El caso Escrucería
Por: Gustavo Páez Escobar
Bastante tardía la manifestación de protesta que hizo el Senado de la República ante Samuel Alberto Escrucería Manzi, senador de Nariño, que acaba de ser condenado por el delito de peculado.
Sus colegas, y ahora excolegas, levantaron la sesión y abandonaron el recinto para mostrar de esta manera el rechazo de esa conducta indigna.
¿Por qué no lo hicieron antes y esperaron hasta que la Corte Suprema de Justicia se pronunciara? Días atrás la Comisión de Ética aprobó una moción de censura contra el senador, la que al ser sometida al Senado en pleno fue derrotada debido a la extraña solidaridad que varios de los senadores –entre ellos, otro Samuel, el del Quindío– tuvieron con el compañero en peligro.
Aunque no son las corporaciones las que delinquen, sino sus miembros, la repulsa de los senadores ha debido ser unánime y vigorosa para proteger el prestigio de la entidad. Aquí se repite la lección de la manzana podrida: que si ésta no se retira del grupo, se pudren las sanas.
El asunto es de contaminación. Problema de higiene. El acto de protesta al final del episodio, cuando ya todo estaba consumado, no enaltece al Senado de la República, y sobre todo a sus miembros vacilantes, por lo que atrás se dijo: por tardío.
El comportamiento delictuoso de Escrucería era conocido de todo el país. Nadie entendía cómo una persona con antecedentes penales podía pertenecer al cuerpo supremo del poder legislativo. Enrique Gómez Hurtado puso el dedo en la llaga –y esto lo honra en grado sumo– como autor del debate moral que adelantó con valor y entereza, y que a la postre no recibió el respaldo de todos sus colegas, entre los que está el otro Samuel, que también anda en líos con la justicia por sus actuaciones cuando fue gobernador del Quindío.
Por poco Enrique Gómez Hurtado resulta en la cárcel ante la denuncia por calumnia que le entabló el senador delincuente. ¿Se ha salvado la dignidad del Senado? Ojalá que así fuera.
Si en adelante todos sus miembros (y los integrantes de las otras corporaciones públicas) reaccionan a tiempo contra la inmoralidad y la corrupción, otra sería la suerte del país.
La Crónica del Quindío, Armenia, 11-V-1992.