Armenia crece
Por: Gustavo Páez Escobar
No sé como ven hoy a Armenia quienes viven allí hace varios años, y sobre todo quienes nunca han salido de sus predios. Es posible que por fuerza de la costumbre no adviertan, como lo advierto yo, el crecimiento vertiginoso que ha tenido la ciudad en los últimos años.
Volví a Armenia algunos meses después del centenario, o sea, cuando mejor podían apreciarse las obras que habían quedado como consecuencia de la efemérides. El progreso urbanístico es sorprendente. La ciudad luce esplendorosa no sólo en sus perfiles arquitectónicos sino en su ornato general. Parece que un hada madrina la hubiera retocado por los cuatro costados.
Encontré nuevas obras de envergadura (como la del estadio, el coliseo cubierto, el Museo Quimbaya y una vía circunvalar) que habían surgido durante mi ausencia como polos poderosos de desarrollo. Me detuve en modernos barrios y airosos edificios que no conocía. La red de semáforos, que en los días de mi regreso a Bogotá era precaria, ahora pregona un ímpetu vehicular de difícil control. La ciudad parece salirse de sus linderos.
Armenia avanza todos los días y sus pobladores no lo notan. Son los turistas los mejor capacitados para pondera las maravillas de este centro en permanente evolución. En la misma forma que aumenta la población y se estira el casco urbano, crecen los problemas. Por eso, para administrar la ciudad se requieren especiales condiciones de liderazgo. Por lo tanto, hay que saber escoger el próximo mandatario local.
César Hoyos Salazar, el alcalde actual, ha cumplido gestión eficaz con su gobierno serio y moralista. El municipio, a pesar de serias dificultades financieras, ha podido acometer importantes proyectos. Así lo deduzco por diferentes versiones. Hoy las cifras –el quebradero de cabeza de todos los alcaldes– se hallan mejor organizadas para que la ciudad continúe su ritmo irreversible.
La Crónica del Quindío (editorial), Armenia, 29-II-1992.