Recordando a Euclides
Por: Gustavo Páez Escobar
Murió hace cinco años, el 9 de junio de 1987. Pocos meses antes había publicado su último libro. Con Euclides Jaramillo Arango desapareció uno de los mayores exponentes del costumbrismo colombiano, que rescató para la literatura, con agradable estilo y fino humor, memorables páginas del folclor antioqueño. Desde sus primeros libros (Las memorias de Simoncito, Cosas de paisas y Los cuentos del pícaro Tío Conejo) comenzó su gran enciclopedia sobre las tradiciones y costumbres antioqueñas extendidas por los tres departamentos del antiguo Caldas.
Un día fue alcalde de Pereira, su ciudad natal, y luego se trasladó a Armenia, en plena juventud, y aquí se quedó. En el Quindío se destacó como líder cívico, catedrático universitario, periodista y escritor. Fue uno de los fundadores, y el más entusiasta –en asocio de Alirio Gallego Valencia–, de la Universidad del Quindío. En Armenia escribió su obra literaria, constituida por 14 tomos editados y por valioso material que se encuentra inédito. Era el verdadero maestro del arte de escribir. Sencillo y profundo.
Esta es una definición suya sobre el cuento: «El cuento hoy es cualquier cosa. Pero debe ser bien contado».
Su nombre se hizo famoso como escritor castizo y ameno. Con elocuencia y donaire logró interpretar el alma y la idiosincrasia de los personajes que quedan pintados en su obra con portentoso realismo. Supo sacarle chispas a la vida tanto con el gracejo literario como con su temperamento jovial y su don de gentes que a todos cautivaba.
Era un oráculo intelectual. La cifra más alta de la cultura quindiana. Como ironía, cuando se organizó la Academia de Historia del Quindío sus promotores lo excluyeron de la lista de fundadores por ¡no ser quindiano! Incluyeron, en cambio, a varios políticos sin nexo alguno con las letras ni la Historia, que no han asistido a la primera reunión ni han hecho el menor aporte a la entidad. En su laboriosa vida intelectual hizo sobresalir el nombre del Quindío tanto dentro del país como en el exterior.
Hoy, cinco años después de su muerte, evoco su memoria con admiración y cariño. Y recuerdo, entre tanta frase ingeniosa suya, este dicho filosófico: «La vida es un quitadero de ganas».
La Crónica del Quindío, Armenia, 8-VI-1992