Abusos silenciosos
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
Me correspondió presenciar y sufrir, como usuario de las desbocadas tarifas de servicios públicos en la capital del país, un abuso más de las autoridades. Esta vez de la Empresa de Energía de Bogotá. La última facturación establecía como fecha límite de pago, para librarse del correspondiente recargo, la del 30 de junio. Y resulta que las facturas de cobro habían llegado apenas cinco días antes de esa fecha, con el agravante de que el puente de tres días anulaba cualquier previsión hogareña. Estos cobros se repartían antes con más de diez días de anticipación, y además no se fijaba como vencimiento el final de mes.
En tales condiciones, la inmensa mayoría de los bogotanos acudió en tropel a pagar la cuenta en bancos y corporaciones de vivienda, luego de tres días de cierre bancario. Y como las entidades bancarias no reciben servicios públicos el último día de mes –salvo raras excepciones (la Superintendencia Bancaria debería intervenir en esta falla)–, se formó la debacle.
¿Qué hacer para cumplir con la obligación? La gente se trasladó a los CADE y a las seccionales de la Empresa de Energía, a toda marcha y con desespero. Pero como la mayoría de estas entidades se encontraban sin luz, había que esperar la llegada del fluido para cuatro horas después. Como sufrido usuario del pésimo servicio (me refiero al de la luz, al de las entidades bancarias que se cruzan de brazos el final de mes y al de las cajas recaudadoras ineficaces), al fin localicé un CADE que sí funcionaba.
Esto de funcionar es una utopía cuando se trata de atender a miles y miles de personas, dentro de la mezcolanza más desesperante, en filas que a la hora que yo llamo conveniente –10 de la mañana– abarcaban tres cuadras de rabiosas resignaciones.
Para abreviar el cuento, después de cuatro horas logré quedar a paz y salvo con un servicio que se recibe a medias y se presta cada vez con mayores alzas y amenazas. Son tan deficientes e inconsecuentes las autoridades respectivas (hablemos de la autoridad total del país), que esta vez enviaron las facturas ya sobre el vencimiento, a conciencia de que medio pueblo se iba a quedar por fuera de casillas, y sin importarles en absoluto el suplicio a que someten a los usuarios. ¿Cuánto recaudó la Empresa de Energía por la tarifa adicional, la de los recargos, que tuvo que pagar el medio pueblo que se quedó sin acceso a las casillas?
Tan dolorosa y patética experiencia me sirvió para comprobar el desamparo de esta población a la que se le trata sin ninguna sensibilidad social. El país está carente, en todos los niveles, de ejecutivos y gobernantes idóneos. Una de las colas –la de los reclamos– era casi tan numerosa como la de quienes a regañadientes iban a atender las cuentas de la angustia. ¿Cómo es posible que existan tantos reclamos en un sistema que debe ser humano y equilibrado?
En estas colas todos protestaban contra los abusos de las autoridades que crean un sabor amargo en el pan de cada día y resentimiento en la conciencia. Es preciso saber que en una factura de cobro está agazapad la insatisfacción del pueblo.
El Espectador, Bogotá, 16-VII-1992.
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Misiva:
Hemos leído con suma atención el artículo Abusos silenciosos de su columna Salpicón, el cual, con el fino estilo que lo caracteriza, usted describe la desidia y la deficiente atención de algunos funcionarios de la Empresa de Energía de Santafé de Bogotá. Aprovecho la oportunidad para reiterarle el interés de la presente Administración por mantener una comunicación abierta y espontánea con nuestros conciudadanos.
En este proceso de acercamiento con la comunidad, los medios de comunicación cumplen una trascendental labor informativa al interpretar el sentimiento colectivo y al brindar, con mesurada reflexión, las diversas alternativas de solución a los problemas de nuestra ciudad. Este compromiso asumido de manera directa por usted, se traduce en su empeño de propugnar condiciones de vida más justas para todos los bogotanos, y se identifica con nuestro propósito de mejorar el nivel de vida de nuestros conciudadanos.
En nombre del señor Alcalde Mayor de Santafé de Bogotá, D.C., doctor Jaime Castro, quiero comunicarle que su inquietud ha sido remitida, con instrucciones precisas del Alcalde Mayor, al doctor Alberto Calderón Zuleta, Gerente de la Empresa de Energía, quien analizará las fallas señaladas por usted, con el objetivo de erradicar el círculo vicioso de la ineficacia burocrática. Ignacio Pombo Villar, Secretario Privado de la Alcaldía Mayor de Santafé de Bogotá.