
Estos son dineros oficiales gastados con alegría. Poco o nada es lo que se ha cambiado. La austeridad pregonada por el Gobierno no se observa en este capítulo. La mejor publicidad es la que se deriva del propio servicio, que ojalá, en este caso, se pusiera a la altura de las cuñas publicitarias para explicar, siquiera en mínima parte, semejante derroche.
La ineficiencia burocrática
A propósito de un comentario de esta columna, he recibido la siguiente comunicación de la Alcaldía Mayor de Bogotá:
«Hemos leído con suma atención el artículo Abusos silenciosos en su columna Salpicón, en el cual, con el fino estilo que lo caracteriza, usted describe la desidia y la deficiente atención de algunos funcionarios de la Empresa de Energía de Bogotá.
“Aprovecho la oportunidad para reiterarle el interés de la presente administración por mantener una comunicación abierta y espontánea con nuestros conciudadanos. En este proceso de acercamiento con la comunidad, los medios de comunicación cumplen una trascendental labor informativa al interpretar el sentimiento colectivo y al brindar, con mesurada reflexión, las diversas alternativas de solución a los problemas de nuestra ciudad. Este compromiso asumido de manera directa por usted se traduce en su empeño de propugnar condiciones de vida más justas para todos los bogotanos, y se identifica con nuestro propósito de mejorar el nivel de vida de nuestros conciudadanos.
“En nombre del señor alcalde mayor de Santafé de Bogotá, doctor Jaime Castro, quiero comunicarle que su inquietud ha sido remitida, con instrucciones precisas del alcalde mayor, al doctor Alberto Calderón Zuleta, gerente de la Empresa de Energía, quien analizará las fallas señaladas por usted, con el objetivo de erradicar el círculo vicioso de la ineficiencia burocrática”. Ignacio Pombo Villar, secretario privado.
El Espectador, Bogotá, 26-VIII-1992.