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Recordando a Euclides

viernes, 11 de noviembre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Murió hace cinco años, el 9 de junio de 1987. Pocos meses antes había publicado su último libro. Con Euclides Jaramillo Arango desapareció uno de los mayores exponen­tes del costumbrismo colom­biano, que rescató para la literatura, con agradable estilo y fino humor, memorables páginas del folclor  antioqueño. Desde sus primeros libros (Las memorias de Simoncito, Cosas de paisas y Los cuentos del pícaro Tío Conejo) comenzó su gran enci­clopedia sobre las tradiciones y costumbres antioqueñas ex­tendidas por los tres departamentos del antiguo Caldas.

Un día fue alcalde de Pereira, su ciudad natal, y luego se trasladó a Armenia, en plena juventud, y aquí se quedó. En el Quindío se destacó como líder cívico, ca­tedrático universitario, perio­dista y escritor. Fue uno de los fundadores, y el más entu­siasta –en asocio de Alirio Gallego Valencia–, de la Universi­dad del Quindío. En Armenia escribió su obra literaria, con­stituida por 14 tomos editados y por valioso material que se encuentra inédito. Era el verdadero maestro del arte de escribir. Sencillo y profundo.

Esta es una definición suya sobre el cuento: «El cuento hoy es cualquier cosa. Pero debe ser bien contado».

Su nombre se hizo famoso como escritor castizo y ameno. Con elocuencia y donaire logró interpretar el alma y la idiosin­crasia de los personajes que quedan pintados en su obra con portentoso realismo. Supo sacarle chispas a la vida tanto con el gracejo literario como con su temperamento jovial y su don de gentes que a todos cautivaba.

Era un oráculo in­telectual. La cifra más alta de la cultura quindiana. Como ironía, cuando se organizó la Academia de Historia del Quindío sus promotores lo excluyeron de la lista de fun­dadores por ¡no ser quindiano! Incluyeron, en cambio, a va­rios políticos sin nexo alguno con las letras ni la Historia, que no han asistido a la primera reunión ni han hecho el menor aporte a la entidad. En su laboriosa vida intelectual hizo sobresalir el nombre del Quindío tanto dentro del país como en el exterior.

Hoy, cinco años después de su muerte, evoco su memoria con admiración y cariño. Y recuerdo, entre tanta frase ingeniosa suya, este dicho filosófico: «La vida es un quitadero de ganas».

La Crónica del Quindío, Armenia, 8-VI-1992

 

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