La ansiedad viaja en buseta
Salpicón
Por: Gustavo Páez Escobar
El periodista y escritor pereirano Héctor Ocampo Marín, director del Dominical de La República, avanza en su carrera literaria con La ansiedad viaja en buseta, novela publicada por la Universidad Central a finales de 1991 como parte de los actos con que el claustro conmemoró sus 25 años de vida. El autor, que ha incursionado de preferencia en el género del ensayo (entre otros títulos con Pasión creadora, El poeta de la ruana y Gilberto Alzate Avendaño), salta ahora a la palestra con su primera novela.
Antes de referirme a su nuevo libro, deseo detenerme en la personalidad de Ocampo Marín como promotor de cultura. Es la suya una de esas silenciosas voces de provincia que se destacan hoy en el plano nacional. Años atrás sobresalió su nombre en las páginas del Magazín Dominical de El Espectador como uno de los críticos más destacados del acontecer literario del país.
Más tarde se vinculó al periódico La República, donde ocupó diferentes cargos, entre ellos el de director y gerente encargado. Pero donde más ha trabajado por la cultura es desde las páginas del Dominical de La República, que con lujo de competencia dirige hace largos años. Gaceta abierta a todas las inquietudes, donde se acoge con igual entusiasmo al novel escritor que a la figura consagrada de las letras. Allí no existen los odiosos grupos que se apoderan del espacio en otros periódicos para ensalzar sus propios nombres. Por el contrario, su política es la de llegar al mayor número de personas y brindar estímulo sobre todo al escritor incipiente.
Ocampo Marín se ha decidido, al fin, a lanzar su primera obra de narrativa, que él denomina «inocuo juguete literario». Breve novela de 177 páginas que a nadie le hace daño, en efecto, y por el contrario despierta en el ánimo del lector un delicioso «sentido del humor y la musicalidad», como dice Horacio Gómez Aristizábal en las palabras del prólogo. Fino humor crítico con el que se mira el discurrir de la existencia y se pintan estados sociales comunes a cualquier individuo.
El novelista viaja con sus personajes en la buseta de la ansiedad, o sea, a bordo de los afanes de la vida cotidiana. Y se vuelve gran observador de minucias, esas que no ve la gente del común, pero las reconoce y admira cuando alguien las pinta con ingenio y capacidad sociológica. Su buseta parte todos los días a las 7 y media de la mañana, de Pinares de Occidente, sector de clase media que representa, por lo tanto, un mundo madrugador de conflictos y esperanzas, de luchas y alegrías, esto es, la eterna tragedia del hombre.
Alfonso López Michelsen describe en la novela Los elegidos la alta burguesía que se vive en el barrio de La Cabrera. Mundos contrapuestos –el de López Michelsen y el de Ocampo Marín–, con un mismo personaje: el hombre. Es decir, la vida.
El Espectador, Bogotá, 29-IV-1992.