Viraje literario
Por: Gustavo Páez Escobar
Estos son los últimos tres libros de Jesús Arango Cano: Emociones del alma (1989), Fantasías del corazón (1991) y Los caminos del ensueño (1992). Salta a la vista el hecho de que en el universo literario del escritor quindiano surge ahora una vena romántica que yo no intuí dos décadas atrás.
A Jesús Arango Cano se le conoce sobre todo por sus textos sobre las culturas aborígenes, tema que de manera reiterada ha tratado en varios libros. En su obra literaria existen otras facetas, como la economía cafetera, observaciones sobre Estados Unidos, apuntes de viajes, y algunas incursiones (en las cuales no insistió) en el campo de la narrativa.
Me dicen que en los últimos años se ha retirado al mundo de la reflexión mística. Ya su nombre no aparece en las páginas de los periódicos y se ha marginado de los actos académicos y sociales. Su compromiso actual es con la poesía y la prosa lírica, como lo demuestran los libros citados, que hoy pongo en serie para comprobar esta extraña y por otra parte admirable metamorfosis.
Se sitúa el escritor, con alma contemplativa, frente al susurro de la belleza (el de la naturaleza y el del espíritu) que tal vez no había escuchado antes con la misma emotividad de hoy.
Entrelaza los sentimientos con las palabras para ensalzar los donesdel amor y el recuerdo, ahora que la edad provecta habla el mejor lenguaje del corazón. De un momento a otro, y sin duda como consecuencia de varios años de introspección, Arango Cano dio ante sus paisanos –tan acostumbrados a verlo todos los días deambular por las calles de Armenia– el gran viraje al misticismo, y ellos todavía no lo han notado.
En la edad de los sueños y las fantasías el alma toma actitud de vuelo. Es cuando se renuncia a la vida prosaica para coronar las mayores alturas del espíritu. Este vuelo tiene al mismo tiempo sentido de liberación, como lo define Arango Cano en su último libro: «Ser libre es soñar con campos abiertos; es estar en paz consigo mismo. Ser libre es dominar las pasiones propias, a las que todos, en una u otra forma, estamos esclavizados».
La Crónica del Quindío, Armenia, 24-III-1992